jueves, 28 de agosto de 2008

Sup 7: Su memoria: mejor de lo que usted imagina

A continuación, mediante el uso cualquiera de las seis llaves mágicas, y tomando como punto de partida el título del trabajo, fíjese un objetivo muy específico para la lectura, y vaya rápidamente en pos de dicho objetivo haciendo las pocas pausas que tenga que hacer par tomar unos momentos de reflexión.

Su memoria: Es mejor de lo que usted se imagina
Por: Armando Martínez

Solo en tiempos recientes, con el advenimiento de las nuevas super-computadoras, hemos estado en condiciones de valorar la verdadera potencialidad de nuestra memoria, y comprobamos con asombro que hasta algunas de nuestras labores manuales e intelectuales más sencillas siguen estando fuera del alcance de nuestras máquinas más sofisticadas, pese a que hemos dotado a dichas máquinas con “memorias” electrónicas que pueden almacenar millones y millones de unidades básicas de información. La memoria del hombre no solo es más poderosa que la de las máquinas contemporáneas; es también mucho más eficiente, aunque a muchos de nosotros nos cueste trabajo creerlo.

En su libro Cómo Potenciar su Memoria, Mark E. Brown nos hace ver lo siguiente:

“El proceso de la memoria en su conjunto se basa en las células cerebrales individuales y tiene lugar en torno a ellas. El cerebro humano de un adulto contiene cerca de 11,000 millones de dichas células. Un insecto pequeño como una hormiga, por ejemplo, sólo tiene unas 200 células cerebrales. Imaginaremos mejor la enorme cantidad de células que posee el cerebro humano si la comparamos con el número de habitantes que pueblan la Tierra:

Células contenidas en el cerebro humano: 11,000,000,000

Habitantes humanos en la Tierra: 4,000,000,000

Cada una de las células tiene un diámetro menor a una décima de milímetro. Doscientos cincuenta células cerebrales cabrían en la cabeza de un alfiler. El centro de la célula cerebral, o neurona, lo ocupa el cuerpo celular.  A partir de éste cuerpo central, se ramifican una especie de tentáculos que, a su vez, dan lugar a otros tentáculos más finos y pequeños. La célula ramificada y parecida a un pulpo se interconecta con otras neuronas mediante pequeños tentáculos.

La cantidad de posibles interconexiones entre los 11,000,000,000 de neuronas se sitúa casi más allá de nuestra imaginación (puede haber nada menos que 200,000 puertas de entrada distintas en una sola neurona). La capacidad del cerebro es tan grande que incluso se debate la posibilidad de que almacene todas las experiencias y toda la información que recibe a lo largo de la vida. El profesor Mark Rosenzweig, de la Universidad de California, ha señalado que, si el cerebro absorbiese diez unidades de información nuevas cada segundo de su vida, desde el momento del nacimiento hasta la muerte, todavía le restaría un gran potencial de almacenamiento.”

Lo que se ha descubierto a un nivel microscópico también lo comprobamos a una escala mucho más amplia. Alan Baddeley nos hace el siguiente comentario en su libro Su Memoria: Cómo Conocerla y Dominarla:

“Si paramos a la primera persona adulta que encontramos y medimos su vocabulario, descubriremos que conoce el significado de una cifra que oscila entre 20,000 y 100,000 palabras castellanas. Añádase a ésto las lenguas extranjeras que tal vez conoce, mas sus conocimientos sobre el mundo, tanto respecto a términos de la geografía mundial como a los de su propio entorno. Además, para moverse en la sociedad ha de saber muchas cosas sobre los usos sociales: qué hay que hacer para comprar una aspirina, llamar por teléfono a una persona o bien reservar una habitación en  un hotel. Después hay que tomar en cuenta todos los conocimientos especializados que probablemente ha adquirido en relación con sus trabajos y con sus hobbies y pasatiempos, detalles sobre los equipos de futbol o los programas de televisión, la música pop o las artes, o finalmente cualquier otra área que suponga una nueva masa de información que registramos en nuestras cabezas. Sólo cuando empezamos a pensar cómo podríamos obtener una fuente de conocimientos similar, que fuera capaz de responder con rapidez y precisión a las cuestiones que se le planteen, nos damos cuenta del extraordinario sistema de memoria que poseemos.”

Existe evidencia experimental que sugiere que todas las cosas que observamos y experimentamos quedan grabadas para siempre en nuestra memoria, de modo tal que cuando hablamos sobre cómo podemos mejorar nuestra memoria en realidad estamos refiriéndonos a cómo podemos almacenar la información en nuestra mente de modo tal que nos sea más fácil recuperarla. Las investigaciones llevadas a cabo por el Doctor Wilder Penfield en Canadá demostraron que cuando cierta zona del cerebro es estimulada por una pequeñísima corriente eléctrica, entonces se recuerdan una serie de experiencias ocurridas hace cinco, diez o veinte años con una claridad tan extraordinaria como si se estuviesen viviendo de nuevo. Tuvimos, además, una prueba viviente tan extraordinaria como el mnemonista ruso Shereshevsky. La Historia nos ha dejado muchos relatos sobre éste tipo de hombres. Temístocles, famoso general y político ateniense, jefe del partido democrático de Atenas, podía llamar por su nombre a cada uno de los 20,000 ciudadanos de Atenas. Mitrítades VI de Ponto se hizo célebre por su don de lenguas (hablaba a la perfección 22 lenguas diferentes). Cuenta la tradición que Jerjes, rey de Persia, conocía por su nombre a cada uno de los cien mil soldados de su ejército. Escipión conocía a todos los habitantes de Roma. Lord Granville podía repetir, desde el principio hasta el final, el Nuevo Testamento en su versión griega original. Ben Johnson recordaba todas las cosas que escribía y el ajedrecista norteamericano Paul Morphy recordaba todas las jugadas que había hecho en su vida. Es altamente significativo el hecho de que la memoria de estos hombres brillase precisamente en aquellas áreas en las cuales por profesión o pasatiempo estaría más despierto su interés, de modo tal que esto confirma que nuestra puerta de acceso a una super-memoria consiste en despertar nuestro interés y nuestra curiosidad por aquello que queremos recordar.

Las razones por las cuales no tenemos acceso inmediato al vasto anaquel de recuerdos que sabemos están encerrados dentro de nuestra memoria no son del todo obvias. Nuestra falta de interés por recordar algo que no deseabamos recordar desde un principio explica mucho, pero no lo explica todo. La teoría de la represión de Freud y la teoría de la interferencia arrojan luz adicional sobre las razones por las cuales olvidamos, pero tampoco alcanzan a explicar en forma satisfactoria lo inaccesible de mucho de lo que deberíamos estar en condiciones de poder recordar sin dificultad alguna. En última instancia, quizá sea peligroso el poder recordarlo todo demasiado bien, y nuestra inaccesibilidad a una memoria fotográfica instantánea y perfecta tal vez sea un mecanismo de defensa que nos ha dado la Naturaleza para protegernos de los descalabros a los que quedaríamos expuestos si obtuviésemos de la noche a la mañana una facultad como ésta. El científico Aleksandr Romanovich Luria que estudió al gran mnemonista ruso Shereshevsky no tardó en descubrir un problema que acosaba a éste último: era incapaz de olvidar imágenes que ya no necesitaba. Cuando daba varias demostraciones de sus habilidades en la misma sala de espectáculos durante la noche, frente a un pizarrón en el cual se escribían largas series de números que tenía que recordar, los cuales era borrados para la siguiente demostración, las imágenes de las demostraciones anteriores salían a flote, y aunque las listas de números anteriores ya habían sido borradas, en su mente aún las veía en el mismo lugar. Y los problemas de Shereshvesky no estaban limitados a la sala de espectáculos. A éste respecto, Luria nos comenta los problemas que enfrentaba Shereshevsky en su lectura de textos y en sus conversaciones:

“¡Cuántas dificultades puede encerrar un texto, en el cual el más leve detalle origina imágenes y éstas ya se habían encontrado en otras obras! Pero como Shereshevsky no olvida nada en cuanto aparecen, las persistentes imágenes jamás se extinguen. En efecto, en Shereshevsky aparecen las imágenes especialmente claras y persistentes, las imágenes se repiten miles y miles de veces. Estas rápidamente empiezan a dominar sobre las otras, y aparecen sin control, tan pronto se toca cualquier eslabón especial en ellas.

¡Cuántas casos no hubo en que las imágenes surgidas le obstaculizaban conducir la línea necesaria de conversación! En tales momentos, entraban los detalles, los recuerdos secundarios. La conversación llegaba a ser abundante, con salidas interminables hacia los extremos; él tiene que redoblar sus esfuerzos para volver al tema elegido. Sabía que era hablador, que debía estar alerta a fin de mantener el tema de la conversación, y ésto casi nunca le resultaba.”

El hecho de que en Shereshevsky el recuerdo de una imagen trajera consigo los recuerdos de otras imágenes las cuales traían consigo el recuerdo de otras imágenes se puede tomar como una prueba contundente de que en Shereshevsky, al igual que en todos nosotros, el mecanismo fundamental para recordarlo todo está basado en la memoria asociativa. El problema de Shereshevsky era que, mientras que para la gran mayoría de los humanos el acceso sucesivo a través de la memoria asociativa implica un pequeño esfuerzo, obteniendo de esta manera los recuerdos “bajo pedido”, en Shereshevsky tal mecanismo de control estaba ausente; no tenía que hacer esfuerzo alguno para poner en funcionamiento en base a su propia voluntad el mecanismo esencial de la memoria asociativa porque tal mecanismo en él prácticamente no existía, o si existía estaba fuera de su control que para el caso es lo mismo. Es interesante el hecho de que la carencia de un mecanismo de control sobre su memoria asociativa que para él fue un problema con el cual tuvo que lidiar toda su vida resultó ser precisamente lo mismo que lo convirtió en un mnemonista excepcional, demostrando con ello una vez más que no se puede tenerlo todo en la vida.

Dentro de cada uno de nosotros se encuentra un vasto archivo de memorias comparable únicamente a la información contenida dentro de una gran biblioteca. Sin embargo, si sólo vamos a utilizar una fracción pequeñísima de éste gigantesco archivo de información en la conducción y el manejo de nuestras vidas, podemos pasarla mucho mejor recordando únicamente las cosas que estamos interesados en recordar (que son al final de cuentas las únicas que recordaremos) y haciendo a un lado todo lo que no nos interesa ni nos es de utilidad alguna, evitándonos así los sufrimientos de aquellos como Shereshevsky que han terminado acosados por una cadena interminable de recuerdos que hubieran preferido olvidar.
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Ahora haga cuanto antes el lector un resumen muy breve concentrando lo más que se pueda aquellos puntos que le hayan llamado su atención o las cosas nuevas que crea haber aprendido con la lectura de este artículo.