La mejoría en la calidad de nuestra lectura no es algo que sólo se pueda apreciar de manera subjetiva. Si bien es cierto que el lector que después de haber tomado algún buen curso de lectura dinámica queda convencido de que ya está leyendo de una manera diferente y más efectiva, se le pueden medir y demostrar sus ganancias con números y gráficas que le permitan comparar el cambio que hubo al modificar sus hábitos de lectura. Para ello se recurre a exámenes psicométricos que midan la comprensión del material leído. Los exámenes psicométricos se basan todos ellos en la formulación de preguntas al lector, preguntas basadas todas ellas en el quién, el qué, el cuándo, el en dónde, el por qué y el cómo. Si el lector después de haber leído un material que se le proporciona puede contestar correctamente las diez o veinte preguntas que se le formulen acerca del material que leyó, estimamos que su comprensión del material fue de un cien por ciento. Y si solo puede responder correctamente a 16 de 20 preguntas que se le formulen, entonces su nivel de comprensión será del 80 por ciento. El hecho de que la comprensión del material leído no sea del 100 por ciento en todos los casos es lo que nos lleva a definir algo conocido como la velocidad efectiva de lectura. ¿Y qué es la velocidad efectiva de lectura? Definimos la velocidad efectiva de lectura como la velocidad de lectura (por ejemplo, 140 palabras por minuto) multiplicada por el porcentaje en la comprensión del material leído (por ejemplo, 68 por ciento del material) medido esto último mediante exámenes psicométricos que se pueden preparar para tales efectos. Expresado como una simple fórmula:
Velocidad efectiva = Velocidad de lectura × Comprensión
De este modo, si la velocidad de lectura en promedio es igual a 140 palabras por minuto y la comprensión del material es de un 68 por ciento, la velocidad efectiva de lectura será igual a 95 palabras por minuto.
Contrariamente a lo que pudiera creerse, y esto ha sido comprobado mediante muchos experimentos controlados de laboratorio, cuando un lector lento va adquieriendo su habilidad para la lectura veloz conforme su velocidad de lectura va en aumento, su comprensión de los materiales que lee en vez de disminuír también empieza a aumentar. Esto se debe a que sus regresiones hacia atrás para volver a leer material ya leído así como las pausas en las cuales sus ojos dejan de moverse dinámicamente (conocidas como fijaciones) disminuyen, con lo cual la información leída va entrando al cerebro de una manera más clara. Sin embargo, también se ha comprobado que esto no puede sostenerse indefinidamente. Eventualmente se llega a un punto en el que si se continúa elevando la velocidad de lectura el nivel de comprensión empieza a disminuír, a tal grado que la velocidad efectiva, lejos de aumentar, disminuye, aunque se esté leyendo a una velocidad mucho mayor.
Supóngase que tomamos a un lector veloz que está leyendo a una velocidad promedio cercana a las 300 palabras por minuto, y le aplicamos un examen inicial para medir su comprensión del material leído encontrando que su porcentaje de comprensión es de alrededor de un 80 por ciento. Su velocidad efectiva de lectura será de unas 240 palabras por minuto. Supóngase que de alguna manera lo empujamos a que lea a una velocidad promedio de unas 350 palabras por minuto, y le aplicamos un segundo examen de comprensión encontrando que su comprensión del material leído ha disminuído a un 70 por ciento. Su velocidad de lectura efectiva será de unas 245 palabras por minuto, lo cual no representa un incremento substancial. Supóngase ahora que de alguna manera lo empujamos a que lea a una velocidad promedio de unas 380 palabras por minuto, y le aplicamos un tercer examen de comprensión encontrando que su comprensión del material leído ha disminuído a un 62 por ciento. Su velocidad de lectura efectiva será de unas 234 palabras por minuto, lo cual ya representa una disminución en lugar de una ganancia. Si graficamos los resultados obtenidos muy posiblemente obtendremos una perspectiva estadística como la siguiente:
La habilidad para la lectura veloz se puede adquirir a cualquier edad, preferentemente cuando el interesado ha terminado sus estudios de escuela primaria y pueda leer ya por cuenta propia, cuando haya pasado del aprendizaje del alfabeto a la lectura ligera de cuentos y libros de texto propios de su edad. ¿Significa esto que únicamente los jóvenes que recién han egresado de la escuela primaria se pueden beneficiar de la práctica de la lectura dinámica. Interesantemente, no. Hay razones y estadísticas para suponer que los cimientos se pueden ir estableciendo desde muy temprano. La siguiente gráfica nos muestra la mejoría que se puede ir logrando desde el primer año de primaria hasta el décimo grado de la escuela primaria (en los países en los que la escuela primaria dura más allá de los seis años que dura en México):
En la gráfica se muestran los resultados típicos comparativos que se pueden obtener en grupos de niños antes de que hayan sido expuestos a algunas de las técnicas de la lectura dinámica así como los resultados obtenidos de los mismos grupos de niños después de que han recibido apoyo en el uso de las técnicas de lectura dinámica que están al alcance de ellos. Como puede verse, el incremento más notable ocurre en promedio cuando el niño está en su sexto grado escolar. El tope máximo mostrado es de 150 palabras por minuto, justo el punto en el cual se les puede considerar aptos para ser graduados de la lectura letra-por-letra a la lectura palabra-por-palabra y a la lectura de grupos de palabras completos que permite romper la barrera de las 150 palabras por minuto.
Ahora bien, cuando la factibilidad de la lectura veloz, como una habilidad alcanzable para cualquiera que esté dispuesto a poner un empeño en ello sin estar limitada a unos cuantos seres privilegiados por la Naturaleza, quedó asentada como un hecho real, esto fue reconocido como un paso importante en la autosuperación personal del individuo. Sin embargo, la práctica de la lectura veloz sacó a flote un obstáculo con el cual muchos pedagogos y psicólogos ya estaban familiarizados desde hace décadas.
Aunque los beneficios obtenidos con la lectura veloz son innegables, tarde o temprano puede salir a relucir que los resultados de aumento en la velocidad de lectura de acuerdo a exámenes psicométricos que confirman la adquisición de la habilidad empiezan a marcar un retroceso, causando la impresión de que los beneficios del entrenamiento eran temporales, lo cual carece de lógica ya que cada estudiante o profesionista tiene oportunidades de sobra para practicar día con día su habilidad recién adquirida para la lectura veloz, con lo cual se supondría que la habilidad debe ir mejorando cada día, pero nunca empeorar. Sin embargo, puede darse el caso de que sea necesario repetir un curso de lectura rápida para poder recuperar una habilidad aparentemente perdida. La interrogante no se hace esperar: ¿por qué algunos retienen de modo permanente la habilidad adquirida, mientras que otros aparentemente la pierden casi por completo? Los síntomas que presentan aquellos lectores que sufren una recaída son similares en muchos aspectos. Algunos se distraen con mucha facilidad al poco tiempo de iniciar la lectura, siéndoles difícil por alguna razón que desconocen el poder concentrarse como lo estaban haciendo. Otros se muestran aletargados poniendo poca atención en el material de lectura que estaban leyendo rápidamente al haber empezado una lectura. Hay otros que aunque se esfuercen por continuar leyendo a toda costa, terminan con una soñolencia letárgica que les produce un cansancio algo difícil de combatir, quizá terminando dormidos aunque no hayan estado desvelados. En el peor de los casos, los lectores que muestran un retroceso pueden quedarse con la mirada perdida en el vacío, en un estado que puede equipararse al del trance hipnótico.
Tales retrocesos tienen una explicación muy sencilla que será explicada más abajo. Los fracasos obtenidos en la aparente pérdida de la habilidad para la lectura veloz indicaron que había otro factor que no se estaba tomando en cuenta. Y no faltaron investigadores que señalaron que lo que se estaba observando era un fenómeno de sobra conocido mucho antes del advenimiento de la lectura veloz, algo que muchas personas habían experimentado en alguna época de sus vidas. Siendo así, en todo caso la lectura veloz lo que hace es amplificar por su naturaleza propia algo que de cualquier modo ya existía previamente como un hecho comprobado. Para determinar a ciencia cierta lo que ocurre cuando quienes han adquirido la habilidad para la lectura veloz muestran un retroceso y determinar si es posible tomar alguna acción correctiva, usualmente partimos de la hipótesis de que hay algo no sólo en el individuo sino también en el material escrito que en combinación simultánea pueda producir una recaída en la capacidad de lectura del individuo. Las investigaciones que se lleven a cabo trabajando sobre esta hipótesis se pueden canalizar a estudiar a cada individuo en particular y tratar de determinar cuándo y cómo cada individuo bajo estudio y observación “pierde” sus facultades para la lectura rápida. Invariablemente, se descubre que hay un punto preciso en el cual la persona que está leyendo algún material pierde la confianza en sí misma como lectora, punto en el cual la mente comienza a divagar desviándose cada vez más y más del material de lectura. Lo más interesante es que no sólo el ritmo natural para la lectura mental se abate, inclusive el ritmo para la comprensión de la lectura llevada a cabo con una velocidad vocal (pronunciando cada palabra como si se estuviese leyendo el material a otra persona) también disminuye hasta quedar la mente en blanco en casos extremos. Sin embargo, se encuentra que la explicación a todo esto resulta tan sencilla que tal vez por lo mismo no es fácil dar con ella (a veces, las cosas más sencillas son las que cuestan más trabajo).
A continuación se presentará una narración breve. Puede ser el capítulo de una novela que se está leyendo en estos momentos. O puede ser la descripción de un reportero sobre un conjunto de acontecimientos que ocurrieron hace mucho tiempo. Trate de leer la narración mediante la lectura veloz en un período de tiempo que no exceda unos dos o tres minutos. Sin embargo, es más importante que el lector se esfuerce por comprender el 100% de la narración que abarcar el pasaje en un minuto, si le lleva dos o tres o más minutos eso no será tan crucial en estos momentos que vamos por un cien por ciento de comprensión. Constrúyase una imagen mental lo más correcta posible de la narración que se dá.
LECTURA DE COMPRENSION
“Como todos los días, éste parecía ser un día como cualquier otro, sin que hubiera nada nuevo que pudiera alterar el silencio de la habitación. Los pensamientos eran los mismos y, a decir verdad, todo parecía indicar que se repetiría la misma rutina de siempre, con la misma gente, con las mismas costumbres. No había cambio alguno en las cosas que ocurrían desde que amanecía hasta que anochecía. Quizá era mejor que las cosas siguieran así, porque cualquier cambio tan podía ser bueno como podía ser malo. No había forma de controlar los caprichos del destino. Cuando las cosas permanecen como están, no existe riesgo alguno, aunque la repetición de la misma escena cada día pueda resultar aburrida hasta el fastidio. Sin embargo, prefería mantener la misma forma de vida antes que experimentar algún cambio de importancia. De cualquier modo, sabía que tarde o temprano las cosas tenían que cambiar de una manera u otra. Era una ley de la existencia.
Al asomarse por la ventana, pudo ver a su hermana recargada a un lado de la tipa que estaba en el centro del jardín. El salvado que ella tenía en sus manos le proporcionaba un alimento pasajero mientras se deleitaba con el glauco del jardín que la rodeaba. Ocasionalmente, su mirada se quedaba fija en un otero que se distinguía en la lejanía. Todas éstas cosas le hacían sentirse ledo, por insignificante que pareciesen.
Aunque él no era salaz, sus concupiscencias salían a flote con la cercanía de la aya llegada de Oriente, cuyo descote siempre llamaba la atención. De cualquier manera, fogeado como estaba en falencias, siempre actuaba con precaución.
De pronto, una voz lo sustrajo de sus pensamientos. Habían llegado los hacendados a la reunión convocada por él para discutir el problema de la roya. Estaban presentes Don Ramón y sus hijos, Carlos y Antonio, Don Demetrio Rodríguez; Don Carlos Hernández y Don Mario Olivares también estaban presentes. Todos ellos tenían un interés en común y lucharían hasta el final combatiendo al enemigo funesto que amenazaba con quitarles el producto de tantos años de trabajo y de esfuerzo. No permitirían que el destino les arrebatase algo que habían logrado a costa de tantos sufrimientos y sacrificios. Para ello, unirían sus esfuerzos y trazarían un plan de acción, lo cual esperaban lograr con ésta junta que estaba por celebrarse.”
Exceptuando a las personas que posean un buen vocabulario, si usted es como la mayoría de las personas que han leído la narración de arriba por vez primera, lo más seguro es que empezó leyendo los primeros renglones sin mayores dificultades. Sin embargo, aunque tal vez no se haya dado cuenta de ello, al llegar al segundo párrafo posiblemente usted comenzó a perder velocidad. Al continuar con el tercer párrafo, siguió perdiendo velocidad en forma gradual hasta llegar al cuarto párrafo en donde tal vez hubo una ligera mejoría temporal en la velocidad de la lectura, aunque ya sin el ímpetu original con el cual había empezado.
Veamos ahora algunas definiciones tomadas directamente del diccionario, poniendo especial atención a todas aquellas palabras que puedan modificar la imagen mental que nos habíamos formado de la narración leída:
tipa.- Arbol de gran porte de la familia de las leguminosas, de madera dura empleada en la carpintería y mueblería; se cultiva en calles y parques.Si desconocía el significado exacto de alguna o varias de las palabras cuya definición se ha dado arriba, vuélvase a leer nuevamente la narración dada. ¿Hay algún cambio en la imagen mental que usted tenía de la narración como consecuencia de las definiciones dadas?
salvado.- Cascarilla que envuelve al trigo, y se mezcla con la harina de la molienda.
glauco.- Color verde claro.
otero.- Carro aislado en un llano.
ledo.- Alegre, contento.
salaz.- Lujurioso.
concupiscencia.- Deseo inmoderado de los bienes terrenos y de los goces sensuales.
aya.- Mujer encargada del cuidado y crianza de los niños.
descote.- Corte entrante realizado en una prenda de vestir alrededor del cuello, o en el sitio donde se cosen las mangas.
foguearse.- Acostumbrarse a las penalidades de un estado o de una ocupación.
falencia.- Engaño o error.
roya.- Enfermedad producida por un hongo de las uredíneas, que parasita diversas plantas cultivadas.
Como medio de comunicación entre dos o más seres humanos, la palabra escrita presenta ciertos detalles y características que le son únicos en su especie. En efecto, cada palabra se puede considerar como un código simbólico con un significado preciso e inalterable. Para que la comunicación sea efectiva, se requiere que tanto el que escribe un mensaje de texto como el que lo lee le den el mismo significado a cada palabra, tienen que estar en un acuerdo perfecto y total sobre cada palabra que están utilizando para intercomunicarse. Ocurre lo mismo con las computadoras, basta un fallo en un solo bit de información en un programa de computación para que la secuencia consecutiva que debería ejecutarse sin problema alguno se vaya al traste. Podemos visualizar mejor esta situación imaginando una caja fuerte cuya combinación consiste en una serie de letras en lugar de una serie de números. Para poder tener acceso al interior de la caja fuerte, tenemos que utilizar la secuencia exacta de letras; de lo contrario nunca tendremos acceso al interior de la caja. Y esto es exactamente lo que ha ocurrido con todos aquellos que han tenido dificultades con sus estudios o con la lectura veloz.
Toda lectura procederá normalmente en tanto que el lector comprenda y pueda definir cada una de las palabras que va leyendo. Si en un momento dado tropieza con una palabra desconocida, entonces la pregunta que surgirá automáticamente en la mente es: ¿qué quiere decir ésto?, ¿qué significa? Si la persona insiste en continuar con su lectura sin preocuparse por darse el tiempo para consultar el significado de dicha palabra, la duda persistirá e impedirá la lectura cómoda del material que se está leyendo. Este conflicto mental interno persistirá hasta que no se haya definido aquella palabra que implantó la duda, hasta que no se le haya aclarado perfectamente a la mente el significado de la palabra. La única acción correctiva que se puede tomar es consultar un diccionario y esclarecer el significado de la palabra desconocida convirtiéndola en una palabra definida, aclarada, conocida.
Existe otro caso más difícil de detectar; que es el de la palabra malentendida (o sea, aquella palabra a la que el lector le ha dado su propio significado, el cual es diferente del significado real de dicha palabra). En el caso de la palabra desconocida, la persona sabe muy bien cuáles palabras no conoce y puede tomar acción correctiva inmediata. Sin embargo, en el caso de la palabra malentendida, la persona está o cree estar completamente segura de que conoce el significado correcto de dicha palabra, aunque esto no sea así. Inclusive puede dar de inmediato una definición (errónea) de la palabra si alguien se la llega a pedir. Naturalmente, si esto ocurre, la otra persona se dará cuenta del error, a menos de que tenga también el mismo malentendido (lo cual es poco probable). Esto último es la base para la terapia correctiva de la palabra malentendida. El primer paso consiste en determinar el punto en el cual el lector comenzó a perder velocidad o interés en la lectura. El siguiente paso consiste en pedirle al lector confuso las definiciones de cada una de las palabras de lo que leyó en la sección en la cual empezó a tener dificultades. En cuanto se determina cuál es la palabra cuyo significado erróneo ha causado los problemas, se le hace leer en voz alta a la persona de un diccionario la definición correcta de dicha palabra, haciendo que la persona utilice la palabra en varios ejemplos hasta que dicha palabra ya no cause dificultades.
Para comprender el daño que puede causar una palabra maltentendida, imaginemos a una persona que cree que la palabra crepúsculo (la cual sabemos que quiere decir “noche”) significa “sombrero”. Veamos qué interpretación le daría dicha persona a las siguientes frases:
“Cuando se puso el crepúsculo, Angélica se veía mucho más bonita.”Según la primera frase, Angélica se veía más bonita con el sombrero puesto, lo cual parece tener sentido. En la segunda frase, el guardia veía con dificultad porque se le había caído el sombrero, tal vez de lado, dificultándole la visión. La frase parece algo extraña, aunque es posible que tal cosa ocurra. En la tercera frase, los murciélagos atacan valiéndose para ello de un sombrero. Esto tiene muy poco sentido fuera de las historietas cómicas o de la ciencia-ficción, restándole seriedad a la lectura. Nótese que en todos los casos la imágen mental producida es una imágen errónea.
“Con la caída del crepúsculo, el guardia veía con algo de dificultad lo que ocurría en la prisión.”
“Los murciélagos atacan al amparo del crepúsculo.”
Se ha encontrado que en muchos estudiantes su fracaso se debía exclusivamente a palabras que les eran desconocidas o malentendidas. Inclusive a nivel universitario ha habido quienes descubren que las bases en las cuales sustentaban toda su estructura de conocimientos eran bases falsas. Por ejemplo, se han visto estudiantes de medicina que definen correctamente al hígado como una víscera sin estar totalmente seguros de lo que es una víscera; y a estudiantes de ingeniería metalúrgica que no pueden distinguir la diferencia que hay entre un cristal, un mineral y un elemento (acostumbrados como estaban a manejar fórmulas complejas de balances de material). Si alguna vez hubo una causa fundamental de la deserción escolar y del fracaso de los programas educativos modernos, es precisamente lo que acabamos de mencionar. Es por ello que podemos asegurar de modo terminante que todo aquél que insiste en leer algo repleto de palabras que desconoce o que no comprende está perdiendo su tiempo.
Pasamos ahora al estudio de los homónimos, los cuales constituyen una fuente inagotable de palabras mal entendidas.
No es raro que un estudiante de lenguas extranjeras tropiece con dificultades al encontrar palabras que se escriben de modo idéntico pero que poseen significados totalmente diferentes de un idioma a otro. Por ejemplo, mientras que la palabra slip quiere decir “desliz” en Inglés, en Francés la misma palabra indica “calzoncillos”. Si para nosotros la palabra dos indica un número, para un francés significa “espalda”. El francés interpretaría la palabra peine como “pena, castigo, problema”; mientras que a nosotros dicha palabra nos recuerda un instrumento para el arreglo y el cuidado del cabello. Si vemos escrita la palabra sable no dudamos en identificarla como la descripción de una especie de “espada”, mientras que para un norteamericano dicha palabra representa el color “negro”.
Sobra decir que, en ocasiones, el estudiante de lenguas extranjeras tiene que gastar un esfuerzo considerable para poder “desprogramar” de su memoria la identificación automática que le había dado a este tipo de palabras, y volver a “reprogramarla”con los significados diferentes que poseen, teniendo que vencer los hábitos de uso que le había dado a dichas palabras por tantos años en su idioma natal.
Por desgracia, el estudiante de lenguas extranjeras no es el único que tiene que hacer frente a estos problemas. Aún dentro de nuestro propio idioma contamos con una cantidad enorme de homónimos, palabras idénticas que poseen significados muy diferentes que a veces nos pueden confundir. Lo peor del caso es que estas palabras no son la excepción sino la regla, y en su mayoría son las palabras más comunes las que producen homónimos. Por ejemplo, la palabra gloria tiene por lo menos nueve significados diferentes. Es por esto que debemos estar armados todo el tiempo con un buen diccionario y mirar con desconfianza aquellas palabras cuya inserción en una frase no parece muy lógica o que disminuyen la velocidad de nuestra lectura.
Con cierta frecuencia, encontraremos que el empleo de un solo diccionario no basta para sacarnos de dudas. Consideremos, por ejemplo, el caso particular de un estudiante de gramática que desea saber cuáles son las definiciones correctas del gerundio y del participio. Si echamos mano del diccionario Pequeño Larousse Ilustrado, encontraremos las siguientes definiciones:
participio.- m. Parte de la oración así llamada porque participa a la vez de las cualidades del verbo y del adjetivo.Por otro lado, en el Diccionario Kapelusz de la Lengua Española encontramos las siguientes definiciones:
gerundio.- m. Gram. Forma verbal invariable que expresa la acción como ejecutándose de presente: “estaban hablando por los dos”.
participio.- s.m. Derivado verbal que termina en -ado (amado) o en -ido (temido, partido) cuando procede de verbos regulares.Evidentemente, aunque ambos diccionarios están comunicando la misma idea, los dos tienen una manera diferente de expresarla. Corresponde al lector determinar cuál de las dos definiciones a una misma palabra le puede ser más útil. De cualquier modo, el tener por lo menos dos diccionarios diferentes a la mano le dá la oportunidad al lector de poder contar con una segunda opinión en el momento que así lo desee (y todo a un costo relativamente mínimo en comparación con las ganancias obtenidas).
gerundio.- s.m. Derivado verbal terminado en -ando (amando) o en -iendo (temiendo, partiendo) que explica una acción en proceso.
Otra razón por la cual queremos tener por lo menos dos diccionarios a nuestra disposición es porque existen palabras que no se encuentran en un diccionario pero sí se encuentran en otro y vicevers (por ejemplo, las palabras isocórico y eosina se encuentran definidas en el Diccionario Kapelusz de la Lengua Española mientras que dichas palabras no aparecen en el Pequeño Larousse Ilustrado; del mismo modo las palabras peán y ribaldo las podemos encontrar en el Pequeño Larousse Ilustrado, pero éstas palabras no aparecen en el Diccionario Kapelusz de la Lengua Española).
La palabra desconocida o malentendida es posiblemente la barrera más importante a la lectura y al estudio. Resulta interesante el hecho de que el remedio para esto fue proporcionado desde 1889 por una educadora norteamericana, Virginia Waddy, en su libro Elements of Composition and Rhetoric, en el cual asentó lo siguiente en las páginas 133-134 del capítulo 8 de su libro de 416 páginas:
1. Siempre tómese nota de cualquier palabra nueva, con el objetivo siempre en mente de asegurarse de su significado preciso y de su uso.
2. Hágase uso constante de un diccionario. Es la práctica de muchos grandes escolares el jamás dejar pasar una sola palabra sin llevar a cabo un examen de la misma si hay la menor duda acerca de su origen, pronunciación o significado.
3. Estúdiese etimología. Es útil para rastrear el origen, la composición y el significado primario de las palabras. No se debe olvidar, sin embargo, que muchas palabras no significan hoy lo que alguna vez significaron, o lo que la derivación de dichas palabras parecería sugerir.
La propiedad consiste en usar las palabras en su sentido propio. Aquí, como en el caso de la pureza, el uso correcto es la prueba principal. Importa poco lo que significan los elementos primarios de una palabra, o lo que haya sido el significado de una palabra; tenemos que usar las palabras como otros las entienden, o violar la propiedad. Las impropiedades surgen principalmente de una aparente analogía entre palabras, o por una ignorancia en su uso autorizado.
Jamás debe pasarse por alto una palabra desconocida o incomprendida. Una palabra desconocida o maltentendida seguirá siendo maltentendida o seguirá siendo desconocida hasta que uno procure el significado correcto de la palabra. Una vez que la persona comprende plenamente el significado de una palabra malentendida, se puede proseguir nuevamente con la lectura inclusive a paso veloz... hasta que se tope uno con la siguiente palabra desconocida o malentendida. Sólo cuando uno entiende todas las palabras usadas en cierto pasaje de texto puede uno aspirar a tener una comprensión del 100 por ciento del texto.
Si hemos de acostumbrarnos a una práctica para vencer esto que es el principal obstáculo en el aprendizaje, esto es, la palabra desconocida o malentendida, siguiendo los consejos de Virginia Waddy y teniendo a la mano una herramienta de consulta tan poderosa como lo es el Internet podríamos fijarnos lo siguiente como disciplina:
1. Tener un diccionario a la mano desde antes de que demos comienzo a una lectura, de forma tal que podamos aclarar el significado de cualquier palabra o símbolos malentendidos que vayamos encontrando por nuestro camino; de preferencia un diccionario simple pero que sea bueno en el sentido de que no tenga palabras rebuscadas en las definiciones de las palabras que a su vez tengan que dilucidarse.
2. Al encontrar una palabra o un símbolo que no se comprenda, deténgase la lectura, y búsquese en el diccionario el significado de dicha palabra o símbolo. Examínense las varias definiciones que pueda tener la palabra (hay palabras que pueden tener dos o más significados distintos) para encontrar la definición que se aplique al contexto en el cual se haya malentendido la palabra. Léase la palabra y háganse oraciones utilizando la palabra con ese significado hasta tener un concepto claro del significado de la palabra malentendida o desconocida.
Veamos a continuación en una gráfica el efecto posible que puede tener sobre la lectura dinámica el continuar con la lectura de algo cuando se ha pasado por encima de alguna palabra desconocida o a la cual se le ha dado una interpretación errónea:
Al dar inicio a su lectura, el lector estrenando su habilidad recién adquirida para la lectura veloz empezó con una velocidad cercana a las 320 palabras por minuto, hasta que poco después de los dos minutos se topó (1) con una palabra desconocida, tratando de continuar adelante de cualquier modo con su lectura sin aclarar plenamente con un diccionario el significado de esa palabra que era importante para entender el significado del texto que le seguía. Con la mente empezando a divagar preguntándose cuál podría ser el significado de esa palabra desconocida mientras el lector insiste en continuar adelante como si nada hubiera pasado, la velocidad de la lectura se ha colapsado a unas 220 palabras por minuto. El lector se esfuerza por tratar de seguir comprendiendo lo que va leyendo aunque tiene dificultades para lograrlo, y para su mala suerte poco después de los tres minutos de lectura se topa con otra palabra que cree conocer pero cuyo significado es una cosa totalmente diferente de lo que siempre ha supuesto, y en este punto (2) su lectura sufre un nuevo desplome cayendo a unas 125 palabras por minuto. Aquí se encuentra leyendo ya a una velocidad a la cual podría leer vocalmente unas dos palabras por segundo. Esto continúa hasta que poco después de los cinco minutos de lectura se encuentra (3) con otra palabra desconocida, que sumada a los malentendidos anteriores ha deprimido ya la velocidad de lectura por debajo de las 50 palabras por minuto. A éstas alturas, posiblemente siente que la lectura le está provocando cansancio y quizá hasta sueño, como si su mente se estuviera desconectando de su cerebro, y posiblemente empieza a distraerse con la mirada perdida en el vacío. Y lo peor de todo es que si intenta volver a leerlo todo de nuevo desde el principio su entendimiento y comprensión de lo leído no mejorarán apreciablemente como tampoco mejorará su velocidad de lectura, al no haberse aplicado las medidas correctivas a las verdaderas causas del problema.
La aclaración de palabras es ayudada enormemente con la técnica de la imagen mental que fue estudiada en un capítulo previo. Esto requiere que, además de consultar un diccionario para leer la definición de una palabra que nos es desconocida o que esté malentendida usándola en dos o tres oraciones distintas (y además de consultar el origen -etimológico- de las raíces o de la historia que dieron origen a dicha palabra), veamos una imagen que represente a dicha palabra. A esto se le llama darle “masa” a una palabra. Nada ayuda tanto al entendimiento pleno y la comprensión del significado de una palabra como el darle “masa” a su definición. Tómense por ejemplo las siguientes definiciones:
chibuquí.- Pipa de tubo largo que se usa en Oriente.
tomahawk.- Arma de guerra de los indios de Norteamérica en forma de hacha.Lo anterior es la definición verbal de lo que representan cada una de las cuatri palabras. Veamos ahora la definición visual de las mismas, empezando por la del chibuquí:
cherokee.- Tribu de indígenas, los más ilustrados de Norteamérica.
sestercio.- Antigua moneda romana de plata, cuyo valor equivalía a un cuarto de denario.
Ahora veamos lo que es un tomahawk:
Y a continuación tenemos a dos cherokees:
Por último, esto es lo que viene siendo un ejemplo de un sestercio:
En otros tiempos, el enorme costo involucrado en tratar de inundar un diccionario con imágenes e ilustraciones para convertirlo en un diccionario ilustrado (como el Larousse) así como los espacios limitados de volumen para poder incluír todo tipo de imágenes gráficas limitaban severamente este recurso para uso exclusivo de las enciclopedias de varios volúmenes, igualmente caras y requiriendo de un amplio espacio dentro de cualquier casa. Pero con el acceso a Internet, estas limitaciones han quedado solventadas casi por completo.
Hay, desde luego, palabras a las que no resulta tan fácil darles “masa”, como las siguientes:
palingenesia.- Regenerar, acción por la que se reproduce a su forma original un cuerpo descompuesto reuniendo sus elementos.En estos casos, resulta útil revertir a la práctica de usar tales palabras en dos o tres oraciones para que el significado de las mismas nos quede claro en nuestras mentes. Por ejemplo, en el caso de la palabra palingenesia, podemos crear tres frases como las siguientes:
in petto.- Expresión tomada del italiano para significar en secreto, en lo íntimo del corazón, dentro del pecho.
Panurgo.- Uno de los personajes del libro de Rabelais Gargantúa y Pantagruel. Agente habilidoso, sutil, astuto, libertino y cobarde.
crispín.- Personaje cómico de la antigua comedia francesa.
sansimoniano.- El que sigue y practica la doctrina del célebre socialista Saint-Simón, cuya base es la igualdad.
carlismo.- De carlismo, opinión de los carlistas o partidarios de Carlos X de Francia.
“En cierto modo, el dictador Don Porfirio Díaz pretendía ser una palingenesia de Napoleón Bonaparte”No podemos cerrar éste capítulo sin una palabra de advertencia. Habrá ocasiones en que el proceso de adquisición de nuevas palabras se antojará como un camino demasiado largo que no vale la pena recorrer. Sin embargo, el lector debe hacer un análisis de conciencia y reconocer que muchos de los problemas que tuvo con su aprendizaje en la escuela eran ocasionados por palabras que no conocía o por palabras malentendidas que creía poder definir con precisión. Tarde o temprano tendrá que hacer frente a éste problema, con el agravante de que tendrá el reloj en su contra. La vida moderna nos bombardea en forma continua con un sinnúmero de neologismos y de palabras cuyo significado u origen no conocemos a fondo, tales como plásmido, láser, oncología, teflón, OPEP, transistor, endocrinología, interferón, y muchos más.
“Aquella construcción era una palingenesia de una pirámide de Egipto”
“La resurrección en la que creen muchos cristianos es el epítome de lo que vendría siendo la palingenesia de los ya fallecidos”
Aunque la tarea de enriquecer nuestro vocabulario toma su tiempo, no es algo imposible de lograr. Si una persona se conformara con dominar a la perfección tres palabras nuevas cada día, en un año contaría con un repertorio de 1095 palabras adicionales. En tres años vería elevar su vocabulario en unas 3,285 palabras. Se ha estimado que un vocabulario de unas 6,500 palabras puede ser suficiente para hacer frente a las necesidades más básicas del mundo moderno, mientras que un vocabulario superior a las 10,000 palabras capacita a su poseedor para poder alternar dentro de algunos círculos técnicos especializados.
No crea ni siquiera por un momento el lector que los efectos devastadores de la palabra indefinida están limitados a lo que leemos en el material escrito. Si consideramos el texto escrito como un flujo continuo de palabras que nos están llegando de la pluma (o del teclado) de un escritor, igual podríamos considerar esas palabras como lo que nos estaría diciendo con sus propios labios el mismo escritor (en un monólogo, desde luego, nada de diálogo) si lo tuviéramos cara a cara. De hecho, el lector seguramente ya ha tenido muchas experiencias en su vida cotidiana o en su vida escolar a causa de los efectos de la palabra indefinida. ¿Recuerda el lector alguna clase o seminario en donde le iba entendiendo todo perfectamente bien al maestro o al expositor, hasta que éste metió en su cátedra una palabra cuya definición ignorábamos y de la cual dependía el resto del hilo conductor de la charla, a partir de lo cual mientras el maestro continuaba con su explicación la mente del oyente empezaba a divagar poniéndole cada vez menos atención, y el oyente por temor a ser objeto de burla de sus compañeros no se atrevía a detener al expositor pidiéndole la aclaración de la palabra a partir de la cual su mente empezó a desconectarse? Es lo mismo. A ciencia cierta, siempre deberíamos traer un buen dicccionario a la mano por dondequiera que vamos (en otros tiempos, no resultaba muy práctico andar cargar un diccionario como el Pequeño Larousse Ilustrado por todos lados a dondequiera que íbamos por el simple incomodidad de tener que andar llevando ese libro en nuestras manos; pero en estos tiempos de las tabletas electrónicas muchas de las cuales traen un diccionario integrado o inclusive varios, esto ha dejado de ser un obstáculo). Al igual que un eficiente analista militar de los mensajes secretos del enemigo, nuestra mente puede ir decodificando rápidamente el significado de la conjunción de los símbolos que estamos leyendo, pero ello siempre y cuando el significado de todos los símbolos sea localizable en la “gran tabla” guardada en algún lugar de nuestro cerebro. Si algún símbolo le es desconocido, o peor aún, si tiene la interpretación errónea para algún símbolo o grupo de símbolos, la mente puede y suele “desconectarse” en ese justo instante rehusándose a continuar con su proceso automático de decodificación, o bien, tratar de inventarle un significado a la palabra indefinida de acuerdo al contexto de las otras palabras que le rodean, lo cual es algo que se presta a numerosos errores y que en rigor de verdad es la fuente de muchas palabras malentendidas.
De cualquier modo, si la persona insiste en comprender y en estudiar cada palabra nueva con la que entra en contacto o aclarar el significado correcto de aquellas palabras que no puede definir adecuadamente, eventualmente llegará el momento en el que la persona ya no “descubrirá” muchas palabras nuevas en su lectura cotidiana. Y descubrirá que puede leer a mayor velocidad y sin ninguna dificultad casi todo el material que se le presente. Habrá dejado de ser el esclavo de la palabra escrita par convertirse en el amo absoluto de la misma.
EJERCICIOS
1.- Dar la definición de una palabra significa poder dar una descripción de su significado usando las palabras de uno mismo sin necesidad de tener que recurrir a ejemplos específicos. Por lo general, una buena definición es breve, no ocupa más de unas veinte o treinta palabras. Cuando alguien requiere de muchas palabras o de explicaciones largas para darle una definición a una palabra, ello es una buena señal de que la persona desconoce la definición de una palabra. Muchas personas se asombran cuando descubren al ser sometidas a un examen del conocimiento de las palabras que en realidad son incapaces de poder darle una definición a muchas palabras que usan cotidianamente. Tómese por ejemplo la palabra color. Muchos saben lo que significa dicha palabra. O mejor dicho, creen que saben el significado de dicha palabra. Pero cuando se les pide una definición de la misma, es muy probable que digan algo como: “color es algo así como el rojo y el amarillo”. Esto, desde luego, no es una definición para la palabra color, son ejemplos del uso de la misma. Una cosa es dar un ejemplo del uso de una palabra, y otra cosa es definirla. Y si no se le puede definir, en realidad es una palabra imprecisa para quien la usa. Tómese también, por ejemplo, la palabra “estar”. Muchos creen que saben perfectamente lo que significa dicha palabra, después de todo la usan todos los días. Pero cuando se les pide escribir una definición breve de la misma, se asombran cuando descubren que no pueden escribir nada que no recurra a algunos ejemplos. Una definición correcta de la palabra “estar” es “existir en un lugar especificado”. Y sin embargo, muchos son incapaces de poder escribir algo tan sencillo cuando se les pide la definición de dicha palabra. Es por ello que la práctica del uso correcto de un diccionario debe ser parte integral del lector dinámico. A continuación, se presenta una lista de 66 palabras. Escríbase en un pedazo de papel una definición para cada una de dichas palabras, y si no se puede hacer tal cosa consúltese un diccionario para aclarar el significado de aquello que no pudo ser definido. ¿A cuántas palabras de las 66 palabras que se presentan a continuación cree el lector que les puede dar una definición sin usar mucho tiempo para pensar en la definición que dará? (Si todas las palabras le fueran desconocidas en su significado preciso, con sólo aclarar dos palabras diariamente podría agregarlas a su acervo en poco más de un mes.)
oleaginosa.-
enema.-
estar.-
infarto.-
charretera.-
epístola.-
corpúsculo.-
adjetivo.-
rodaja.-
dintel.-
emoción.-
magnetismo.-
sentir.-
ojiva.-
bacilo.-
seglar.-
abismal.-
flemático.-
síntesis.-
arbitrio.-
arbitrario.-
derviche.-
2.- A continuación se presenta un extracto de literatura típica que se encuentra en los libros de medicina. Trate de leerlo usando las técnicas de la lectura veloz. Sin embargo, si en el transcurso de su lectura encuentra una palabra cuyo significado le es desconocido o poco claro, detenga su lectura inmediatamente y consulte la definición correcta de dicha palabra en un diccionario hasta que el significado de la palabra esté perfectamente aclarado. Una vez que esté totalmente seguro del significado de dicha palabra, continúe leyendo de éste modo hasta terminar con su lectura.
círculo.-
circunferencia.-
aftosa.-
fisión.-
hemático.-
ceño.-
tiple.-
germanía.-
acrílico.-
emulsión.-
marsupial.-
conocer.-
electricidad.-
materia.-
espacio.-
angustia.-
tecnología.-
rescoldo.-
barroco.-
odiar.-
flanco.-
punto.-
alcaparra.-
tiempo.-
esperar.-
color.-
astringente.-
bienio.-
línea.-
dispepsia.-
potencia.-
vermiforme.-
meditar.-
virus.-
método.-
recta.-
calistenia.-
incruento.-
díscolo.-
glándula.-
artero.-
ley.-
vendimia.-
embrague.-
“Frecuentemente, la tumefacción de los ganglios en el sistema linfático es un síntoma de la existencia de una infección (tal vez relacionada con un foco purulento ligado, por ejemplo, a una otitis) de estreptococos, no siendo rara la presencia de estafilococos. Una amigdalitis puede preceder éste tipo de afección. Puesto que la etiología del mal es casi siempre explicada por la presencia de gérmenes patógenos, el tratamiento indicado se lleva a cabo mediante un antibiótico como la penicilina (el cual debe ser vigilado de cerca para evitar una condición de choque anafiláctico). No habiendo una profilaxis específica para éste tipo de mal, lo más indicado es sujetar al paciente a un tratamiento con antibióticos en cuanto aparezcan los primeros síntomas y se confirme el diagnóstico de la infección con pruebas de laboratorio. Si se retarda el tratamiento, la prognosis del mal incluirá complicaciones tales como la nefritis, con la consiguiente infestación del tracto urinariio. En caso de aparecer síntomas adicionales tales como una disnea o una cefalea, lo más probable es que se hayan desarrollado complicaciones en el organismo afectado. También la presencia de otras alteraciones tales como la existencia de concreciones renales o una presión diastólica alta pueden dificultar la administración de una terapia efectiva a corto plazo.”
4.- Es muy importante no confundir la palabra indefinida con la palabra que simplemente está mal escrita. La palabra indefinida es una palabra que no conocemos o cuyo significado correcto no entedemos bien dándole posiblemente un significado diferente al que realmente tiene, mientras que la palabra mal escrita puede ser una palabra cuyo significado sí conocemos y la cual podemos definir correctamente sin titubeos. Una de las características del lector ineficiente es que suele hacer pausas para fijarse quizá demasiado en las palabras que adolecen de errores tipográficos, conviertiéndose en efecto en un “cazador de errores”, perdiendo su tiempo lastimosamente en algo que su mente puede corregir automáticamente.
Léase a un paso de velocidad de lectura normal, sin detenerse en los errores de escritura, la siguiente porción de texto tomada de la obra La Lectura Rápida: Técnicas de Estudio elaborada por el Profesor Román Abades Pous: