jueves, 28 de agosto de 2008

Lectura de Práctica Cronometrada # 022

Las herramientas de la lectura dinámica no sólo son aplicables a lo que leemos día con día. También son aplicables a todo lo que escuchamos en nuestra conversación cotidiana, todo lo que escuchamos de los oradores en los eventos públicos a los que vamos, todo lo que nos diga alguien en un salón de clases, en fin, todo lo que tenga que ver con la palabra hablada.

A continuación tenemos algo que dijo un orador a un auditorio (esto está tomado de la vida real). En esta Lectura de Práctica Cronometrada, no sabiendo de antemano aquello de lo cual nos hablará el orador, tenemos que estar listos para ir recogiendo dato tras dato todo lo que tenga que ver con un quién, con un qué, con un en dónde, con un cuándo, con un por qué, y/o con un cómo. Si fuéramos buenos reporteros trabajando para un periódico, una revista o un canal de televisión, tendríamos listo un bloc de notas para ir apuntando rápidamente cualquier nombre (quién), cualquier fecha (cuando), cualquier lugar (en dónde) que vaya mencionando el orador en su discurso, porque esos son datos específicos, susceptibles de ser verificados posteriormente. Lo que haremos aquí, en efecto, es estar listos y atentos con las seis llaves mágicas a nuestra disposición para extraer el  “jugo” de lo que dirá el orador. Cabe notar que, en la vida real, difícilmente más de un diez por ciento del palabrerío que surja de los labios de un orador serán datos “sólidos”, datos firmes que vale la pena anotar en un bloc de notas, y en su mayor parte el 90 por ciento restante será material de relleno metido para que el discurso o la ponencia no dure únicamente unos cuantos segundos o unos cuantos minutos.

Se recomienda que el lector tome mediante el procedimiento de copiado y empastado el texto del que trata esta práctica, para insertarlo dentro de la ventana principal de alguna herramienta como Spreeder. fijando una velocidad de 600 palabras por minuto y tomando dos o tres palabras a la vez (se le dejará al mismo lector la tarea de escoger el número de palabras que tomará en cada golpe de vista, a estas alturas tal vez el mismo lector sabrá mejor que nadie cuáles son sus capacidades de lectura a estas alturas dentro de las dos variables que hemos estado manejando, o sea velocidad de lectura en palabras por minuto y número de palabras leídas en cada golpe de vista). Y aunque una velocidad de 600 palabras por minuto pueda parecer algo elevada para algunos, el material es lo suficientemente ligero como para presionar al máximo nuestras capacidades de lectura para sostener la velocidad propuesta de 600 palabras por minuto.

Damas y caballeros, estimable público aquí presente:

Es para mí un verdadero honor estar aquí de pie ante este distinguido auditorio dirigiendo unas cuantas palabras que espero con toda la sinceridad de mi corazón que puedan ser de utilidad en las tareas que los que están aquí presentes llevarán a cabo en un futuro próximo atendiendo la misión que le haya sido encomendada a cada quien en particular de acuerdo a sus respectivas habilidades, labores que habrán de llevar a cabo seguramente poniendo su mejor empeño y dedicación como estoy seguro que ocurrirá cuando se confía en alguien para alguna tarea en particular esperando que haga lo mejor de su parte que le corresponde de un modo responsable al igual que cualquier ciudadano que atendiendo sus deberes cívicos ofrece lo mejor que puede dar siempre pensando en el progreso y bienestar no sólo de sí mismo y de su familia sino de la sociedad dentro de la cual convive y lleva a cabo sus actividades cotidianas.

Les decía a todos ustedes que en atención a los sucesos recientes que ciertamente deben ser tomados en cuenta con mucho cuidado para cualquier planificación que se tenga que hacer relacionado con lo nuestro, esto es, con lo que nos une en lazos de fraterna amistad e igualdad, siempre escrupulosos en la administración de nuestro tiempo para no desperdiciarlo en cosas que no vienen al caso y que están fuera del ámbito de nuestros objetivos, aunque no todo lo que parece es lo que parece ser y no todo lo que no parece podría muy bien serlo.

Estoy consciente, desde luego, y respetando la gran diversidad de opiniones y pensamientos que pueda haber en lo que estoy exponiendo, que no todos estará completamente de acuerdo con lo que aquí les deje a su buen criterio, y ciertamente yo no esperaría una uniformidad absoluta de opiniones en una sociedad o en un grupo en el cual hay seres pensantes con formaciones culturales diversas y cuyos entornos sociales pueden ser distintos. La misma Naturaleza nos ofrece ejemplos de diversidad, y en el género humano el que no todos estemos de acuerdo absolutamente en todo es algo que puede y debe esperarse, porque cada quien es diferente a su propia manera de acuerdo a la forma en la que fue criado y de acuerdo a la educación que se le dió así como el temperamento particular que ya es cosa de cada persona como lo son sus gustos y sus preferencias. De cualquier modo, y aunque no podamos estar de acuerdo en todo, sí podemos al menos establecer una base común sobre la cual podamos trabajar en objetivos comunes al igual como ocurre en un ejército en el que aunque se reconoce que cada soldado tiene su propia personalidad de cualquier modo se marcha en torno a cierto objetivo o a cierta tarea bajo la cohesión que dá la disciplina común con la cual se logra obtener el orden para poder alcanzar las metas en equipo.

Cuando digo lo que digo, digo lo que siento y siento lo que digo. Cuando digo lo que digo, pienso lo que digo y digo lo que pienso. Así he sido siempre y así seguiré siendo para no caer en incongruencias. Pensamiento y sentimiento, unidos en consonancia melodiosa, como debe ser cuando se quiere sostener una posición que pueda ser digna de ser tomada en consideración por otros. ¿Acaso se puede ser de otra manera cuando se quiere se un ejemplo para quienes se nos acercan para pedirnos opinión y consejo? No, no se puede ser de otra manera, es así como debe de ser, y sin lugar a dudas creo que muchos de los aquí presentes estarán de acuerdo conmigo en que es necesario ser congruente

¿Cuántas veces no hemos visto o escuchado algo que en apariencia parece lógico y razonable pero que pasado un tiempo resulta decepcionante porque se contrapone a los hechos así como a los resultados que pudiéramos haber esperado, trayendo consecuencias que no se veían venir al no ser claras estas consecuencias? Es por ello que no debemos bajar la guardia ante los cantos de las sirenas, es por ello que no debemos escuchar ni prestar atención a todo aquello que no esté en concordancia con lo que nosotros sostenemos y creemos de valor.

Puedo imaginar una que otra voz que tal vez opine de un modo diferente al mío y que quiera recurrir a la gramática sofisticada para rebatirme y para hacerme quedar mal ante todos ustedes los aquí presentes, pero a esa voz aislada o a esas voces aisladas no les haré caso, porque hacerles caso así sea en grado menor sería darles en parte la razón a sus argumentos o a sus disensiones, una razón que desde mi punto de vista no tienen. Respetables serán, desde luego, sus argumentos, como respetable será su modo de pensar, eso es cosa de ellos, aunque el respeto hacia sus diferencias no implica que estemos de acuerdo con ellos. Podemos escuchar y poner oído atento a lo que ellos dicen o a las cosas de las cuales nos quieren convencer, pero ello no significa que tomaremos nada de lo que salga de ellos que contravenga lo que hemos estado sostiendo y seguiremos sosteniendo contra viento y marea. Se trata, más que nada, de una cuestión de principios, porque hay que tener principios siempre, son nuestros principios los que nos deben de guiar en todo momento para evitar caer en las incongruencias de las que estoy hablando.

Cuando convengo con X o con Y de que estoy de acuerdo en algo con ellos, ello significa que realmente y de modo sincero y genuino estoy de acuerdo con ellos, tanto en pensamiento como en acción y substancia, no podría ser de otra manera, así me he conducido siempre y así me seguiré conduciendo como pueden atestiguar todos aquellos que me conocen bien. Pero cuando estoy en desacuerdo con X o con Y, aunque por mera curiosidad o cortesía les preste atención tal hecho no significa que esté cambiando mi postura y mi posición aunque en momentos pueda parecerlo. Eso sí, pediré más detalles o pediré que se me dé una explicación más amplia, pero el escuchar con atención sin disentir pero sin aceptar obliga a ello.

Los conflictos inevitables a los que nos pueden llevar nuestras disensiones con aquellos con los que no compartimos del todo lo que nos une firmemente en torno a nuestras causas comunes -y al hablar de causas comunes me refiero a las que compartimos los aquí presentes- pueden ser sobrellevados de un modo u otro manteniendo la firmeza a la que hago mención, ya después tendremos tiempo para poder entablar un diálogo más cercano con quienes no estamos de acuerdo en todo para tratar de hacerlos comprender nuestra postura o nuestros puntos de vista, y si tal cosa no se puede pues entonces al menos llevar la fiesta en paz tomando plena conciencia de que en la variedad se puede encontrar algo de lo que le dá sentido a la vida.

He aquí mi mano derecha, la cual ofrezco desinteresadamente tanto a todos ustedes los aquí presentes como a todos aquellos allá afuera que puedan estar de acuerdo con nosotros o con nuestros ideales comunes, debemos extender nuestro contacto hacia afuera también porque no podemos ser algo completamente aislado de toda la sociedad, y es necesario estar al tanto de lo que se pueda pensar por fuera de nosotros en las cosas que nos unifican. Habrá quienes supongan que se trata de una mera cuestión de relaciones públicas, pero no, es necesario ir un poco más a fondo, manejandolo como una extensión de nosotros mismos hacia afuera para cumplir con nuestra integración en los núcleos sociales dentro de los cuales funcionamos y dentro de los cuales todos nosotros tenemos una tarea que llevar a cabo, no importando que se trate de una tarea pequeña o de algo grande.

Quienes se han tomado un poco de su tiempo para prestar sus oídos a lo que les estoy diciendo aquí posiblemente me comprenderán, o tratarán de comprenderme, tratando de sacar un provecho útil a mis palabras llevándose consigo aquellas lecciones que les ofrezco sobre los asuntos prácticos de la vida. De eso es de lo que se trata todo, se trata de llegar al fondo de la substancia, se trata de penetrar dentro de la misma naturaleza de lo que verdaderamente somos. ¿Podría ser acaso de otra manera? Nuestra actitud debe ser compatible con nuestro pasado y lo que tengamos en mente para nuestro futuro común, es por ello que cada paso debe ser meditado cuidadosamente sin perder de vista ni siquiera los detalles menores, porque no queremos ser un mal ejemplo de lo que es incongruencia en el modo de pensar y en el modo de actuar.

Yo, por mi parte, no haré propuesta alguna que pueda ofender a ninguno de los aquí presentes o que contravenga los buenos principios de urbanidad y civilidad a los que estamos acostumbrados gracias a los valores que nos fueron inculcados en el seno del hogar. No, eso no, ciertamente no. Todo lo que aquí se discuta o se ponga a consideración de tan finas personas debe llevar cautela y mesura, dos palabras estas que cuando no son puestas en práctica pierden su significado y suelen cobrar...

A veces yo mismo me pregunto qué tan seguro pueda estar acerca de mis propias convicciones en lo que yo trato de inspirar en otros, y debo confesar que yo también de vez en cuando tengo reflexiones y dudas que me hacen titubear, pero es en tales circunstancias cuando hago acopio de mis experiencias pasadas, de mis experiencias de vida, para ayudarme a disipar las dudas que no me deben hacer flaquear cuando más necesito de mi fuerza de espíritu para poder cumplir cabalmente en tiempo y forma las metas que me haya fijado de antemano.

Si me es permitido establecer comparaciones que me puedan servir como puntos de referencia, tómese como ejemplo algo en lo cual las cosas no hayan salido tal y como lo hubiéramos deseado. Estoy seguro de que todos los aquí presentes alguna vez en sus vidas habrán tenido experiencias de esa naturaleza que en mayor o menor grado representan aquello de lo cual estoy hablando aquí al dirigirme a todos ustedes que me están escuchando.

¿Por qué debemos estar todos unidos en torno a nuestras causas comunes? ¿Acaso no es la unión la que hace la fuerza y permite que cosas que parezcan imposibles adquieran esa dimensión de posibilidad que las vuelve realizables cuando varios se unen haciendo a un lado las diferencias que los puedan separar y se vuelven uno solo mostrando un mismo brazo y un mismo rostro ante todos los adversarios y ante todas las adversidades, aportando cada quien la parte que le corresponde dentro de su propia área de competencia y dentro de su propia gama de habilidades y capacidades?

No les seguiré tomando más de su tiempo, y desde luego les quedo a todos ustedes damas y caballeros muy agradecido por la gentileza de haberme brindado parte de su tiempo para escuchar con atención lo que yo he querido que sean frases y mensajes de aliento para poder seguir adelante con lo que siempre nos ha unido y nos seguirá uniendo en el futuro, sea siempre nuestro firme propósito el saber que el querer es poder, y si realmente queremos lograr algo podemos lograrlo porque cuando algo se quiere realmente siempre se logra a menos de que los obstáculos que se presenten sean insalvables, lo cual es una verdad tan evidente que habla por sí sola al igual que todas las máximas que encierran pequeños tesoros de sabiduría que debemos compartir con los demás obteniendo la satisfacción que siempre brinda el compartir con generosidad y de manera desinteresada. Seamos pues generosos tocando a otros.

Gracias, mil gracias, damas y caballeros, por el tiempo que tan generosamente me han brindado para poder dirigirme a todos ustedes, y por darme esta oportunidad para decirles las cosas importantes que les tenía que decir y que no podían ser calladas. Llévense estas palabras mías consigo y medítenlas siempre que se tenga que tomar alguna acción en relación a lo que nos une y no en relación a lo que nos pueda dividir.

Total de palabras: 2,056 palabras


Bien, ya terminamos con la lectura de la transcripción de lo que dijo el orador.

¿Y qué fue exactamente lo que dijo el orador a su público?

Como un buen reportero podría decir: “¡No dijo absolutamente nada! No hubo un quién, no hubo un qué, no hubo un en dónde, no hubo un cuándo,  no hubo un por qué, ni hubo un cómo”.

El orador dijo, por ejemplo, que “en atención a los sucesos recientes que ciertamente deben ser tomados en cuenta con mucho cuidado”. Pero ¿a cuáles sucesos recientes se refiere? A menos de que seamos adivinos, nos es imposible saberlo porque no dice qué sucesos. Y dice también “las tareas que los que están aquí presentes llevarán a cabo en un futuro próximo”. ¿A qué tareas se refiere? No lo dice. ¿Y en qué futuro próximo, o sea cuando? Tampoco lo dice. No lo podemos ni siquiera imaginar porque no hay una sola pista en su discurso para intuírlo. Parecería que el orador está convocando a la unidad ante ciertas adversidades, pero no hay mención a nada específico ni se está fijando ninguna meta en el discurso.  Aunque también es posible que el orador estaba hablando deliberadamente en generalidades vagas sin dar detalles que ni siquiera él mismo conoce, con el único propósito de “quemar tiempo” y prolongar su discurso, haciéndonos perder de paso nuestro tiempo. Al finalizar su discurso, el orador incurre en cierto grado de cinismo cuando habla de “las cosas importantes que les tenía que decir y que no podían ser calladas”. ¿Cuáles son esas “cosas tan importantes que tenía que decir” y que no podían ser calladas? ¿Podría haber alguien empeñado en acallar eso? ¿Quién pudiera estar interesado en impedir o censurar un discurso vacío excepto el oyente dinámico que se está empezando a hartar porque se le está haciendo perder inútilmente su tiempo?

El discurso contiene más de 2 mil palabras. Sin embargo, puesto que no contiene ningún dato específico que podamos sacar de él, la velocidad de lectura de 600 palabras por minuto no parece ya tan elevada, puesto que para algo tan vacío aunque viajemos por las palabras a una gran velocidad no estaremos perdiendo en lo absoluto ningún detalle, por el simple hecho de que no hay detalle alguno dentro del discurso que podamos perder. Aún volando sobre el texto a un ritmo de mil palabras por minuto, los dos minutos de tiempo dedicados a escuchar todo ese palabrerío parecen un tiempo que no valió la pena perder habiendo tantas otras cosas de mayor provecho. Y sin embargo, y aunque el lector no quiera admitirlo en este momento, ha perdido una buena parte del tiempo de su vida escuchando a cosas tan huecas y tan vacías como las que dijo el orador de arriba.

Este discurso desgastante sin decir absolutamente nada que valga la pena escuchar y sin comprometerse a nada que valga la pena recordar es algo que acostumbran hacer muchos políticos que lo único que producen cuando hablan es “gas”, y hay muchos políticos muy buenos en este arte de hablar mucho sin decir casi nada. Desafortunadamente, no hay forma aquí de acelerar lo que están echando fuera para recorrer el mismo palabrerío en la mitad o en la tercera parte del tiempo. En casos como estos, si pudiéramos acelerar el paso de lo que estamos escuchando para recibir lo que se nos está diciendo a razón de unas mil palabras por minuto, o inclusive unas dos mil o tres mil palabras por minuto, no nos perderíamos absolutamente nada, porque se trata de palabrerío vacío sin substancia.

En otros tiempos cuando ni siquiera había teléfonos, había una cosa que se llamaba telegrafía, y para poner un telegrama enviando un mensaje de texto de una ciudad a otra había que contar el número de palabras porque al enviar un telegrama se cobraba por cada palabra enviada, lo cual obligaba a los usuarios a reducir sus comunicados a lo estrictamente indispensable. De este modo, sin dar detalles prolijos, un telegrama tipico podría decir algo como “TIENDA QUEMOSE. TIO MURIO. URGE VENGAS CUANTO ANTES”. Lo siguiente es un ejemplo de un formato de telegrama para ser enviado, elaborado en una antigua máquina de escribir de las del tipo mecánico:


Y a continuación vemos un ejemplo de otro telegrama ya enviado, tal y como era recibido en México por el destinatario común:


Por el costo involucrado en el envío de cada palabra, nunca como en aquellos tiempos los remitentes de telegramas estaban tan obligados a enfocarse en el uso de las seis llaves mágicas en un estilo no muy diferente al de Tweeter que no le permite a los comentaristas tuiteros extenderse en explicaciones amplias e innecesarias. Es de suponerse que si todos los oradores se limitaran estrictamente a decir lo que realmente tienen que decir sin meter palabras de relleno o material de sobra para tratar de convencer al auditorio, posiblemente un discurso de unas dos horas quedaría reducido a unos diez o quince minutos para transmitir los datos clave.

Lamentablemente, no sólo hay oradores con monólogos vacíos, sin substancia alguna que amerite el estar perdiendo el tiempo escuchándolos. También hay conversaciones vacías que no conducen a nada, muchas de las cuales terminan en discusiones sin llegar a ningún acuerdo porque no hay datos firmes con los cuales se pueda establecer un terreno común. ¿Recuerda el lector alguna de tales conversaciones o discusiones con las cuales lo único que sacó en firme fue el haber perdido su tiempo que podría haber utilizado con mayor provecho en otras actividades?

El aprendizaje dinámico no sólo nos enseña a ser mejores estudiantes, a ser más veloces lectores. También nos proporciona las herramientas para evaluar con sentido crítico afilado todos los discursos de todos aquellos que nos quieren convencer de algo o que nos están tratando de vender alguna idea o producto, así como todo lo que nos digan en una conversación. Nos obliga a seguir atentamente lo que se nos está diciendo para pedir detalles específicos haciendo preguntas, esto es, el quién, el qué, el en dónde, el cuándo,  el por qué, y el cómo, aunque también es cierto que al insistir en detalles corremos el riesgo de poner a nuestro interlocutor en ridículo al hacerle ver que lo único que está produciendo es gas. También nos proporciona la manera de distinguir a un buen maestro de un mal maestro, porque un buen maestro es aquél que no le hace perder el tiempo a sus alumnos al tener estos últimos la certeza plena de que al salir del salón de clases sabrán más de lo que sabían cuando entraron a ese salón de clases, mientras que con un mal maestro se sabrá lo mismo al terminar la clase que cuando comenzó la clase, no se habrá aprendido absolutamente nada nuevo que justifique el haber perdido lamentablemente aquella hora de tiempo calentando un pupitre y escuchando a alguien carente de ideas o conocimientos que no nos está transmitiendo nada nuevo que no hayamos sabido antes de entrar al salón de clases. ¿Recuerda el lector algunos de esos malos maestros? ¿Recuerda el lector algunos de esos buenos maestros?