jueves, 28 de agosto de 2008

Lectura de Práctica Cronometrada # 023

Para poder leer rápidamente es necesario poder reconocer al instante miles de palabras, ya que esto forma parte del proceso de decodificación de símbolos que lleva a cabo la mente de manera casi instantánea. Probablemente el lector ya habrá descubierto en la práctica de los ejercicios y las lecturas de prácticas cronometradas anteriores que el no conocer una palabra pone un freno poderoso a la velocidad de lectura. El único modo de superar ese obstáculo es aumentar constantemente el acervo de palabras con que se cuenta.

No es necesario incluír aquí ejercicios específicamente diseñados para aumentar nuestro conocimiento de palabras. Hay excelentes manuales para la formación de vocabulario en las obras en rústica, además de que el aumento constante de nuestro acervo de vocabulario es una cosa que debería de estar ocurriendo constantemente en la escuela así como en nuestra conversación diaria así como en el tiempo que estamos frente al televisor.

Es aconsejable traer todo el tiempo consigo un librito de notas para apuntar las palabras desconocidas o poco conocidas que vayamos encontrando tanto en nuestra conversación cotidiana como en nuestra lectura. Se recordará mejor una palabra nueva si se copia su definición e inmediatamente se hacen dos o tres frases en voz alta empleando la palabra. Es una buena idea revisar con regularidad las palabras nuevas que acabamos de aprender hasta estar seguros de dominarlas.

Tómese por ejemplo la palabra hégira. Posiblemente el lector ya sabe lo que es la hégira, y si es así puede tener la absoluta seguridad de que al encontrarse con esta palabra no disminuirá su velocidad de lectura, ya que puede definir dicha palabra y entiende lo que significa dicha palabra. Pero en caso de que el lector ignore el significado de la palabra hégira, a continuación se le dará el significado de la palabra.

hégira.- Es la emigración de los musulmanes de La Meca a la ciudad de Medina en donde el profeta Mahoma y sus seguidores encontraron refugio, la cual tuvo lugar en el año 622 de la era cristiana, y con la cual se dá inicio al primer año del calendario musulmán.

Toda persona tiene tres tipos de vocabularios:

(1) Activo. Está formado por las palabras que uno suele usar en la conversación cotidiana. Es probable que el vocabulario activo del lector tenga de cinco mil a diez mil palabras.

(2) De reserva. Son las palabras que uno conoce pero nunca o casi nunca se utilizan corrientemente al hablar. Se emplean al escribir una carta, cuando se tiene tiempo para reflexionar, o cuando se busca un sinónimo. Se conocen estas palabras lo bastante bien para no dudar con ellas en la lectura veloz.

(3) Pasivo. Éste es un remanente de retazos que uno reconoce vagamente pero de cuyo significado no se está muy seguro. No suelen emplearse estas palabras ni en la conversación ni en la escritura. Sólo sabe uno que las ha visto en alguna parte, pero no sabe dónde, y cuando se les encuentra en la lectura veloz lo dejan a uno desconcertado.

Para aumentar la extensión del vocabulario, el lector debe ir ascendiendo de categoría las palabras hasta que formen parte de su vocabulario activo, y tenerlas listas para cuando se presente la ocasión. Si el lector se empeña en esta tarea, le sorprenderán agradablemente las palabras que se pondrá a emplear. Vocablos que antes le eran perfectamente desconocidos empezarán a entrar en su conversación, y más pronto de lo que se imagina sus amigos y conocidos lo empezarán a identificar como una persona culta en lugar de un palurdo ordinario (y a propósito, ¿qué significa la palabra palurdo?). Lo procurarán de todas partes y le pedirán que emita opiniones y hasta hable en público, adquiriendo el don de la ubicuidad (y a propósito, ¿qué significa la palabra ubicuidad?). Empezará a destacar sobre los demás. ¡Y todo por el simple hecho de ir aumentando el vocabulario! Curiosamente, cuando se usan en una conversación en forma correcta palabras de poco uso, quienes estén escuchando y desconozcan el significado de aquellas palabras muy posiblemente se quedarán callados antes que admitir que son ignorantes sin conocer el significado de aquello de lo que se les está hablando. ¡Una persona con un buen vocabulario puede apoderarse de una conversación y dejar a los demás en calidad de simples oyentes! Y del mismo modo, si se trata de un debate, el predominio de un vocabulario sobre los demás encasilla a quienes tratan de argumentar lo contrario, porque no saben en realidad de qué se les está hablando y salvo raras y honrosas excepciones no tienen la humildad para detener la conversación con la finalidad de pedir que se les aclare la palabra.

Por ejemplo, la boga de los dinosaurios introdujo docenas de palabras imponentes en el vocabulario de los jóvenes, fascinados por los grandes reptiles prehistóricos. Es probable que el lector no conozca los nombres científicos (nada comunes) de fósiles como el tiranosaurio, el estegosaurio, el tricerátops, el brontosaurio, el pterodáctilo o el arqueópteri. Pero si los hijos se ponen a hacer dinosaurios con sus estuches de herramientas caseras, el lector tiene que aprendérselos para poder alternar con ellos.

La súbita aparición de la era del espacio introdujo buena cantidad de palabras nuevas y difíciles, sacadas de los laboratorios de ciencia, en las conversaciones cotidianas. Otro ejemplo es el de los plásticos, actualmente cosa común y corriente en las prendas de vestir y en los artículos de cocina, que también han dotado de muchas palabras nuevas el lenguaje en cualquier idioma.

Si se adquiere la costumbre del uso constante del diccionario y el bloc de notas, el habla cotidiana del lector aumentará en precisión y animación. Cuando el lector conozca el significado exacto de todos los vocablos que actualmente están en su sección pasiva (y a propósito, ¿qué es un vocabulario pasivo?) descubrirá que habla con más aplomo, sin necesidad de tener que hacer esas frases enrevesadas, desmañadas y llenas de rodeos a que obliga un vocabulario raquítico, que no contiene las palabras necesarias para poder expresar con exactitud las ideas. No hay que ser corto con las palabras.

El mayor léxico acelera nuestra velocidad de percepción, que es sencillamente el tiempo necesario para que el cerebro reconozca palabras en las imágenes que la vista envía. La aceleración del ritmo de reconocimiento hace leer más aprisa, ya que reduce el tiempo necesario para absorber una palabra. Por esto es tan necesario el léxico abundante para el lector veloz.

No hay que conformarse con adquirir palabras nuevas. Hay que cerciorarse de que no quedan dudas acerca de las que antes se entendían solo a medias. Después aplíquelas el lector a la conversación ordinaria de todos los días. No sea tímido. Diga lo que sepa e inclusive presúmalo. Esta creciente facilidad de elocución le dará cuando lea más seguridad de haber entendido todo cuanto dice el autor. A medida que el conocimiento del léxico le vaya dando mayor confianza al lector, la comprensión aumentará por sí sola de manera automática. La mente se encargará de ello.

Antes de dar inicio a esta lectura cronometrada, pondremos a prueba el conocimiento lexicográfico del lector. Se dará primero una lista de palabras puestas al azar, y tras ello se dará otra lista de definiciones puestas también al azar. La tarea consiste en aparear cada palabra con su definición correcta. En situaciones como ésta, es necesario empezar con una palabra de la primera lista y recorrer las definiciones de la segunda lista hasta encontrar la definición apropiada para dicha palabra, yendo tras esto a la siguiente palabra y así sucesivamente. Buena suerte.

1. Hagiográfico
2. Sincronismo
3. Etimológico
4. Monoteísta
5. Politeísmo
6. Versículos
7. Polémica
8. Medio ambiente
9. Oligarquía
10. Positivista
11. Historiografía
12. Empedernido
13. Escatológico
14. Supraterrenal
15. Intransigente
16. Torpeza

a) Superior a las cosas terrestres
b) Relativo a la muerte, resurrección e inmortalidad
c) Insensible, duro de corazón, que no se deja ablandar
d) Perteneciente a las sagradas escrituras
e) Circunstancia de ocurrir dos o más cosas al mismo tiempo
f) Conjunto de circunstancias que acompañan o rodean la situación o el estado de una persona; elemento en que se desenvuelve ésta
g) Perteneciente o relativo a la teoría de que únicamente es admisible el método experimental y que se atiene a lo positivo, a la realidad de las cosas
h) Que no se presta a consentir, en parte, a fin de llegar a una concordia
i) Arte de escribir la historia
j) Gobierno de unos pocos poderosos, unidos para que todos los negocios dependan de su arbitrio
k) Breves divisiones de los capítulos de ciertos libros, originalmente en verso
l) Perteneciente o relativo a la doctrina de los que reconocen un solo dios
m) Perteneciente o relativo al origen de las palabras y su formación
n) Doctrina de los que creen en la existencia de muchos dioses
o) Indignidad, grosería, terquedad, vileza
p) Arte o práctica de la controversia

A continuación se darán las soluciones a la prueba anterior de lexicografía:

1.    2.e    3.m    4.   5.n    6.k    7.p    8.   9.j    10.g    11.i
12.   13.b    14.   15.h    16.o

¿Acertó el lector apareando correctamente todas las palabras con sus definiciones respectivas? Si es así, entonces el lector parece tener un léxico aceptable. Y si no fue así, sería conveniente que antes de continuar adelante el lector tenga perfectamente claro el significado de cada una de las palabras que se dieron anteriormente.

Dicho lo anterior, estamos listos para llevar a cabo la lectura de un artículo tomado de un libro de Francesco Gabrieli publicado en 1964. La lectura de este artículo nos debe resultar interesante, puesto que con los sucesos mundiales que están sucediendo a nivel mundial relacionados con la cuestión musulmana así como el impacto de algunos grupos radicales islamistas en el panorama político actual, resulta instructivo tener al menos una idea de qué se trata esta cuestión del Islam así como del mismo profeta Mahoma. Se hace hincapié en que esta es también una lectura de práctica cronometrada.

Mahoma y el Islam
Por: Francesco Gabrieli

La única fuente cierta relativa a la vida de Mahoma es el Corán, e inmediatamente después la biografía canónica (Sira), aparecida en los comienzos del segundo siglo del Islam. Halló su expresión clásica en la Vida del Profeta, de Ibn Ishaq (muerto hacia 767), que nos ha llegado en la edición algo reducida y anotada de Ibn Hisham (muerto en 834), y en trozos de las crónicas más antiguas, como la de Tábari (muerto en 923). Otras fuentes importantes son el Libro de las expediciones militares, o Maghazi, del profeta, por al-Waqidi (muerto en 822) y la gran colección de biografías de sus compañeros (Tabaqat as-sahaba) por Ibn Saad (muerto en 899). En tiempos más recientes ha habido tendencia tal vez excesiva por parte de los críticos radicales a invalidar el valor histórico de todas esas fuentes, considerándolas combinaciones y deformaciones hagiográficas. Un examen de espíritu crítico más moderado las considerará siempre utilizables, con cauta vigilancia y reconocerá, sobre todo, respecto el período más remoto de la vida de Mahoma, que sabemos muy poco a excepción de lo que procede directamente del Corán.

Hablando en puridad, no conocemos con exactitud el año del nacimiento del Profeta; el sincronismo con el “Año del Elefante”, o sea el 570, puede aceptarse como aproximada; por cierto que algunos eruditos han tratado de reducirlo casi en una década. También se han manifestado dudas, erróneamente según nosotros, acerca del mismo nombre de Mahoma (que etimológicamente significa “el muy alabado”), nombre no desconocido en los tiempos preislámicos. Lo que es seguro es su origen en la familia Quraysh de los banu hashim. Mahoma fue el último hijo del mercader Abdallah, apreciado pero no rico, que murió yendo lejos de su tierra natal, y de Aminah, quien dejó huérfano al pequeño, de escasos seis años. Creció primero al cuidado de su abuelo paterno, Abd al-Muttalib. Después le fue confiado a un tío, Abu Talib, padre de aquel Alí que iba a ser uno de sus primeros y más fieles compañeros, en seguida su yerno y finalmente su cuarto sucesor en el califato. Lo que es seguro de las mocedades de Mahoma antes de su vocación, cuyas intenciones generales se manifestaron entre los trece y los catorce años, es su casamiento con la rica viuda Jadidyah, para quien también viajó y comerció, y sus contactos con elementos cristianos del desierto, y tal vez de Siria, y con los hanifs. La tradición las ha exagerado, pero contienen un núcleo histórico de carácter positivamente probable. Todos los variados elementos de la vida religiosa de Arabia que hemos esbozado (paganismo urbano y beduino, cristianismo e inicialmente judaísmo, en grado menor, concepciones vagas y aspiraciones monoteistas) hallaron aceptación, fueron relaborados y produjero una reacción en el receptivo espíritu de aquel hombre. Sabemos poco de sus crisis, que hicieron erupción allá por el año 610, en las visiones y las “voces” de su sagrado retiro, en el monte Hira.

De los dos tipos de inspiración que la tradición nos ha legado, la visual y la oral, es difícil determinar cuál sería la primera y la que prevaleción en la fase inicial. Posteriormente se dijo que fue el ángel Gabriel la criatura celestial que se le apareció y con fuerza irresistible impuso la afirmación monoteísta contenida en los versículos más antiguos del Corán; la misma criatura era considerada el medio normal de transmisión de las revelaciones subsiguientes. Los conceptos fundamentales de esta afirmación monoteista en su primera fase fueron el repudio del politeísmo indígena, a fin de exaltar a Alá, el único, sobre cualquier otra divinidad y contra ella (algunos intentos fugaces de compromiso pronto fueron retirados y superados), el juicio inminente con la inevitable retribución final de los buenos y los malos, la alabanza a Dios, el Creador y a sus maravillas, y la segura resurrección después del sepulcro. Los más antiguos suras coránicos repiten una y otra vez estos temas y reflejan al mismo tiempo las nacientes polémicas y la lucha contra un medio ambiente hostil. En realidad, la nueva predicación ofendía a las tradiciones y la piedad indígenas, sinceramente sentidas por lo menos en algunos círculos de la Meca. Al mismo tiempo disgustaba también al racionalismo elemental, al que repugnaba el concepto de una vida después de la muerte, así como a los intereses materiales económicos, de la oligarquía mercantilista, conservadora por naturaleza. La noción de que el mensaje de Mahoma era principalmente de carácter y fin social es una fantasía de la historiografía positivista y marxista y sus actuales, empedernidos practicantes. Lo cierto es más bien que la nueva concepción teológica y escatológica, como el cristianismo primitivo, se alimentaba del descontento por las injusticias de que el mundo está lleno, y con sus esperanzas supraterrenales se atraía de preferencia a quienes más habían sufrido de esa injusticia. Los primeros partidarios de Mahoma fueron reclutados entre los artesanos y mercaderes humildes, los esclavos y los pobres... no sin cooperación de lo que podríamos llamar la clase media de la Meca. Pero la clase gobernante, la aristocracia quraysh, le presentó una oposición resuelta y cada vez más rígida. Entonces, y posteriormente, el Profeta trató de ganársela para su causa, con enfoques difícilmente armonizables con un intransigente reformador social, pero fue sólo la señal clara de su triunfo, acaecida muchísimo después, la que logró que la aristocracia renunciara a su oposición tenaz en los primeros años, si bien no sangrienta, consistente esencialmente en vejaciones, repulsas y burlas, que en un momento dado culminaron con el intento de poner al innovador y su pequeña colectividad fuera de la ley o de la sociedad. Rompió el boicoteo la intervención de miembros autorizados de su propia familia en quienes hablaba muy alto, a pesar de ser paganos, la ley heredada de la solidaridad de la sangre; pero hubo un momento en la Meca en que la situación les pareció tan insostenible a los miembros de la pequeña colectividad que les indujo a emigrar al otro lado del Mar Rojo, a Etiopía, que está frente a Arabia. El discurso más o menos auténtico que la tradición pone en boca de aquellos refugiados en presencia del Negus resume cabalmente, siquiera con cierto grado de exageración de índole polémica, el significado de la predicación más antigua de Mahoma: -“Oh, rey, éramos un pueblo de bárbaros idólatras que cometían vergonzosas fechorías, despreciaban los lazos de la sangre y violaban las obligaciones de la hospitalidad: un pueblo donde el más fuerte se comía al más débil. Así fuimos hasta que Dios nos envió un apóstol de nuestro propio seno, cuyo linaje, veracidad y continencia nos eran conocidos: y nos llamó a Dios, para que reconociéramos sólo a Él y Lo adoráramos, y repudiáramos las piedras y los ídolos, que nosotros y nuestros padres habíamos adorado por amor de Él. Nos ha ordenado ser leales, devolver fielmente el depósito que se nos confíe, respetas los lazos de la sangre y de la protección hospitalaria, abstenernos de actos ilícitos y de derramar sangre; nos ha prohibido entregarnos a ninguna torpeza ni engaño, quedarnos con los bienes del huérfano y calumniar a las mujeres honestas; nos ha mandado adorar a Dios, y no poner nada por encima de Él ni junto a Él, observar la oración canónica, las limosnas legales, el ayuno. Hemos creído en él y hemos seguido los preceptos que nos trajo de Dios; por eso, nuestro pueblo se nos ha vuelto hostil, y nos ha hecho objeto de persecusión…”

En comparación con muchos otros métodos de persecusión sufridos primero y después, también practicados por una fe nueva en marcha, los empleados por los quraysh contra el joven Islam parecerán harto suaves, pero esto no impide que el Profeta viviera, con toda seguridad, muchas horas amargas y llenas de angustia en aquel desvelo, que duró más o menos una década y terminó, como es sabido, con la acción decisiva de su carrera: abandonando la ciudad natal con todos sus partidarios para asentar su colectividad en Medina. Esta hégira de septiembre del año 622 señala el comienzo de una nueva era no sólo en el calendario musulmán sino también en la historia personal de Mahoma y en la de Arabia y el Islam.

(Tomado de The Arabs: A Compact History de Francesco Gabrieli)

Total de palabras: 1,367 palabras


La tabla que nos dá las velocidades de lectura para varios tiempos medidos en minutos y en fracciones de minuto es la siguiente: