jueves, 28 de agosto de 2008

Sup 1: Memoria - Comprensión = Cero

En este ejercicio suplementario trataremos un poco más acerca del tema de la memoria y la comprensión que fue cubierto en el texto principal. Para este ejercicio el lector tendrá listos a la mano un lápiz (o un bolígrafo) y un bloc de notas con el propósito de hacer un breve resumen al final de la lectura para resaltar en la mente lo que se crea que fueron los puntos más importantes o más interesantes del artículo. Con el solo hecho de hacer el resumen con sus propias palabras, el lector hará que la información pase del archivo de memoria temporal (en donde la información no perdura mucho tiempo) a su archivo de memoria permanente.

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Memoria - Comprensión = Cero
Por: Armando Martínez

El sueño de muchos estudiantes perezosos es poder adquirir a través de algún procedimiento instantáneo y casi mágico que no requiera ningún esfuerzo una memoria infalible con la cual supuestamente podrán aprobar todas sus asignaturas en la escuela con las más altas calificaciones. Aún en el caso de que sea posible darle a cualquier persona una memoria perfecta, existen buenas razones para suponer que tal atributo por sí solo no sería de mucha utilidad si la persona no hace ningún esfuerzo por comprender la información que está siendo "registrada" en su mente conforme se está llevando a cabo la “grabación”.

Imagine por un momento que tiene ante sí a un egresado de la Facultad de Medicina que se sabe de memoria todos los libros utilizados en la carrera de médico, pudiendo recitarle cada texto hasta la última coma, pero que nunca ha realizado un diagnóstico en toda su vida ni se ha parado jamás en una sala de operaciones. ¿Se dejaría tratar usted por tal persona en caso de un accidente o una enfermedad? ¿Confiaría la salud y la vida misma de sus familiares en una persona así? Desde luego que no.

Del mismo modo, una persona que se sepa el diccionario de memoria no habrá logrado mucho si no comprende ni puede aplicar las palabras que está definiendo. Por ejemplo, supóngase que tal persona está estudiando matemáticas y llega a un capítulo que trata acerca de las “matrices”. Es indudable que para poder estudiar “matrices” hay que saber primero QUÉ es una matriz, y en el diccionario podemos leer que una matriz es “un cuadro de números colocados en filas y columnas”. Pero saber de memoria la definición de lo que es una matriz es de poca utilidad si no se sabe resolver ningún problema matemático que requiera del uso de las matrices.

Podemos equiparar el tratar de memorizar las cosas sin comprenderlas con el tratar de cargar todo el tiempo sobre nuestras espaldas un diccionario enciclopédico y una grabadora poderosa que grabe todo lo que estamos escuchando y hemos escuchado en nuestras vidas. El poseer tal diccionario y tal grabadora no lo hace a usted más sabio, y la única diferencia entre cargar estas cosas sobre su espalda y cargarlas dentro de su cabeza es más bien una cuestión de comodidad. Una biblioteca voluminosa tampoco hace a su poseedor un erudito del mismo modo que la posesión de un piano de cola no hace a su poseedor un concertista, a menos de que éste lea y comprenda lo que contiene dicha biblioteca.

Se han efectuado numerosos estudios con personas que poseen una memoria excepcional, y en la mayoría de los casos que se han estudiado se ha llegado a la conclusión de que una memoria excepcional no es sinónimo de una inteligencia excepcional. Un caso célebre y bien estudiado es el del gran mnemonista ruso Solomon-Veniaminovich Shereshevsky, un reportero de un periódico ruso, el cual quedó documentado en el libro “La Mente del Mnemónico: Un pequeño libro sobre una gran memoria: Análisis de un caso”, escrito por el científico Aleksandr Romanovich Luria. Esta es la fotografía de el hombre que podía recordarlo todo:




La mente de Shereshevsky no olvidaba nada jamás, y no tenía ningún problema para recordar cualquier serie larga de palabras “inclusive quince o dieciseis años después de la sesión en la cual había memorizado dichas palabras por vez primera”, escribió Luria. No tenía que “memorizar” los datos como la mayoría de nosotros lo hacemos, sino que le bastaba “registrar una impresión” (a manera de un escaneo fotográfico) que podía “leer” mucho tiempo después. Luria pronto descubrió que no existían límites para lo que Shereshevsky podía recordar. Su memoria era simplemente inagotable. Sin embargo, Luria encontró que esta memoria portentosa le producía a su dueño problemas igualmente portentosos. En su libro, Luria dejó asentado:

Sch(ereshevsky) lee un fragmento de un texto. Cada palabra le provoca imágenes.

“¡Otros piensan, pero usted sabe que yo veo! Empieza una frase y aparecen las imágenes. Después otras imágenes y más y más...”

Ya dijimos que si el fragmento se lee rápidamente, unas imágenes se tropiezan unas con otras, se vuelven multitudinarias y se sobrecargan, entonces ¡cómo orientarse en este caos...!

La asimilación del significado del fragmento, la recepción de la información, la cual para nosotros es un proceso de selección de lo esencial y la abstracción consiguiente de lo secundario, y ocurre en nosotros en forma encubierta, para Sch representa un proceso angustiante de lucha con las imágenes surgidas. Quiere decir que las imágenes también pueden ser un estorbo del conocimiento, lo desvían de su camino, no lo dejan seleccionar lo esencial, se aglomeran, crecen otras imágenes, y luego resulta que estas imágenes no van hacia donde las conduce el texto..., y es necesario volver a hacer todo.

Shereshevsky de hecho sufrió en vida una condición médica conocida como la sinestesia, en la cual las fronteras que separan a los sentidos se nublan de modo tal que la estimulación de un sentido provoca una reacción en otro sentido. Por ejemplo, cuando se le pedía recordar una palabra, Shereshevsky no sólo “escuchaba” la palabra, sino que también experimentaba un sabor único en la lengua, veía un color único, y posiblemente experimentaba una sensación única en su piel. Es altamente significativo el hecho de que Shereshevsky, el hombre de la memoria perfecta, jamás hubiese destacado en ninguna profesión, habiendo probado varias. El caso de Shereshevsky no es un caso aislado. Existen muchas personas con una memoria excepcional que nunca llegan a triunfar en la vida. Inclusive existen cientos de casos bien documentados y bien estudiados de personas adultas con una memoria prodigiosa pero con una inteligencia inferior a la de un niño de primaria, conocidas en la literatura técnica como idiot savants (idiotas sabios), cuya memoria privilegiada sólo les sirvió para mostrar en funciones de circo la única habilidad que poseían. En cambio, entre los científicos y filósofos notables no se encuentran muchos que posean una memoria que esté muy por encima de lo que consideramos “normal”, e inclusive algunos de ellos han sufrido fama de “olvidadizos”.

Imaginemos que tenemos frente a nosotros a un sujeto como Shereshevsky con memoria “fotográfica”. A continuación, tomamos un libro de matemáticas y comenzamos a mostrarle dicho libro página tras página, dándole tiempo suficiente en cada página para que pueda registrar una “impresión”. Cuando hayamos terminado de mostrarle todas las páginas del libro, le pedimos que nos resuelva un problema que no aparece en el libro pero que debería estar en condiciones de resolver con los conocimientos que se imparten en dicho libro, y nuestro sujeto se mostrará incompetente para resolverlo, mostrando gran ansiedad y confusión. No puede ni podrá resolver jamás ese problema por la sencilla razón de que no entiende lo que leyó, del mismo modo que una fotocopiadora no entiende ni saca sentido alguno del material que está copiando. Solo puede “resolver” los problemas que aparecen ya resueltos en el libro tal y como aparecen en el libro porque simplemente se limita a recordarlos en la misma forma en la que están registrados en su memoria, y aún aquí si cambiamos algún número o algún dato en el enunciado de esos problemas tampoco podrá resolverlos. ¡Nuestro sujeto no puede resolver ni siquiera problemas similares a los que acaba de leer! Una persona así nos podría ayudar tanto en nuestros estudios como una cámara fotográfica, y no hay muchos que consideren una cámara fotográfica como algo de gran utilidad en el salón de clases. Aunque usamos para fines de nuestra demostración hipotética un libro de matemáticas, lo mismo podríamos haber utilizado un libro de física, química, biología, electrónica, computadoras, o cualesquier otro campo que requiera alguna forma de razonamiento. No hay ningún mnemonista, por bueno que sea, que después de ver todas las páginas de un buen libro para el aprendizaje de alguna lengua extranjera termine conversando en dicha lengua. Debemos meditar, por otro lado, que en los libros de ciencias e ingeniería alguien tuvo que obtener cada conclusión y cada fórmula que aparece en dichos libros, lo cual tiene mucho más mérito que simplemente limitarse a recordar lo que otros descubrieron. No es lo mismo crear que copiar, o inventar que reproducir lo ya inventado. Lo primero es un atributo exclusivo del hombre, mientras que lo segundo lo puede hacer cualquier máquina barata diseñada por el hombre para tal efecto.

No estamos soslayando aquí la importancia de tener una buena memoria. Ciertamente, todos nosotros debemos cultivar nuestra memoria, lo cual siempre es posible de lograr. Lo que queremos enfatizar aquí es que si vamos a esforzarnos por memorizar algo sin hacer ningún esfuerzo por comprenderlo, estamos perdiendo lastimosamente nuestro tiempo. Haremos hincapié ahora en que la mejor forma comprobada que existe para recordar algo consiste en comprenderlo a fondo. Y el mejor momento para comprender la información es precisamente cuando la estamos asimilando por vez primera. Este es el momento más apropiado para hacer preguntas y para despejar dudas, procesando en forma activa la información que estamos asimilando. Con el paso del tiempo, la información procesada que hemos comprendido sigue estando a nuestra disposición para utilizarla de mil maneras diferentes, mientras que la información no-procesada que hemos memorizado sin comprender no nos servirá de gran cosa aunque podamos recordarla muchos años después como el mnemonista ruso Shereshvesky.

¿Alguna vez escuchó acerca del sistema según el cual usted puede aprender mientras duerme? Según los patrocinadores de tan curioso sistema, todo lo que tiene que hacer es poner en una grabadora las cosas que desea aprender, tras lo cual la grabación es activada a intervalos automáticamente por un aparatito especial durante la noche mientras usted duerme. Supuestamente, su subconsciente registra las grabaciones y al día siguiente usted recuerda y comprende todo lo que aprendió mientras dormía. Sin embargo, los numerosos experimentos que se han llevado a cabo para comprobar la efectividad de tal método siempre terminaron en un estrepitoso fracaso por una razón muy sencilla: usted no puede recordar ninguna información que no haya sido procesada en forma activa por su mente, para lo cual necesariamente tiene que estar despierto. Si usted está dormido, su mente no procesa ninguna información que le llegue del exterior, en cuyo caso una grabadora colocada a un lado de su almohada estará “hablándole al vacío” durante la noche cuando usted duerme en forma profunda. La única forma en la que este sistema puede tener cierta efectividad es que el ruido de la grabadora lo despierte primero, haciéndolo escuchar ya despierto una porción de lo que esá grabado, e inmediatamente después volver a dormirse en cuanto se haya apagado automáticamente la grabadora. Este aprendizaje sin interferencias en el cual está aprendiendo despierto a intervalos durante la noche no es interferido por alguna otra actividad en la forma que ocurre durante el día, y puede dar muy buenos resultados aunque a expensas de una mala noche. Sin embargo, no hay escapatoria posible a la ley de que sólo se puede aprender mientras se está despierto, y el precio que se tiene que pagar por esta forma de aprendizaje nocturno es la pérdida de seis u ocho horas de sueño continuo con una posible jaqueca producida por los desvelos.

Una buena forma de estimular la comprensión del material que estamos aprendiendo por vez primera consiste en hacernos preguntas continuamente a nosotros mismos, poniéndonos nosotros mismos a prueba, y en el caso de libros y textos escolares tratar de practicar todos los ejercicios o resolver todos los problemas propuestos al final de cada capítulo que estamos estudiando. Si no podemos resolver por nuestra propia cuenta el primer problema, el primer ejercicio o la primera pregunta del capítulo del libro que estamos estudiando, esto es una evidencia contundente de que no lo hemos comprendido.

La razón por la cual nuestra memoria y nuestra comprensión mejoran en forma apreciable cuando después de terminar de leer un pasaje en un libro tratamos de escribir un breve resumen de lo que leímos usando nuestras propias palabras es debido a que al hacer ésto estamos llamando primero de nuestra memoria algo que acabamos de depositar en ella, volviendo a procesar dicha información por segunda vez consecutiva al redactar el resumen, y al efectuarse esto estamos archivando nuevamente los datos en nuestra memoria pero manipulados en una forma algo diferente a como aparecen en el libro en donde los leímos la primera ocasión. En efecto, estamos creando nuevos recuerdos, los cuales son similares por no idénticos a los que habían sido “grabados” anteriormente. Cuando dentro de nuestra mente existen no uno sino dos o más recuerdos similares, entonces al tratar de recordar esa información nuestra mente comienza a establecer asociaciones para “extraer del archivo” todas las ideas que están relacionadas con lo que estamos buscando, ya que la búsqueda de cualquier dato dentro de nuestro cerebro se lleva a cabo precisamente por medio de asociaciones. Naturalmente, la mente sólo puede establecer asociaciones en donde hay dos o más recuerdos similares. En donde sólo hay un recuerdo relacionado con lo que estamos buscando en nuestra propia mente, no se puede establecer asociación alguna, y la recuperación de dicho recuerdo se dificulta en forma considerable.

Por otro lado, al redactar un resumen de algo que acabamos de leer estamos poniendo a trabajar más intensamente a nuestro sistema nervioso central. Para comunicarnos con el mundo exterior tenemos sólo dos clases de nervios: los nervios sensoriales con los cuales recibimos información del exterior a través de nuestros sentidos (vista, oído, olfato, gusto, tacto) y los nervios motores con los cuales movemos todos los músculos de nuestro cuerpo (manos, lengua, cuello, pies, etc.) Cuando estamos leyendo algo, prácticamente toda la información la estamos manejando a través de los nervios sensoriales, en una forma más bien pasiva. Pero al redactar un resumen, ya no estamos recibiendo información del exterior sino que estamos enviando información al exterior a través de nuestros nervios motores, en una forma más bien activa. Y al hacer esto, nuestra mente procesa la información que estamos recordando. Si la información que habíamos almacenado carece de sentido, entonces difícilmente puede recibir un procesamiento posterior, en cuyo caso nos será imposible redactar en nuestras propias palabras un resumen a través de los nervios motores de nuestra mano. En pocas palabras, si no comprendemos lo que aprendimos, no podemos redactar un resumen con nuestras propias palabras.

En base a lo que hemos estado discutiendo, resulta claro el por qué un pianista con muchas horas de práctica puede tocar el piano mucho mejor que un principiante. Cada vez que el pianista practica sus ejercicios introduciendo variaciones en los mismos y aprendiendo nuevas combinaciones en el teclado, se está acumulando una montaña de información procesada, la cual está íntimamente relacionada entre sí permitiéndole a su poseedor establecer rápidamente cientos de asociaciones cada vez que éste desea utilizarla.

Obsérvese que un buen pianista no es necesariamente un buen matemático o un buen ajedrecista. El pianista virtuoso comprende a fondo el piano gracias a los millones de asociaciones que ha establecido a lo largo de su vida en su cerebro sobre las técnicas y los ejercicios para dominar el arte de tocar el piano. Puesto que estas técnicas son muy diferentes a los conocimientos requeridos para jugar un buen partido de ajedrez, no hay asociaciones que puedan ser establecidas en la mente del pianista para que éste pueda jugar una partida victoriosa con un gran maestro ajedrecista. El pianista virtuoso comprende mucho mejor el piano que el maestro ajedrecista, y el maestro ajedrecista comprende mucho mejor los trucos del tablero de ajedrez que un pianista virtuoso. Habremos de enfatizar que el gran maestro ajedrecista no juega todas sus partidas recurriendo únicamente a su memoria, ya que no hay dos partidas iguales. Y el pianista virtuoso puede interpretar la misma pieza musical de mil maneras diferentes ajustándola a su temperamento, lo cual la memoria por sí sola no es capaz de lograr. En cada profesión, la comprensión profunda de lo que se está estudiando o practicando es vital para poder destacar en dicha profesión, y aunque una buena memoria ayuda a ésto, por sí sola no es un subsituto para la actividad de pensar, del mismo modo que una calculadora o una computadora que posee muchos registros de memoria no es de poca utilidad si no puede sumar ni restar.

En su libro Calculator Calculus (Cálculo para Calculadoras), escrito para enseñar al alumno los fundamentos del cálculo infinitesimal por medio de las calculadoras electrónicas de bolsillo, el profesor George McCarty nos hace la siguiente observación al principio del mismo, la cual es aplicable a otras áreas que estemos interesados en estudiar:

“Usted desea aprender a usar el cálculo infinitesimal. Usted no puede lograr ésto por ósmosis o mirando de cerca a otra persona que lo está utilizando, de la misma manera que usted no puede aprender a jugar el ajedrez, el futbol o el violín a través de la observación cercana. Haga los ejercicios. No son prácticas repetitivas. Usted puede esperar algo de la alegría del descubrimiento y la creación con cada solución que usted construya.”
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Ahora, mientras están aún frescos los datos en su mente, esto es, mientras está aún fresca la información en su memoria temporal, haga el lector un breve resumen en un papel en blanco dentro del bloc de notas que ocupe no más de unas tres o cuatro líneas de texto sintetizando con sus propias palabras lo que crea el lector que fueron los puntos más relevantes del anterior trabajo. Acostúmbrese el lector a hacer este tipo de resúmenes después de que lleve a cabo una lectura en la cual crea haber recogido alguna pieza nueva de información. Y si el lector es un estudiante en una escuela de enseñanza media, enseñanza media superior, o universitaria, con mayor razón deberá acostumbrarse a hacer este tipo de resúmenes.