jueves, 28 de agosto de 2008

Lectura de Práctica Cronometrada # 025

Esta lectura de práctica será llevada a cabo primero a una velocidad relativamente elevada de 800 palabras por minuto, después de lo cual será repetida a una velocidad relativamente “cómoda” (en comparación) de 600 palabras por minuto. Vamos a presionar primero, para aflojar un poco después, de modo tal que el lector no debe preocuparse por perder algunos detalles durante la primera lectura que se llevará a cabo a paso acelerado.

El material de práctica seleccionado aquí consiste en un resumen de una de las grandes obras trascendentales de todos los tiempos, El Origen de las Especies de Charles Darwin. Quizá no haya habido un científico tan alabado y tan vilificado al mismo tiempo como Charles Darwin. Los fundamentalistas religiosos que sostienen férreamente el punto de vista creacionista según el cual todas las especies que habitan en nuestro planeta fueron creadas por un ser supremo al principio de la creación, de acuerdo a lo que instruye el Libro del Génesis, están convencidos de que no puede aparecer una especie nueva en nuestro planeta porque todas las especies que hay o pueda haber habido fueron creadas ya desde hace varios miles de años por obra divina. En pocas palabras, la evolución es imposible, según ellos. El conflicto entre la ciencia y la perspectiva religiosa, que empezó con las teorías heliocéntricas de Copérnico y Galileo que destronaron a la Tierra como el centro del Universo y en torno a la cual supuestamente giraban todas las estrellas de acuerdo a las creencias religiosas, no fue más que el comienzo de algo que terminó haciendo crisis con litigios legales como el famoso Juicio a Scopes en el cual el concepto Darwiniano de la evolución fue puesto en el banquillo de los acusados. El punto de vista religioso opuesto a la tesis de Darwin enfrenta cada vez mayores problemas, como la ausencia de argumentos sólidos para justificar el descubrimiento de una enorme cantidad de fósiles de las épocas prehistóricas que nos llevan hasta los tiempos de los dinosaurios (con los cuales el hombre moderno difícilmente habría podido convivir), así como la aparición de nuevas especies (las cuales no formaban parte de las especies originales atribuídas a la Creación) tales como las cucarachas resistentes a los pesticidas y las bacterias resistentes a los antibióticos. Esto último es evolución pura en acción, y aquí los hechos no pueden ser explicados de otra manera, a menos de que se introduzca la hipótesis (no-Bíblica) de que al Creador se le olvidó algo en su obra original y todavía sigue metiendo la mano creando especies nuevas que no existían en el momento en el cual dió por concluída su obra, con lo cual la Creación lejos de ser una obra terminada es algo que no ha parado en ningún momento. Sumado a lo anterior, está el golpe propinado por la biología molecular a las posturas creacionistas, la cual con las mismas técnicas con las que se descifra el código genético ADN -a grado tal que se acepta sin discusión alguna su veredicto en los juicios legales de paternidad así como la identificación forense de cadáveres mediante muestras del ADN de sus familiares cercanos- la teoría de la evolución ha recibido un nuevo ímpetu desde la misma base atómica y molecular de la materia. (Como dato interesante, se agregará que la Iglesia Católica es la única de las iglesias cristianas que acepta la teoría de la evolución. La Iglesia acepta las teorías evolucionistas siempre que estas no entren en contradicción con la idea de que para la creación del hombre, Dios se pudo valer de una animal que ya existía -los homínidos- y que perfeccionó, a la que añadió el alma espiritual y racional, creando así al hombre. La ciencia puede explicar cómo ha ido evolucionando el cuerpo, cosa que la Iglesia no sólo no tendrá problemas en aceptar sino que aceptará sin problemas, pero lo que nunca podrá probar la ciencia es que “haya evolucionado el alma”. ) Sin embargo, el mayor problema que enfrentan los creacionistas en el sostenimiento de sus posturas anti-Darwinianas es que son muy pocos aquellos creacionistas que han leído el libro de Darwin, y posiblemente la gran mayoría de ellos no han pasado más allá de las primeras cinco o diez páginas del libro, así que se puede afirmar que en demérito de ellos no saben exactamente qué es lo que están atacando como posiblemente no tienen ni siquiera la más remota idea de las observaciones del mundo natural en las que se basó Darwin para llegar a sus conclusiones. Atacar sin conocer, criticar sin saber qué es lo que se está criticando, prejuzgar sin echarle por lo menos un vistazo a las evidencias, es quizá lo peor en lo que se puede incurrir en el sostenimiento de un punto de vista contrario, porque está peleando por lo que otros le dicen que debe pelear, porque se está aferrando a lo que otros le dicen que debe de creer, aunque las evidencias científicas vayan en contra de ello.

Nuestro primer contacto con el libro El Origen de las Especies tal vez sea en una biblioteca pública o en una librería o en algún sitio de Internet, y tratándose de un libro impreso, aunque no tengamos tiempo suficiente para leerlo en su totalidad al tenerlo por vez primera en nuestras manos, podemos aplicar la técnica del sondeo para familiarizarnos de antemano con el terreno que estaremos pisando. El sondeo preliminar nos presenta al princpio (o al final) del libro el siguiente índice de capítulos:

Introducción

Capitulo II
La variación en la naturaleza
Variabilidad.- Diferencias individuales.- Especies dudosas.- Las especies de gran dispersión geográfica más difundidas y comunes son las que más varían.- Las especies de los géneros más grandes de cada país varían más frecuentemente que las especies de los géneros menores.- Muchas de las especies de los géneros mayores parecen variedades por ser entre sí muy afines, aunque no desiguales, y por tener distribución geográfica restringida.- Resumen.

Capítulo III
La lucha por la existencia

Su relación con la selección natural.- La expresión se usa en sentido amplio.- Progresión geométrica del aumento.- Rápido aumento de las plantas y los animales naturalizados.- Naturaleza de los obstáculos para el aumento.- Competencia universal.- Efectos del clima.- Protección por el número de individuos.- Relaciones complejas entre todos los animales y plantas en la naturaleza.- La lucha por la vida es rigurosísima entre individuos y variedades de la misma especie; rigurosa muchas veces entre especies del mismo género.- La relación entre organismo y organismo es la más importante de todas las relaciones.

Capítulo IV
Selección natural, o la supervivencia de los más aptos
Selección natural: su fuerza comparada con la selección del hombre; su poder sobre caracteres de escasa importancia; su poder en todas las edades y sobre los dos sexos.- Selección sexual.- Acerca de la generalidad de los cruzamientos entre individuos de la misma especie.- Circunstancias favorables o desfavorables para los resultados de la selección natural, a saber, cruzamiento, aislamiento, número de individuos.- Acción lenta.- Extinción producida por selección natural.-Divergencia de caracteres relacionada con la diversidad de los habitantes de toda estación pequeña y con la naturalización.- Acción de la selección natural, mediante divergencia de caracteres y extinción, sobre los descendientes de un antepasado común.- Explica las agrupaciones de todos los seres vivientes.- Progreso en la organización.- Conservación de las formas inferiores.- Convergencia de caracteres.- Multiplicación indefinida de las especies.- Resumen.

Capítulo V
Las leyes de la variación

Efectos del cambio de condiciones.- Uso y desuso combinados con la selección natural.- Órganos del vuelo y de la vista.- Aclimatación.- Variación correlativa.- Compensación y economía del crecimiento.- Correlaciones falsas.- Las conformaciones múltiples, rudimentarias y de organización inferior son variables.- Los órganos desarrollados de un modo extraordinario son sumamente variables; los caracteres específicos son más variables que los genéricos; los caracteres sexuales secundarios son variables.- Las especies del mismo género varían de un modo análogo.- Reversión a caracteres perdidos desde mucho tiempo.- Resumen.

Capítulo VI
Dificultades de la teoría

Dificultades de la teoría de la descendencia con modificación.- Sobre la ausencia o rareza de variedades de transición.- Transiciones en las costumbres.- Costumbres diversas en la misma especie.- Especies con costumbres muy diferentes de las de sus afines.- Órganos de extrema perfección.- Modos de transición.- Casos difíciles.- Natura non facit saltum.- Órganos de poca importancia.- Los órganos no son en todos los casos completamente perfectos.- La ley de unidad de tipo y la de las condiciones de existencia están comprendidas en la teoría de la selección natural.

Capítulo VII
Objeciones diversas a la teoría de la selección natural

Longevidad.- Las modificaciones no son necesariamente simultáneas.- Modificaciones, al parecer, de ninguna utilidad directa.- Desarrollo progresivo.- Los caracteres de poca importancia funcional son los más constantes.- Pretendida incapacidad de la selección natural para explicar los estados incipientes de las conformaciones útiles.- Causas que se oponen a la adquisición de conformaciones útiles por selección natural.- Gradaciones de conformación con cambio de funciones.- Órganos muy diferentes en miembros de la misma clase, desarrollados a partir de un solo y mismo origen.- Razones para no creer en modificaciones grandes y súbitas.

Capítulo VIII
Instinto

Los instintos son comparables con las costumbres, pero difieren por su origen.- Gradación de los instintos.- Pulgones y hormigas.- Los instintos son variables.- Instintos domésticos; sus orígenes.- Instintos naturales del cuclillo, el Molothrus, el avestruz y los himenópteros.- Hormigas esclavistas.- La abeja común; su instinto de hacer celdillas.- Los cambios de instinto y de estructura no son necesariamente simultáneos.- Dificultades de la teoría de la selección natural de los instintos.- Insectos neutros o estériles.- Resumen.

Capítulo IX
Hibridismo

Distinción entre la esterilidad de los primeros cruzamientos y la de los híbridos.- La esterilidad es de grados diferentes, no es universal, está influida por la consaguinidad próxima, es suprimida por la domesticación.- Leyes que rigen la esterilidad de los híbridos.- La esterilidad no es un carácter especial, sino que acompaña a otras diferencias, no se acumula por selección natural.- Causas de la esterilidad de los primeros cruzamientos y de la de los híbridos.- Paralelismo entre los efectos del cambio de condiciones de vida y los del cruzamiento.- Dimorfismo y trimorfismo.- La fecundidad de las variedades cuando se cruzan y la de su descendencia mestiza no es universal.- Comparación entre los híbridos y los mestizos, independientemente de su fecundidad.- Resumen.

Capítulo X
De la imperfección de los registros geológicos

Carencia actual de variedades intermedias.- Naturaleza de las variedades intermedias extinguidas: su número.- Tiempo transcurrido, según se infiere de la velocidad de denudación y de depósito.- Tiempo transcurrido, evaluado en años.- Pobreza de nuestras colecciones paleontológicas.- Intermitencia de las formaciones geológicas.- Denudación de las áreas graníticas.- Ausencia de variedades intermedias en una formación.- Aparición súbita de grupos de especies.- Su aparición súbita en los estratos fosilíferos inferiores conocidos.- Antigüedad de la tierra habitable.

Capítulo XI
De la sucesión geológica de los seres vivos

De la aparición lenta y sucesiva de nuevas especies.- De su distinta velocidad de transformación.- Las especies, una vez extinguidas, no reaparecen.- Los grupos de especies siguen, en su aparición y desaparición, las mismas reglas que las especies aisladas.- De la extinción.- De los cambios simultáneos en las formas orgánicas del mundo entero.- De las afinidades de las especies extinguidas, entre sí y con las especies vivientes.- Del estado de desarrollo de las formas antiguas.- De la sucesión de los mismos tipos dentro de las mismas regiones.- Resumen del presente capítulo y del anterior.

Capítulo XII
Distribución geográfica

La distribución actual no puede explicarse por diferencias en las condiciones físicas.- La importancia de los obstáculos.- Afinidades entre las producciones de un mismo continente.- Centros de creación.- Modos de dispersión por cambios de clima y de nivel de la tierra, y por medios ocasionales.- Dispersión durante el periodo glaciar.- Periodos glaciares alternantes en el norte y en el sur.

Capítulo XIII
Distribución geográfica
(Continuación)

Distribución de las producciones de agua dulce.- De los habitantes de las islas oceánicas.- Ausencia de batracios y de mamíferos terrestres.- De las relaciones de los habitantes de las islas con los de la tierra firme más próxima.- De la colonización procedente del origen más próximo con modificaciones subsiguientes.- Resumen de este capítulo y del anterior.

Capítulo XIV
Afinidades mutuas de los seres orgánicos. Morfología.
Embriología. Órganos rudimentarios.

Clasificación: Grupos subordinados.- Sistema natural.- Reglas y dificultades en la clasificación, explicadas en la teoría de la descendencia con modificación.- Clasificación de las variedades.- La descendencia utilizada siempre en la clasificación.- Caracteres analógicos o de adaptación.- Afinidad general, compleja y radiante.- La extinción separa y define los grupos.- Morfología: Entre los miembros de una misma clase y entre los órganos del mismo individuo.- Embriología: Sus leyes explicadas por variaciones que no ocurren en una edad temprana y que son heredadas a la edad correspondiente. Órganos Rudimentarios: Explicación de su origen.- Resumen.

Capítulo XV
Recapitulación y conclusiones

Recapitulación de las objeciones a la teoría de la selección natural.- Recapitulación de los hechos generales y especiales a su favor.- Causas de la creencia general en la inmutabilidad de las especies.- Hasta qué punto puede extenderse la teoría de la selección natural.- Efectos de su admisión en el estudio de la historia natural.- Observaciones finales.

Así pues, ya sabemos gracias a nuestro sondeo que el libro (el cual por cierto es algo voluminoso) consta de 15 capítulos (este es un dato que algunos de los más feroces detractores del libro de Darwin ignoran, no se diga el contenido en sí de cada capítulo), y ya también tenemos una idea general de los temas que se estarán tratando así como la forma en la cual Charles Darwin estructuró su libro. Sabemos el terreno que estaremos pisando.

Ya se dijo que el libro es algo voluminoso (al igual que las novelas de Víctor  Hugo tales como Los Miserables y El Jorobado de Nuestra Señora de París), lo cual presenta un reto adicional que tenemos que afrontar. ¿Qué hacer en un caso así cuando estamos sumamente limitados y presionados de tiempo?

Leeremos “todo” el libro de Darwin, en el cual describe los conocimientos y las experiencias que obtuvo a través de sus viajes en el Buque de Su Alteza Real Beagle (Her Majesty's Ship Beagle), pero lo haremos a través de un resumen académico hecho por un experto que ya se echó a cuestas el trabajo de leer el libro en su totalidad preparando tras ello un resumen condensado de los puntos más importantes del libro. Esto significa que leeremos todo su libro, pero en realidad no lo leeremos todo (aunque esto parezca contradictorio). Estaremos leyendo lo más importante y sobresaliente de dicho libro, pero no estaremos leyendo el voluminoso libro de Darwin con sus muchos detalles y datos. No es necesario que nos echemos a cuestas el trabajo de determinar si Darwin mintió en algunos de los datos expuestos en su libro, porque con la enorme cantidad de detractores que hay de sus teorías en los círculos religiosos es viable suponer que si Darwin hubiera incurrido en alguna mentira para darle veracidad a sus conclusiones tal mentira ya habría sido expuesta y amplificada por sus detractores desde hace mucho tiempo.

¿Y por qué razón habríamos de recurrir a un resumen de la obra de Darwin en vez de leer directamente la obra completa tal y como la escribió el mismo Darwin? ¿No somos acaso ya lectores dinámicos con la capacidad para poder leer al doble o al triple de la velocidad con la cual habíamos empezado?

Aún con la capacidad para el aprendizaje dinámico en nuestras manos, seguimos enfrentando ciertas limitaciones que los lectores más lentos enfrentan. Dejaremos que nos lo explique mejor el Profesor John Erskine en sus propias palabras en el prólogo que dá a la obra Outline of Great Books (Resumen de Grandes Libros) editada por el  eminente académico Sir John H. Hammerton y publicada en 1936 por WM. H. WISE & CO. (de la cual hemos tomado el resumen del libro de Darwin):

Este trabajo, bien conocido ya en una forma más costosa, requiere poco testimonio mío en cuanto a su utilidad o su atractivo. El editor en su Introducción explica su método y su propósito. Me gustaría subrayar, como tal, lo que me parecen sus puntos más importantes, y agregar información que su modestia no le permitió incluír.

Estos “resúmenes” de grandes libros son abreviaciones de los mismos, o condensaciones, pero siempre en las palabras del original. Difieren, por lo tanto, de aquellas compactaciones que, por útiles que sean, no pretenden reproducir el estilo o la atmósfera. Leer estas páginas es como si se le pidiese a un amigo explicar lo que Platón, Hegel y Darwin representan en la gran tradición del género humano, y el amigo, habiendo leído todos estos autores, selecciona los puntos típicos y sobresalientes de sus obras, y los entregara ante usted, como auto-explicatorios.

El valor de este servicio dependería, claro está, en la habilidad del amigo para escoger los pasajes correctos. El valor de este Resumen descansa en la habilidad y competencia del editor. Me complace recordarle de que su posición entre los hombres letrados en Inglés es alta, y que desarrolló desde muy temprano un don singular para llegar hasta el corazón de un autor, un don confirmado por años de ediciones exitosas, y recompensado por muchos honores públicos en el campo de la literatura y académico.

Tal vez se pregunte por qué razón los grandes libros deberían de ser condensados. ¿Por qué leer obras maestras en un resumen?

Me complacerá argumentar el asunto con cualquiera que habitualmente a todos los autores en sus obras completas, y que lee cada trabajo completamente. Pero yo sospecho fuertemente que aquellos que se mantienen alejados de resúmenes y condensaciones, argumentando en favor del texto original, están simplemente manteniendo una postura. Aunque lo académico es mi propia profesión, yo reconozco sin apenarme de ello que he leído en su totalidad no más de una pequeña proporción de los grandes escritores del mundo. Conozco a los autores chinos, japoneses, hindúes, persas y rusos únicamente en condensaciones y parafraseos, y todos ellos, claro está, en traducciones, cuya precisión no puedo juzgar. Aunque he leído más que la gran mayoría de hombres, aún entre escolásticos, mi lectura en la literatura de Europa occidental es parca. A Platón lo conozco por entero, casi de corazón, pero he leído poco de Lutero, o de Calvino, y no mucho de Darwin, y prácticamente nada de Galileo. Las literaturas inglesa, griega y francesa fueron las regiones en las cuales al principio traté de sentirme como en casa, y después de muchos años aún no me he aclimatado, ni siquiera dentro de estos límites, y otros mundos permanecen sin ser visitados, o vistos esporádicamente.

Le digo esto, no para hacer con ligereza a un lado a los autores grandes y voluminosos, sino para alentar al lector, al académico o al lego, que conociendo bien algunos libros inmortales, desea obtener información acerca de los otros. Esta información tiene que ser obtenida de expertos que hayan leído para nosotros, y que nos hagan llegar el resultado en forma condensada. Si usted considera el ritmo al cual se están publicando los libros, y la elevada calidad de algunos de ellos, podrá ver que en otros cien años dependeremos de condensaciones aún más de lo que dependemos ahora. Cada uno de nosotros conocerá más de cerca a sus clásicos favoritos -y estará cada vez menos familiarizado con los clásicos que no son sus favoritos.

Sin lugar a dudas usted descubrirá en estas condensaciones algunos autores famosos que sólo le eran conocidos por sus nombres, a los cuales querrá leer en todo detalle en su obra completa. Este resultado feliz ha ocurrido muchas veces del uso de estas páginas. Es posible también que aunque usted no sea conducido al texto original, usted encontrará aquí grandes citas, preciosas por sí mismas, a las cuales regresará, de tiempo en tiempo, hasta que perduren en su memoria.

O inclusive aunque tenga en los anaqueles los originales de los cuales salieron estas condensaciones, usted encontrará, al igual que yo, no poco placer en voltear estas páginas y recordarse a sí mismo de los grandes pensamientos y emociones nobles, familiares a usted en modo general, pero menguadas por la prensa o el trabajo del día.

Usted observará que este Resumen no trata de incluír drama o ficción, esas dos ramas de la literatura mundial que son muy grandes para manejar, aún en forma condensada. Hay bien conocidos resúmenes de ficción, pero ninguno es o puede ser amplio en su alcance, y por lo tanto ninguno es realmente representativo.

Aún cuando el drama y la ficción pudieran haber sido incluídos, me dá gusto que el editor los dejó fuera. Historia, filosofía, ciencia, poesía, biografía, viajes -estos son suficientes tópicos. Aunque tengo pocos motivos para hablar a la ligera de la ficción o el drama, aunque los considero, con la poesía, las principales corrientes de la literatura, aún así tenemos que accesar, más de lo que hemos disfrutado, a los historiadores y los filósofos. Todos los nombres son conocidos, pero somos pocos los que hemos leído las páginas que hicieron a esos nombres. Toda persona educada, entre la gente de habla inglesa, ha oído hablar del libro de Gibbon Decline and Fall of the Roman Empire, pero ¿ha leído usted la maravillosa historia?

Si la ha leído, o cualquier otra gran historia, usted sabe que el placer del relato histórico descansa menos en la crónica de los eventos que en la personalidad del autor. Algunos historiadores objetan tal opinión, pero muchos lectores la consideran justa. Gibbon, por ejemplo, pensó que el Imperio Romano se desmenuzó por completo en el siglo trece -y desde su punto de vista quizá así fue. Henry Adams, el historiador americano que escribió tan elocuentemente acerca de San Miguel y Chartres, pensó que la civilización europea alcanzó su clímax supremo en el siglo trece que Gibbon no admiraba.

Si los médicos no logran ponerse de acuerdo, ¿qué es lo que puede hacer entonces el lego, el paciente? Bueno, yo creo que puede obtener información profunda viendo la torcedura de brazo que le manda el otro en defensa de su propia versión de la verdad. Y mucho del mismo placer -algo más profundo que el placer- puede ser obtenido comparando los puntos de vista de científicos o filósofos.

El fin de la lectura completa es adquirir mayor conocimiento de la naturaleza humana. Si leyéramos únicamente por el placer estético, una obra maestra o algo así sería suficiente. Lo que nos empuja a un estudio más amplio, aún en la forma de un resumen o una condensación, es un deseo por atisbar la actividad total de la mente humana, y la fortaleza o debilidad del carácter humano, revelados consciente o inconscientemente.

A cualquier lector, joven o viejo, académico o lego, le diré una cosa: no se escribió jamás un gran libro para ser leído o explicado en las escuelas. Cada obra maestra fue escrita en un principio para el uso de los hombres.

No se siente intimidado por nombres famosos. No piense que los libros famosos son aburridos. No serían famosos hoy si no hubieran despertado el interés en sus primeros lectores.

Tome una silla cómoda y una buena iluminación -y tenga confianza en su propia mente.

John Erskine
Columbia University
28 de febrero de 1937

Bien, preparémonos a leer el resumen del libro magistral de Darwin, El Origen de las Especies, con la garantía plena de que sabremos mucho más del libro con la lectura de este resumen que aquellos que ni siquiera han ido más allá de las primeras dos o tres páginas del libro. Pero se recuerda que para esta prática tomaremos el texto completo del resumen y mediante copiado y empastado injertaremos al texto dentro de la ventana principal de alguna herramienta como Spreeder de la cual ya hemos hablado previamente.

Usaremos como parámetro principal a la velocidad de lectura del Resumen, la cual se fijará inicialmente en 800 palabras por minuto, tomando tres palabras a la vez. Si el lector no se siente cómodo con esto, podrá bajarlo a dos palabras por minuto, pero en ningún caso tomará una sola palabra a la vez. Puesto que el Resumen consta de 6,419 palabras, leerlo a razón de 800 palabras por minuto nos debe tomar aproximadamente unos ocho minutos, lo cual ciertamente no es un gasto extraordinario de nuestro tiempo.

Se le recuerda al lector que posteriormente volveremos a leer el mismo material, pero a una velocidad más “cómoda” de 600 palabras por minuto. El lector descubrirá que su mente es capaz de poder procesar y asimilar con mayor rapidez cosas que no habría creído posibles de poder asimilar en tan poco tiempo. En rigor de verdad, el lector tiene aún mucho por descubrir sobre las cosas y tareas que puede realizar su propia mente.

Antes de llevar a cabo la lectura del resumen de la obra de Darwin, se proporcionarán de antemano algunos hipervínculos para que nuestra lectura no se detenga si tales hipervínculos hubieran sido incluídos dentro del texto principal (si el lector se siente familiarizado con todos estos términos y datos, puede dar inicio a la lectura del texto.)

¿Qué es la doctrina de las probabilidades?: probabilidades

¿Qué es el albinismo?: albinismo

¿Qué es un pedigrí?: pedigrí

¿Qué es el oficio de un horticultor?: horticultura

¿Qué es un cruzamiento?: cruce

¿Quién fue Herbert Spencer?: Herbert Spencer

¿Qué es un incremento geométrico?: progresión geométrica

¿Qué es la doctrina de Malthus?: doctrina de Malthus

¿Quién fue Linnaeus?: Linnaeus

¿Qué es una paloma tumbler?: tumbler

¿Qué es la época cámbrica?: cámbrico


Bien, estamos listos para proceder hacia nuestra lectura, a un paso acelerado de 800 palabras por minuto:

Sobre el Origen de las Especies

Por Medio de la Selección Natural

CHARLES DARWIN 

I - COMO SURGIO EN EL AUTOR EL CONCEPTO DE LA EVOLUCION

Cuando viajaba como naturalista a bordo del H.M.S. Beagle, buque de la marina real, me impresionaron mucho ciertos hechos que observé en la distribución geográfica de los seres orgánicos que viven en América del Sur y en las relaciones geológicas entre los habitantes actuales y los pasados de aquel continente. Tales hechos, como se verá en los últimos capítulos de este libro, parecían dar alguna luz sobre el origen de las especies, este misterio de los misterios, como lo ha llamado uno de nuestros mayores filósofos. A mi regreso al hogar se me ocurrió, en 1837, que acaso se podría llegar a descifrar algo de esta cuestión acumulando pacientemente y reflexionando sobre toda clase de hechos que pudiesen tener quizás alguna relación con ella.

Al considerar el origen de las especies es lógico que un naturalista, reflexionando sobre las afinidades mutuas de los seres orgánicos, sobre sus relaciones embriológicas, su distribución geográfica, su sucesión geológica y otros hechos semejantes, pueda llegar a la conclusión de que las especies no han sido independientemente creadas, sino que se han originado como las variedades de otras especies. Sin embargo, esta conclusión, aunque estuviese bien fundada, no sería satisfactoria hasta que pudiese demostrarse cómo las innumerables especies que habitan el mundo se han modificado hasta adquirir esta perfección de estructuras y adaptación mutua que causa, con justicia, nuestra admiración

Los naturalistas continuamente aluden a condiciones externas, tales como clima, alimento, etcétera, como la sola causa posible de variación. En un sentido limitado, como veremos después, esto puede ser verdad; pero es absurdo atribuir a causas puramente externas la estructura, por ejemplo, del pájaro carpintero, con sus patas, cola, pico y lengua tan admirablemente adaptados para capturar insectos bajo la corteza de los árboles. En el caso del muérdago, que saca su alimento de ciertos árboles, que tienen semillas que necesitan ser transportadas por ciertas aves y flores con sexos separados que requieren absolutamente la mediación de ciertos insectos para llevar polen de una flor a otra, es igualmente absurdo explicar la estructura de este parásito y sus relaciones con varios seres orgánicos distintos, por efecto de las condiciones externas, de la costumbre o de la voluntad de la planta misma.

Es, por consiguiente, de la mayor importancia llegar a un juicio claro acerca de los medios de modificación y de adaptación mutua. Al principio de mis observaciones me pareció probable que un estudio cuidadoso de los animales domésticos y de las plantas cultivadas ofrecería las mayores probabilidades de resolver este oscuro problema. No he sido defraudado: en éste y en los otros casos he hallado invariablemente que nuestro conocimiento, aún imperfecto como es, de la variación en estado doméstico proporciona la mejor y más segura guía. Aunque mucho permanece, y permanecerá por largo tiempo, obscuro, puedo entretener sin duda que el punto de vista que la mayoría de los naturalistas manejaban y que yo mismo aceptaba previamente -este es, que cada especie ha sido creada independientemente- es erróneo.

Estoy plenamente convencido de que las especies no son inmutables, pero que todas aquellas que pertenecen a las que son llamadas el mismo género son descendientes en línea directa de algunas otras y generalmente extintas especies, del mismo modo en que las variedades aceptadas de cualquier especie son los descendientes de esas especies. La selección natural ha sido el más importante, pero no exclusivo, medio de modificación.



II - VARIACION Y SELECCION EN LA VIDA VEGETAL Y ANIMAL


Todos los seres vivientes varían en mayor o menor grado el uno del otro, y aunque las variaciones que no son heredadas no son de importancia para nosotros, el número y la diversidad de las desviaciones heredables de estructura, tanto aquellas de poca importancia como aquellas de importancia fisiológica considerable, son interminables.

Ningún criador doméstico duda de cuán fuerte es la tendencia hacia la herencia; de que lo semejante reproduce lo semejante es su creencia fundamental. Se han arrojado dudas sobre este principio sólo por escritores teóricos. Cuando cualquier desviación en la estructura hace su aparición, y la vemos tanto en el progenitor como en el descendiente, no podemos decir  si no se deba a la misma causa actuando sobre ambos; pero cuando entre individuos, aparentemente expuestos a las mismas condiciones, cualquier desviación muy inusual, debida a alguna combinación extraordinaria de circunstancias, aparece en el progenitor -digamos, una vez entre varios millones de individuos- y que vuelve a aparecer en el hijo, la mera doctrina de las probabilidades casi nos obliga a atribuír dicha reaparición a la herencia.

Cualquiera habrá escuchado acerca de casos de albinismo, piel escamosa, cuerpos peludos, etcétera, apareciendo en miembros de una misma familia. Si desviaciones extrañas e inusuales son realmente heredables, desviaciones menos extrañas y más comunes podrán ser aceptadas con mayor liberalidad como heredables. Tal vez la manera correcta de ver todo el asunto sería observar la herencia de cada caracter cualesquiera como la regla, y la no-heredabilidad como la anomalía.

Las leyes que gobiernan la herencia son en su mayor parte desconocidas. Nadie puede decir el por qué la misma peculiaridad en individuos diferentes de la misma especie, o en diferentes especies, es algunas veces heredada y en otras no lo es; el por qué el niño frecuentemente revierte en algunos caracteres a su abuelo o a su abuela, o ancestro más lejano; por qué una peculiaridad es frecuentemente transmitida de un sexo a ambos sexos o únicamente a un sexo, más comunmente pero no exclusivamente al mismo sexo.

Dado el hecho de la herencia, tenemos evidencia derivada de la práctica humana acerca de la influencia de la selección. Hay grandes números de razas domesticadas de animales y plantas admirablemente adaptadas de varias maneras al uso o el gusto del hombre -adaptadas al medio en el cual su necesidad y su inclinación son los constituyentes más esenciales. No podemos suponer que todas las razas domésticas fueron producidas súbitamente tan perfectas y tan útiles como hoy las vemos; en verdad, en muchos casos sabemos que esta no ha sido su historia. La llave del poder del hombre es la selección acumulativa. La Naturaleza proporciona variaciones sucesivas; y el hombre las va sumando en ciertas direcciones que le son útiles. En este sentido, se puede decir que se ha hecho para sí mismo razas domésticas útiles.

El gran poder de este principio de selección no es hipotético. Varios de nuestros más eminentes criadores han logrado, en el lapso de una sola vida, modificar sus razas de ganado y ovejas. Lo que los criadores ingleses actualemente han efectuado es probado por los precios enormes ofrecidos por ciertos animales con un buen pedigrí; y estos han sido exportados a casi cualquier rincón del mundo. Los mismos principios son seguidos por los horticultores, y vemos una mejoría asombrosa cuando las flores del presente son comparadas con bosquejos hechos apenas hace algunos veinte o treinta años.

El estudio del origen de nuestras razas domésticas de animales y plantas nos lleva a las siguientes conclusiones. Las condiciones alteradas de vida son de la mayor importancia posible en causar la variabilidad, tanto actuando directamente sobre la organización, e indirectamente al afectar el sistema reproductivo. La variación espontánea de origen desconocido juega su propio papel. Algún, posiblemente grande, efecto, puede ser atribuído al uso o el desuso incrementado de las partes.

El resultado final es así entregado infinitamente complejo. En algunos casos el cruzamiento de especies aboriginalmente distintas parece haber jugado un papel importante en el origen de nuestras producciones domésticas. Cuando varias variedades han sido ya formadas en un país, su cruzamiento ocasional, con la ayuda de la selección, ha, sin lugar a dudas, ayudado mucho en la formación de nuevas sub-producciones domésticas, pero la importancia de los cruzamientos ha sido sobre-exagerada, tanto en lo que concierne a los animales como a las plantas. Sobre todas estas causas de cambio, la acción acumulativa de la selección, ya sea aplicada metódicamente y rápidamente, o inconscientemente y con mayor lentitud, parece haber sido el poder predominante.



III - SUPERVIVENCIA DEL MAS APTO EN LA LUCHA POR LA VIDA


Antes de aplicar estos principios a los seres orgánicos en un estado natural, debemos asegurarnos de que estos últimos estén sujetos a cualquier tipo de variación. Encontramos variación en todas partes. Diferencias individuales, de poco interés para el sistemático, son de la mayor importancia para nosotros, porque frecuentemente son heredadas; y por lo tanto proporcionan los materiales para que la selección natural pueda actuar y acumular, del mismo modo en que el hombre acumula diferencias individuales en cualquier dirección en sus producciones domésticas. Más aún, aquello que llamamos variedades no pueden ser realmente distinguidas a largo plazo  de especies, un hecho que podemos entender claramente si las especies alguna vez existieron como variedades, y así se originaron. Pero los hechos son totalmente inexplicables si las especies son consideradas como creaciones independientes.

¿Cómo todas aquellas adaptaciones exquisitas de una parte del cuerpo a la otra parte, y a las condiciones de la vida, y de un ser orgánico al otro, han sido perfeccionadas? Porque por todas partes encontramos estas bellas adaptaciones.

Debido a la lucha por la vida, las variaciones, por pequeñas que éstas sean, y por cualquier causa de las que procedan, si son en cualquier grado útiles a los individuos de una especie en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres orgánicos, y a sus condiciones físicas de vida, tenderán hacia la preservación de tales individuos y generalmente serán heredadas a su progenie. La progenie, también, tendrá una mejor posibilidad de supervivencia, en virtud de que, de los muchos individuos de cualquier especie que nacen periódicamente, sólo un número pequeño de ellos sobrevivirá. He llamado a este principio mediante el cual cada variación pequeña, si es útil es preservada, con el término Selección Natural, esto con la finalidad de marcar su relación con el poder de selección ejercido por el hombre. Pero la expresión, frecuentemente utilizada por el Señor Herbert Spencer, de la supervivencia del más apto, tal vez sea más precisa.

Hemos visto que el hombre, por medio de la selección, ciertamente puede producir grandes resultados, y puede adaptar a los seres orgánicos para sus propios propósitos, a través de la acumulación de variaciones pequeñas pero útiles, que le son dadas por la mano de la Naturaleza. La selección natural es un poder incesantemente listo para entrar en acción, y es inmensurablemente superior a los esfuerzos del hombre como los obras de la naturaleza lo son a las obras de arte.

Todos los seres orgánicos están expuestos a una competencia severa. Nada es más fácil de admitir en palabras que la verdad de la lucha universal por la vida, o más difícil -al menos, yo lo he encontrado así- que el llevar siempre en la mente esta conclusión. Aún así, a menos de que esto esté firmemente engranado en la mente, la economía total de la naturaleza, con cada hecho de distribución, escasez, abundancia, extinción y variación, apenas podrá ser vista o hasta malinterpretada. Vemos el rostro de la naturaleza con regocijo; frecuentemente vemos la gran abundancia de alimentos. No vemos, o bien olvidamos, que los pájaros que están cantando ociosamente en nuestro alrededor, viven de insectos o semillas, y por lo tanto están destruyendo vida constantemente; y también olvidamos cuánto estos cantadores, o sus huevos, o sus críos, son destruídos por pájaros o animales depredadores. No llevamos siempre en mente que, aunque el alimento sea superabundante, no lo es en todas las estaciones del año.

Una lucha por la existencia, siendo usado el término en un sentido amplio, general y metafórico, sigue inevitablemente del ritmo elevado al cual todos los seres orgánicos tienen a aumentar.

Cada ser, el cual durante su vida natural produce varios huevos o semillas, debe sufrir destrucción durante algún período de su vida, y durante alguna estación o año ocasional; de lo contrario, sobre el principio de incremento geométrico, sus números rápidamente se volverían tan inusualmente grandes que ningún país podría sostener el producto. Por lo tanto, ya que más individuos son producidos que los que pueden sobrevivir, debe de haber en cada caso una lucha por la existencia, ya sea entre un individuo y otro de la misma especie, o entre otros de especies distintas, o con las condiciones físicas de la vida. Es la doctrina de Malthus aplicada con fuerza colosal a lo largo y ancho de los reinos animal y vegetal; porque en este caso no puede haber un aumento artificial de alimentos, y ninguna restricción prudente por la vía del matrimonio. Aunque algunas especies puedan estarse incrementando ahora, más o menos rápidamente, en números, no todas lo pueden hacer, puesto que el mundo sería incapaz de sostenerlas todas.

No hay excepción a la regla de que cada ser orgánico se incrementa naturalmente a un ritmo tan alto que, si no es destruído, el mundo entero sería cubierto en poco tiempo por la progenie de un solo par. Aún el  hombre con su relativamente bajo nivel de reproducción se ha doblado cada veinticinco años y, a este ritmo, en mil años no habría literalmente espacio alguno para que su progenie pueda permanecer de pie. Linnaeus ha calculado que si una planta anual produjera tan sólo dos semillas -y no existe una planta tan improductiva como ésta- y sus retoños produjeran cada uno al año siguiente otras dos, y así sucesivamente, entonces en veinte años habría un millón de plantas.

El elefante es considerado como el animal que se reproduce más despacio de todos los conocidos, y me he tomado el trabajo de calcular la progresión mínima probable de su aumento natural; será lo más seguro admitir que empieza a criar a los treinta años, y que continúa criando hasta los noventa, produciendo en este intervalo seis hijos, y que sobrevive hasta los cien años; y siendo así, después de un periodo de 740 a 750 años habría aproximadamente 19 millones de elefantes vivos descendientes de la primera pareja.

Las causas que impiden la tendencia natural de cada especie al aumento son oscurísimas. Los huevos o los animales muy jóvenes sufren mayor destrucción, pero no siempre es así. En las plantas hay una gran destrucción de semillas. La cantidad de alimento para cada especie señala el límite extremo a que cada especie puede llegar; pero con mucha frecuencia, lo que determina el promedio numérico de una especie no es el obtener alimento, sino el servir de presa a otros animales. El clima desempeña un papel importante en determinar el promedio de individuos de una especie, y las épocas periódicas de frío o sequedad extremos parecen ser el más eficaz de todos los obstáculos para el aumento de individuos.

Las relaciones entre todos los animales y plantas del uno hacia el otro son de lo más complejo y frecuentemente de lo más inesperado. Batallas tras batallas han de repetirse continuamente con diferente éxito, y, sin embargo, tarde o temprano, las fuerzas quedan tan perfectamente equilibradas que el rostro de la naturaleza permanece uniforme durante largos periodos de tiempo, a pesar de que la cosa más insignificante daría la victoria a un ser orgánico sobre otro. Sin embargo, tan profunda es nuestra ignorancia que nos maravillamos cuando oímos hablar de la extinción de un ser orgánico.

La lucha por la vida será generalmente más severa entre individuos y variedades de una misma especie. Y la competencia será de lo más severo entre entre las formas que ocupan casi el mismo lugar en la economía de la naturaleza. Pero grande es nuestra ignorancia sobre las relaciones mutuas de todos los seres orgánicos. Todo lo que podemos hacer es mantener firmemente en nuestras mentes que cada ser orgánico está luchando por incrementarse en una proporción geométrica, que cada uno en algún período de su vida, durante alguna estación del año durante cada generación o a intervalos, tiene que llevar a cabo una lucha por su existencia y sufrir una gran destrucción. Podemos consolarnos con el hecho pleno de que la guerra de la naturaleza no es incesante, que no se siente temor, que la muerte es generalmente rápida, y que los vigorosos, los saludables y los felices sobrevivirán y se multiplicarán.



IV - COMO LA LUCHA POR LA VIDA GOBIERNA A LA VARIACION


¿Cómo actuará la lucha por la existencia en lo que se refiere a la variación? ¿Podrá el principio de la selección, que hemos visto ser tan potente en las manos del hombre, ser aplicado igualmente en la naturaleza? Pienso que veremos que puede actuar de un modo muy eficiente. Tengamos en mente el número interminable de variaciones pequeñas y diferencias individuales que ocurren en nuestras producciones domésticas, y, a un grado menor, aquellas que ocurren en la naturaleza, al igual que la fuerza de la tendencia hereditaria. Bajo la domesticación, puede verdaderamente decirse que toda la organización se vuelve hasta cierto grado plástica.

Pero la variabilidad, con la que casi universalmente nos encontramos en nuestras producciones domésticas, no es producida directamente por el hombre; él no puede dar origen a las variaciones ni puede evitar que ocurran; todo lo que puede hacer es ir conservando e ir acumulando las variaciones que se le vayan dando. Sin intención directa expone a seres orgánicos a condiciones alteradas de vida, y la variabilidad hace su aparición; pero cosas semejantestambién  pueden ocurrir y ocurren bajo la naturaleza.

Tengamos también en mente qué tan infinitamente complejas y estrechas son las relaciones mutuas de todos los seres orgánicos del uno al otro y a sus condiciones físicas de vida, y consecuentemente cuántas infinitamente variadas diversidades de estructura puedan ser de utilidad a cada ser bajo condiciones cambiantes de vida. ¿Puede entonces considerarse improbable, al ver qué variaciones indudablemente útiles al hombre han ocurrido, que otras variaciones, útiles de alguna manera a cada ser en la batalla compleja por la vida, puedan ocurrir en el transcurso de muchas generaciones sucesivas?

Si tales cosas ocurren, ¿podemos dudar, recordando que nacen muchos más individuos que los que puedan sobrevivir, que individuos que tengan cualquier ventaja sobre los demás tendrán las mejores posibilidades de sobrevivir y de procrearse? Por el contrario, podemos imaginar que cualquier variación que pueda ser en el menor grado perjudicial será destruída rigurosamente. Esta conservación de diferencias y variaciones individuales favorables, y la destrucción de las que sean perniciosas, es lo que he llamado yo selección natural, o la supervivencia del más apto.

El término es malentendido con demasiada frecuencia. Las variaciones que no son útiles ni perjudiciales no serán afectadas por la selección natural. No se afirme que la selección natural induzca la variabilidad. Lo único que implica es la conservación de tales variedades como vayan surgiendo y que sean de beneficio para el ser bajo sus condiciones de vida. De nueva cuenta, se ha dicho que yo hablo de la selección natural como si fuese una potencia activa o una divinidad; pero ¿quién hace cargos a un autor que habla de la atracción de la gravedad como si regulase los movimientos de los planetas? Es difícil evitar el personificar la palabra Naturaleza; pero por Naturaleza quiero decir sólo la acción y el resultado totales de muchas leyes naturales, y por leyes, la sucesión de hechos, en cuanto son conocidos con seguridad por nosotros.

Si el hombre puede producir, y ciertamente ha producido, un gran resultado con sus medios de selección metódicos e inconscientes, ¿que no podrá llevar a cabo la selección natural? El hombre sólo puede actuar en los caracteres visibles y externos. La Naturaleza —si se me permite personificar la conservación o supervivencia natural de los más adecuados— no atiende a nada por las apariencias, excepto en la medida en que son útiles a los seres.  Puede obrar sobre todos los órganos internos, sobre todos los matices de diferencia de constitución, sobre el mecanismo entero de la vida. .

El hombre selecciona solamente para su propio bien; mientras que la Naturaleza lo hace sólo para el bien del ser que tiene a su cuidado. La Naturaleza hace funcionar plenamente todo carácter seleccionado, como lo implica el hecho de su selección. El hombre retiene en un mismo país a los seres naturales de varios climas; raras veces ejercita de modo peculiar y adecuado cada carácter elegido; alimenta con la misma comida a una paloma de pico largo y a una de pico corto; no ejercita de algún modo especial a un cuadrúpedo de lomo alargado o a uno de patas largas; somete al mismo clima a ovejas de lana corta y de lana larga.

El hombre no permite a los machos más vigorosos luchar por las hembras; no destruye con rigidez a todos los individuos inferiores, sino que, en la medida en que puede, protege todos sus productos en cada cambio de estación; empieza con frecuencia su selección por alguna forma semimonstruosa o, por lo menos, por alguna modificación lo bastante destacada como para que atraiga la vista o para que le sea francamente útil.

Pero en la Naturaleza, las más ligeras diferencias de estructura o constitución pueden muy bien inclinar la balanza, tan delicadamente equilibrada, en la lucha por la existencia y ser así conservadas. ¡Qué fugaces son los deseos y esfuerzos del hombre! ¡Qué breve su tiempo!, y, por consiguiente, ¡qué pobres serán sus resultados, en comparación con los acumulados en la Naturaleza durante períodos geológicos enteros! ¿Podemos, pues, maravillarnos de que las producciones de la Naturaleza hayan de ser de condición mucho más real que las producciones del hombre; de que hayan de estar infinitamente mejor adaptadas a las más complejas condiciones de vida y de que hayan de llevar claramente el sello de una fabricación superior?

Metafóricamente puede decirse que la selección natural está buscando cada día y cada hora por todo el mundo las más ligeras variaciones; rechazando las que son malas; conservando y sumando todas las que son buenas; trabajando silenciosa e insensiblemente, cuando quiera y dondequiera que se ofrece la oportunidad, por el perfeccionamiento de cada ser orgánico en relación con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. Nada vemos de estos cambios lentos y progresivos hasta que la mano del tiempo ha marcado el transcurso de las edades; y entonces, tan imperfecta es nuestra visión de las remotas edades geológicas, que vemos sólo que las formas orgánicas son ahora diferentes de lo que fueron en otro tiempo.

La selección natural modificará la estructura del hijo en relación con el padre, y viceversa. En los animales sociales adaptará la estructura de cada individuo para beneficio de toda la comunidad, si ésta saca provecho de la variación seleccionada. Lo que no puede hacer la selección natural es modificar la estructura de una especie sin darle alguna ventaja para el bien de otra; y, aunque pueden hallarse en los libros de Historia Natural manifestaciones en este sentido, yo no puedo hallar un solo caso que resista la comprobación.

Una conformación utilizada sólo una vez en la vida de un animal, si es de suma importancia para él, puede ser modificada hasta cualquier extremo por selección natural; por ejemplo: las grandes mandíbulas que poseen ciertos insectos y que utilizan exclusivamente para abrir el capullo, o la punta dura del pico de las aves antes de nacer, empleada para romper el huevo. Se ha afirmado que, de las mejores palomas tumbler o volteadoras de pico corto, un gran número perecen en el huevo porque son incapaces de salir de él; de manera que los avicultores ayudan en el acto de romper el cascarón. Ahora bien: si la Naturaleza hubiese de hacer cortísimo el pico del palomo adulto para ventaja de la misma ave, el proceso de modificación tendría que ser lentísimo, y habría simultáneamente, dentro del huevo, la selección más rigurosa de todos los polluelos que tuviesen el pico más potente y duro, pues todos los de pico blando perecerían inevitablemente, o bien podrían ser seleccionadas las cáscaras más delicadas y más fácilmente rompibles, pues es sabido que el grueso de la cáscara varía como cualquier otra estructura.

En todos los seres ha de haber mucha destrucción fortuita, que poca o ninguna influencia puede tener en el curso de la selección natural. Por ejemplo: un inmenso número de huevos y semillas son devorados anualmente, y éstos sólo podrían ser modificados por selección natural si variasen de algún modo que los protegiese de sus enemigos. Sin embargo, muchos de estos huevos o semillas, si no hubiesen sido destruidos, habrían producido quizá individuos mejor adaptados a sus condiciones de vida que ninguno de los que tuvieron la suerte de sobrevivir.

Así que, de nueva cuenta, un número inmenso de animales y plantas adultos, sean o no los mejor adaptados a sus condiciones, tiene que ser destruido anualmente por causas accidentales que no serían mitigadas en lo más mínimo por ciertos cambios de estructura o constitución que serían, por otros conceptos, beneficiosos para la especie.

Pero aunque la destrucción de los adultos sea tan considerable —siempre que el número de ellos que puede existir en un distrito no esté por completo limitado por esta causa—, o aunque la destrucción de huevos y semillas sea tan grande que sólo una centésima o una milésima parte se desarrolle, de los individuos que sobrevivan, los mejor adaptados —suponiendo que haya alguna variabilidad en sentido favorable— tenderán a propagar su clase en mayor número que los menos adaptados.

En nuestra teoría la existencia continuada de organismos más bajos no ofrece dificultad alguna; ya que la selección natural no necesariamente incluye desarrollo progresivo; sólo toma ventaja de tales variaciones que puedan surgir y que puedan ser de beneficio para cada criatura en sus relaciones complejas de vida.

El mero transcurso del tiempo por sí solo no hace nada, ya sea a favor o en contra de la selección natural. Digo esto porque se ha afirmado erróneamente que he supuesto que el elemento del tiempo juega el papel principal en la modificación de las especies, como si todas las formas de vida necesariamente estuvieran sujetas a cambio en virtud a alguna ley de carácter temporal.



V - LA FUNCION DE LA SELECCION SEXUAL EN LA VIDA


Esta forma de selección depende no de una lucha por la existencia en relación con otros seres orgánicos o con condiciones externas, sino de una lucha entre los individuos de un sexo —generalmente, los machos— por la posesión del otro sexo. El resultado no es la muerte del competidor desafortunado, sino el que deja poca o ninguna descendencia.

La selección sexual es, por lo tanto, menos rigurosa que la selección natural. Generalmente, los machos más vigorosos, los que están mejor adecuados a su situación en la naturaleza, dejarán más descendencia; pero en muchos casos la victoria depende no tanto del vigor natural como de la posesión de armas especiales limitadas al sexo masculino. Un ciervo sin cuernos o un gallo sin espolones habrían de tener pocas probabilidades de dejar numerosa descendencia. La selección sexual, dejando siempre criar al vencedor, pudo, seguramente, dar valor indomable, longitud a los espolones, fuerza al ala para empujar la pata armada de espolón, casi del mismo modo que lo hace el brutal gallero mediante la cuidadosa selección de sus mejores gallos.

Ignoro hasta qué punto en la escala de los seres naturales desciende esta ley del combate; se ha descrito que los cocodrilos machos riñen, rugen y giran alrededor —como los indios en una danza guerrera— por la posesión de las hembras; se ha observado que los salmones machos pelean durante todo el día; los ciervos volantes machos, a veces llevan heridas de las enormes mandíbulas de los otros machos; se ha visto muchas veces a los machos de ciertos insectos peleando por una hembra determinada que está posada al lado, espectador en apariencia indiferente de la lucha, la cual se retira después con el vencedor.

La guerra es quizá más severa entre los machos de los animales polígamos, y parece que éstos cuentan muy frecuentemente con armas especiales. Los machos de los carnívoros están siempre bien armados, aun cuando a ellos y a otros pueden ser dados medios especiales de defensa mediante la selección natural, como la melena del león o la mandíbula ganchuda del salmón macho, pues tan importante puede ser para la victoria el escudo como la espada o la lanza.

Entre las aves, la contienda es muchas veces de carácter más pacífico. Todos los que se han ocupado de este asunto creen que entre los machos de muchas especies existe gran rivalidad por atraer cantando a las hembras. El tordo rupestre de Guayana, las aves del paraíso y algunas otras se reúnen, y los machos, sucesivamente, despliegan con el más minucioso cuidado y exhiben de la mejor manera su esplendoroso plumaje; además ejecutan extraños movimientos ante las hembras, que, asistiendo como espectadores, escogen al final al compañero más atractivo.



VI - COMO LAS ESPECIES ESTAN SIENDO CONSTANTEMENTE MEJORADAS


Vemos mucha variabilidad bajo la domesticación, ocasionada, o por lo menos excitada, por condiciones cambiantes de vida; pero frecuentemente en una manera tan obscura que nos sentimos tentados a considerar tales variaciones como espontáneas. La variabilidad está gobernada por muchas leyes complejas —por crecimiento correlacionado, compensación, un uso o desuso incrementado de las partes y la acción definida de las condiciones del entorno.

Hay mucha dificultad en afirmar qué tanto nuestras producciones domésticas han sido modificadas; pero podemos inferir con cierta seguridad que esto ha sido grande, y que las modificaciones pueden ser heredadas por períodos largos. En tanto que las condiciones de vida permanezcan iguales, tenemos razones para suponer que una modificación, que ya ha sido heredada por muchas generaciones, podrá continuar siendo heredada por un número casi infinito de generaciones. Pero tenemos evidencia de que la variabilidad, una vez que ha entrado en acción, no cesa bajo la domesticación por mucho, ni cesa jamás, puesto que nuevas variedades siguen siendo producidas ocasionalmente por nuestras producciones domésticas más viejas.

La variabilidad en los hechos no es ocasionada por el hombre; él únicamente expone a los seres orgánicos a nuevas condiciones de vida, y entonces la naturaleza actúa sobre la configuración haciendo que varíe. Pero el hombre puede seleccionar y selecciona aquellas variaciones que le dá la naturaleza, acumulándolas en la forma que lo desee. Es así como adapta a las plantas y a los animales para su propio beneficio o placer. Puede hacerlo metódicamente, o puede hacerlo inconscientemente conservando aquellos individuos que le son más útiles o placenteros sin una intención de alterar la variedad.

Es seguro que él puede influenciar el carácter de una variedad seleccionando, en cada generación sucesiva, diferencias individuales tan pequeñas que no serán apreciables excepto para el ojo educado. Este proceso inconsciente de selección  ha sido el medio para la formación de las variedades más distintivas y útiles. El que muchas variedades producidas por el hombre tengan en buena medida el carácter de especies naturales es demostrado por las dudas inextricables de que muchas de ellas sean variedades o especies aboriginalmente distintas.

No hay razón alguna para que los mismos principios que han actuado tan eficientemente bajo la domesticación no hayan actuado bajo la naturaleza. En la supervivencia de individuos o razas favorecida,, a lo largo de la lucha recurrente por la existencia, vemos una forma de selección potente y de larga duración.

La lucha por la supervivencia sigue inevitablemente de la elevada razón de incremento geométrico que es común a todos los seres orgánicos. Esta elevada tasa de crecimiento es demostrada mediante cálculos; por el aumento rápido de muchas plantas y animales durante una sucesión de estaciones peculiares y cuando son naturalizadas en nuevos países. Nacen más individuos de los que pueden sobrevivir. Un grano en la balanza puede decidir cuáles individuos vivirán y cuáles morirán; qué variedad se incrementará en números, y cuál disminuirá, o finalmente se extinguirá.

Al entrar los individuos de una misma especie en una competencia en todos sus aspectos el uno con el otro, la batalla será generalmente más severa entre ellos; será casi igualmente severa entre las variedades de la misma especie, y después en severidad entre las especies del mismo género. Por otra parte, la lucha será severa entre seres que están distanciados en la escala natural. La menor ventaja en ciertos individuos, sobre aquellos con los cuales entran en competencia, o la mejor adaptación, por pequeña que sea la diferencia, a las condiciones físicas del entorno, volteará, a la larga, el fiel de la balanza.

Con animales que tienen sexos separados, habrá en la mayoría de los casos una lucha entre los machos por la posesión de las hembras. Los machos más vigorosos, o aquellos que han luchado mejor con sus condiciones de vida, generalmente dejarán la mayor progenie. Pero el triunfo frecuentemente dependerá en que los machos tengan ciertas armas especiales, o medios de defensa, o encantos; y una ligera ventaja conducirá a la victoria.

Como la geología proclama claramente que todos los países han sufrido grandes cambios físicos, podíamos

haber esperado encontrar que los seres orgánicos han variado en estado natural del mismo modo como han variado en estado doméstico. Y si ha habido alguna variabilidad en la naturaleza, sería un hecho inexplicable que la selección natural no hubiese entrado en juego.

Con frecuencia se ha afirmado que, aunque la afirmación no es susceptible de demostración, que la intensidad de la variación en estado natural es sumamente limitada. El hombre, aunque obra sólo sobre los caracteres externos y muchas veces de forma caprichosa, puede producir dentro de un corto periodo un

gran resultado sumando en sus producciones domésticas simples diferencias individuales. Pero, aparte de estas diferencias, todos los naturalistas admiten la existencia de variedades naturales que se consideran lo suficientemente distintas para merecer ser registradas en las obras sistemáticas

Nadie ha trazado una distinción clara entre las diferencias individuales y las variedades pequeñas, ni entre las variedades claramente señaladas y las subespecies y especies. En continentes separados, o en partes diferentes del mismo continente separadas por obstáculos de cualquier clase, o en islas adyacentes, ¡qué multitud de formas existen que los naturalistas experimentados clasifican, unos, como variedades; otros, como razas geográficas o subespecies, y otros, como especies distintas, aunque muy próximas!

Pero si los animales y las plantas varían, por poco y lentamente que sea, ¿por qué no tendrán que conservarse y acumularse por selección natural o supervivencia de los más adecuados, las variaciones o diferencias individuales que sean en algún modo provechosas? Si el hombre puede seleccionar con paciencia variaciones útiles para él, ¿por qué, en condiciones de vida variables y complicadas, no habrán de surgir con frecuencia y ser conservadas o seleccionadas variaciones útiles a las producciones vivientes de la naturaleza? ¿Qué límite puede fijarse a esta fuerza que actúa durante tiempos larguísimos y que escudriña rigurosamente toda la constitución, con formación y costumbres de cada ser, favoreciendo lo bueno y rechazando lo malo? No veo límite alguno para esta fuerza al adaptar lenta y admirablemente cada forma a las más complejas relaciones de vida.

Veo en el porvenir un amplio campo para investigaciones mucho más interesantes. La psicología se basará seguramente sobre los cimientos, bien echados ya por mister Herbert Spencer, de la necesaria adquisición gradual de cada una de las facultades y aptitudes mentales.

Autores muy eminentes parecen estar completamente satisfechos con la hipótesis de que cada especie ha sido creada independientemente. A mi juicio, se aviene mejor con lo que conocemos de las leyes fijadas por el Creador de la materia el que la producción y extinción de los seres pasados y presentes de la Tierra se debieran a causas secundarias, como las que determinan el nacimiento y la muerte del individuo.

Cuando veo a todos los seres no como creaciones especiales, sino como los descendientes directos de un corto número de seres que vivieron mucho antes de que se depositase la primera capa del sistema cámbrico, me parece que se han ennoblecido. Juzgando por el pasado, podemos deducir con seguridad que ninguna especie viviente transmitirá sin alteración su semejanza hasta una época futura lejana.

Y de las especies que ahora viven, poquísimas transmitirán descendientes de ninguna clase a edades remotas; pues la manera como están agrupados todos los seres orgánicos muestra que en cada género la mayor parte de las especies no han dejado descendiente alguno y se han extinguido por completo. Podemos echar una mirada profética al porvenir, hasta el punto de predecir que las especies comunes y muy extendidas, que pertenecen a los grupos mayores y predominantes, serán las que finalmente prevalecerán y procrearán especies nuevas y predominantes.

Como todas las formas actuales son descendientes directos de las que vivieron hace muchísimo tiempo en la época cámbrica, podemos estar seguros de que jamás se ha interrumpido la sucesión ordinaria por generación y de que ningún cataclismo ha desolado el mundo entero; por tanto, se puede esperar, con alguna confianza, un porvenir seguro de gran duración. Y como la selección natural obra solamente mediante el bien y para el bien de cada ser, todos los dones intelectuales y corporales tenderán a progresar hacia la perfección.

Es interesante contemplar un enmarañado ribazo cubierto por muchas plantas de varias clases, con aves que cantan en los matorrales, con diferentes insectos que revolotean y con gusanos que se arrastran entre la tierra húmeda, y reflexionar que estas formas, primorosamente construidas, tan diferentes entre sí, y que dependen mutuamente de modos tan complejos, han sido producidas por leyes que obran a nuestro alrededor. Estas leyes, tomadas en un sentido más amplio, son: la de crecimiento con reproducción; la de herencia, que casi está comprendida en la de reproducción; la de variación por la acción directa e indirecta de las condiciones de vida y por el uso y desuso; una razón del aumento, tan elevada, tan grande, que conduce a una lucha por la vida, y como consecuencia a la selección natural, que determina la divergencia de caracteres y la extinción de las formas menos perfeccionadas.

Así, la cosa más elevada que somos capaces de concebir, a saber, la producción de los animales superiores, resulta directamente de la guerra de la naturaleza, del hambre y de la muerte.

Hay grandeza en esta concepción de que la vida, con sus diferentes fuerzas, ha sido alentada por el Creador en un corto número de formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, una infinidad de las más bellas y portentosas formas.


Total de palabras:  6,419 palabras


Ahora el lector repetirá su lectura del material anterior, pero lo hará a una velocidad promediada en unas 600 palabras por minuto, la cual tomará menos de once minutos. Y en lo que toca a la gran mayoría de los lectores, con esta segunda lectura muchos descubrirán que sus mentes son capaces de captar más de lo que estaban acostumbrados a procesar.

Si el lector ya llevó a cabo su segunda lectura a 600 palabras por minuto, pasaremos a discutir algo adicional que le puede ser de interés:

 Los resúmenes, siendo extractos condensados que deben dejar fuera detalles que no son indispensables para la comprensión de las ideas o de los temas básicos de aquello que está siendo condensado, pueden dejar fuera cosas que, aunque no sean absolutamente necesarias para entender los argumentos esenciales de un autor, sí pueden ser interesantes y llamarnos la atención. Como ejemplo de ello, una cosa que no aparece arriba pero que sí forma parte de la obra original de Darwin es lo siguiente en lo cual Charles Darwin, en el último capítulo de su libro (el capítulo XV), dá respuesta a las críticas que ya estaban siendo encausadas de antemano en contra de sus teorías, críticas basadas en una interpretación absolutamente literal del libro del Génesis que suponen que cada una de las especies fue creada independientemente la una de la otra sin relación alguna entre ellas:

Es difícil admitir que una teoría falsa explique de un modo tan satisfactorio, como lo hace la teoría de la selección natural, las diferentes y extensas clases de hechos antes indicadas. Recientemente, se ha hecho la objeción de que éste es un método peligroso de razonar; pero es un método utilizado al juzgar los hechos comunes de la vida y ha sido utilizado muchas veces por los más grandes filósofos naturalistas. De este modo, se ha llegado a la teoría ondulatoria de la luz, y la creencia en la rotación de la Tierra sobre su eje hasta hace poco tiempo no se apoyaba casi en ninguna prueba directa. No es una objeción válida el que, hasta el presente, la ciencia no arroje luz alguna sobre el problema, muy superior, de la esencia u origen de la vida. ¿Quién puede explicar qué es la esencia de la atracción de la gravedad? Nadie rechaza actualmente el seguir las consecuencias que resultan de este elemento desconocido de atracción, a pesar de que Leibnitz acusó a Newton de introducir “propiedades ocultas y milagros en la Filosofía”.

No veo ninguna razón válida para que las opiniones expuestas en este libro ofendan los sentimientos religiosos de nadie. Basta, como demostración de lo pasajeras que son estas impresiones, recordar que el mayor descubrimiento que jamás ha hecho el hombre, a saber, la ley de la atracción de la gravedad, fue también atacado por Leibnitz “como subversiva de la religión natural y, por consiguiente, de la revelada”. Un famoso autor y teólogo me ha escrito que gradualmente ha ido viendo que es una concepción igualmente noble de la Divinidad creer que Ella ha creado un corto número de formas primitivas capaces de transformarse por sí mismas en otras formas necesarias, como creer que ha necesitado un acto nuevo de creación para llenar los huecos producidos por la acción de sus leyes.

Puede preguntarse por qué, hasta hace poco tiempo, los naturalistas y geólogos contemporáneos más eminentes no creyeron en la mutabilidad de las especies: no puede afirmarse que los seres orgánicos en estado natural no estén sometidos a alguna variación; no puede probarse que la intensidad de la variación en el transcurso de largos periodos sea una cantidad limitada; ninguna distinción clara se ha señalado, si puede señalarse, entre las especies y las variedades bien marcadas; no puede sostenerse que las especies, cuando se cruzan, sean siempre estériles y las variedades siempre fecundas, o que la esterilidad es un don y una señal especial de creación. La creencia de que las especies eran producciones inmutables fue casi inevitable mientras se creyó que la historia de la Tierra fue de corta duración, y ahora que hemos adquirido alguna idea del tiempo transcurrido propendemos demasiado a admitir sin pruebas que los registros geológicos son tan perfectos que nos tendrían que haber proporcionado pruebas evidentes de la transformación de las especies, si éstas hubiesen experimentado transformación.

Pero la causa principal de nuestra oposición natural a admitir que una especie ha dado nacimiento a otra distinta es que siempre somos tardos en admitir grandes cambios cuyos grados no vemos. La dificultad es la misma que la que experimentaron tantos geólogos cuando Lyell sostuvo por vez primera que los agentes que vemos todavía en actividad han formado las largas líneas de acantilados del interior y han excavado los grandes valles. La mente no puede abarcar toda la significación ni siquiera de la expresión un millón de años; no puede sumar y percibir todo el resultado de muchas pequeñas variaciones acumuladas durante un número casi infinito de generaciones.

Aun cuando estoy completamente convencido de la verdad de las opiniones albergadas en este libro bajo la forma de un extracto, no espero en modo alguno convencer a experimentados naturalistas cuya mente está llena de una multitud de hechos vistos durante un largo transcurso de años desde un punto de vista diametralmente opuesto al mío. Es comodísimo ocultar nuestra ignorancia bajo expresiones tales como el plan de creación, la unidad de tipo, etc., y creer que damos una explicación cuando tan sólo repetimos la afirmación de un hecho. Aquellos cuya disposición natural les lleve a dar más importancia a dificultades inexplicadas que a la explicación de un cierto número de hechos, rechazarán seguramente la teoría aquí expresada. Algunos naturalistas dotados de mucha flexibilidad mental, y que ya han empezado a dudar de la inmutabilidad de las especies, pueden ser influidos por este libro, pero, más que nada, miro con confianza hacia el porvenir, hacia los naturalistas jóvenes, que serán capaces de ver los dos lados del problema con imparcialidad. Quienquiera que sea llevado a creer que las especies son mudables, prestará un buen servicio expresando honradamente su convicción, pues sólo así puede quitarse la carga de prejuicios que pesan sobre esta cuestión.

No han faltado aquellos detractores que acusan a Darwin de haber inventado casi de la nada una cadena de argumentos astutos y hasta “diabólicos” para quitarle al Creador el mérito de las creaciones independientes de las especies. No debe extrañar que se trata en su mayor parte de personas que no han leído jamás a Darwin, ni siquiera en resúmenes, pero que pese a ello se sienten con la suficiente autoridad para motivar o inclusive obligar a que los demás a que piensen igual que ellos, eliminando por completo cualquier raciocionio o análisis lógico del asunto. Se trata, desde luego, de una postura muy cómoda el dejar que otros piensen por nosotros y que nos digan lo que es y lo que no es, únicamente porque ellos lo afirman y porque ellos se consideran poseedores de la verdad absoluta. Pero la historia nos demuestra que, con demasiada frecuencia, tal flojera de dejar que otros piensen por nosotros suele pagarse a un costo sumamente elevado.