jueves, 28 de agosto de 2008

10: Condiciones para una lectura eficiente

Una vez que se han dominado los fundamentos básicos descritos en los capítulos anteriores, el lector hallará que su modo de leer ya no es el mismo de antes. En lugar de limitarse a reconocer palabras, su lectura se encamina ahora a la búsqueda activa de las ideas y los datos que el autor del texto escrito desea comunicar, elevando al mismo tiempo su nivel de comprensión.

Sin embargo, el aumento en nuestra capacidad intelectual puede traer como consecuencia un ligero cansancio físico, un “ardor” de ojos o un dolor de cabeza a los que hay que prestar atención inmediata si queremos manterner en  pie nuestras nuevas habilidades.

Siendo el órgano de la visión el medio mediante el cual recabamos toda nuestra información escrita, debemos estudiar aunque sea a grandes rasgos cómo trabaja dicho órgano.

Es posible que el lector ya esté familiarizado con libros y artículos que haya leído antes sobre las condiciones de iluminación en las cuales se debe llevar a cabo nuestro trabajo para poder obtener óptimos resultados. Algunos han encontrado que entre más leen acerca de este tema, tanto más confusa se vuelve la situación. Por ejemplo, el ingeniero norteamericano Frederick Taylor, creador de la “Administración Científica del Trabajo”, propone en su libro The Principles of Scientific Management (1911) que una iluminación adecuada aumenta la productividad del trabajador. Sin embargo, los estudios Hawthorne llevados a cabo por la compañía Western Electric desde 1924 hasta 1932 en colaboración con la Academia Nacional de Ciencias y con la Universidad de Harvard, se encontró que no sólo la iluminación y la productividad de los trabajadores no tenían ninguna relación entre sí, sino que la producción podía continuar aumentando incluso cuando la iluminación disminuía, después de lo cual se supo que la atención y el reconocimiento que se les daba a los trabajadores eras más importantes que las condiciones de trabajo. Este descubrimiento quedó documentado en el libro “clásico” de Roethlisberger y Dickson titulado Management and the Worker (1939). Pero una reflexión nos indica que éstos resultados no pueden aplicarse al aprendizaje acelerado, ya que mientras el trabajo en la industria es un trabajo manual de grupos de trabajadores con remuneración pagada e inclusive con programas de premios y recompensas a la productividad, el aprendizaje es la labor intelectual de un solo individuo sin percepción inmediata de salario. Además, el trabajo en la industria consta por lo general de tareas repetitivas a las cuales el trabajador se puede acostumbrar desarrollando movimientos automáticos y mecánicos que le permiten realizar su trabajo incluso aunque esté ciego, no ocurriendo lo mismo cuando leemos un libro. Por otro lado, debemos hacer a un lado las guías tales como la recomendación 50-30-10 (50 bujías-pie de iluminación para estaciones de trabajo, 30 para áreas de ventas y 10 para corredores y salas); en virtud de que tales guías fueron creadas para hacer frente a la crisis mundial de energéticos en los años setenta y no para optimizar la calidad del aprendizaje en las escuelas. Es por esto que debemos hacer a un lado lo que hayamos leído con anterioridad y buscar por nuestra cuenta lo que mejor se adapte a nuestras necesidades en la práctica.

Para comprender con mayor claridad lo que vamos a estudiar a continuación, trate de llevar a cabo los siguientes experimentos a la menor brevedad posible. Los experimentos son sencillos y no requieren ningún aparato o conocimiento especial para efectuarse, ni causan molestia alguna.

Experimento # 1.- En un sitio bien iluminado (o preferentemente en la calle, de día), pídale a cualquier persona que lo mire de frente por unos instantes. Observe bien el tamaño de las  pupilas en los ojos del sujeto. A continuación, a la vez que la otra persona mantiene los ojos abiertos mirándolo de frente, produzca con la palma de su mano a uno o dos centímetros de la frente del sujeto una sombra, bloqueando la luz solar o la luz de la lámpara del cuarto. Observe bien cómo al disminuír la intensidad de la luz las pupilas del sujeto se expanden automáticamente. Al quitar la mano, las pupilas se cerrarán rápidamente recuperando su tamaño original. Si repite el experimento varias veces, el fenómeno se repetirá sin cesar. La conclusión que sacamos es que entre mayor sea la intensidad de la luz que incide sobre el ojo, tanto más pequeña se volverá la pupila, y viceversa. El sujeto no está consciente de que éste cambio se está llevando a cabo de manera automática en su organismo.

Experimento # 2.- En una noche clara (de preferencia lejos de la ciudad) cuando las estrellas se pueden ver con mayor nitidez, escoja una estrella de poca brillantez y trata de mirarla enfocándola directamente con sus ojos, directamente. Al hacer ésto, notará que la estrella comienza a perder intensidad (incluso puede desaparecer de su campo visual). Una vez hecho ésto, trate de mirarla de lado, sin enfocarla directamente. Notará que la estrella vuelve a aumentar de intensidad hasta recuperar la brillantez original que tenía cuando la había detectado por primera vez. Esto comprueba que no vemos igual de noche que de día.

Existen dos tipos de visión, a saber:

1) La visión diurna.

2) La visión nocturna.

La visión diurna, que es con la que vemos de día, nos permite observar una gran cantidad de detalles y colores con gran precisión. Debe su existencia a unos elementos sensibles a la luz localizados en la retina conocidos como los conos. Hay aproximadamente 7 millones de conos en el ojo humano, la mayor parte de los cuales están concentrados en una región pequeña conocida como la fóvea central:


Por ello, al ver de día, la pupila se cierra concentrando la luz en la fóvea central, permitiéndonos ver con claridad lo que estamos leyendo.

La visión nocturna, que es la que usamos de noche, no nos permite distinguir los colores con claridad e impide enfocar nuestra atención en los detalles y contrastes de lo que vemos de noche. Debe su existencia a unos elementos mucho más sensibles a la luz que los conos, llamados bastoncillos. Hay aproximadamente 100 millones de bastoncillos en el ojo humano, la mayor parte de los cuales están repartidos en la periferia de la retina. Por ello, al ver de noche, la pupila se abre permitiendo el paso de la mayor cantidad posible de la débil luz nocturna, la cual será detectada por los bastoncillos repartidos en la periferia de la retina. Como no hay una región equivalente a la fóvea central que permita la concentración de la luz nocturna en una área pequeña, podemos ver por qué tropezamos con dificultades cuando queremos enfocar nuestra vista de noche o en condiciones de mala iluminación. Si insistimos en enfocar nuestra vista en un libro pobremente iluminado, estaremos atentando contra la fisiología natural del ojo. Si además de esto estamos practicando el aprendizaje dinámico apoyándonos en la lectura veloz, lo cual requiere la identificación de una gran cantidad de detalles y datos en períodos muy cortos de tiempo, los “ardores” en los ojos y hasta un dolor de cabeza no tardarán en aparecer (en condiciones de iluminación pobre, aún la lectura a velocidad “normal” terminará produciendo ardor de ojos y posible dolor de cabeza después de un cierto período de tiempo. El aprendizaje dinámico no hace más que acelerar estos efectos.)

Lo más recomendable es utilizar una lámpara fluorescente de escritorio equivalente a una lámpara incandescente de 150 wattios, lo cual producirá una mil bujías-pie de iluminación, que es aproximadamente la décima parte del equivalente de la luz solar. La importancia de que sea una lámpara de escritorio es que, de acuerdo con las leyes de la física, la intensidad de la luz disminuye no en razón inversa de la distancia del foco luminoso sino en razón inversa del cuadrado de la distancia al foco emisor de luz. En otras palabras, la iluminación producida por un foco a unos diez centímetros de distancia será cuatro veces menor que la iluminación que produce el mismo foco a cinco centímetros de distancia, y será ocho veces menor a veinte centímetros de distancia. Debido a esta brusca caída de la intensidad de la luz con la distancia al foco emisor de luz, es necesario tener el foco luminoso lo más cerca posible del material que se está leyendo.

En caso de que no haya disponible una lámpara que produzca una iluminación equivalente a la que produciría una bombilla incandescente de 150 wattios, se puede utilizar una de 80 wattios o, en el peor de los casos, una de 40 wattios. De otra manera, la lectura se deberá llevar a cabo cerca de una ventana o al aire libre (tal vez le interese al lector leer la obra Seeing and Human Welfare, escrita por el Doctor Matthew Luckiesh, Director del Laboratorio para la Investigación de la Iluminación de la compañía General Electric, en la cual describe cómo un aumento en la intensidad de la luz disminuye en forma dramática la tensión muscular nerviosa).

En otros tiempos, no se recomendaría el uso de la luz fluorescente, ya que como ésta no se origina en una fuente puntual como la luz incandescente de una bombilla o la luz solar, no produce sombras, y con ello se vuelve más difícil para el ojo calcular distancias y evaluar formas tridimensionales. Sin embargo, la conciencia ecológica y la lucha contra el calentamiento global han tomado precedencia sobre este tipo de consideraciones, y no queda más remedio que habituar a nuestros ojos a trabajar con las nuevas realidades.

La lectura dinámica es el arte de ver, y por lo tanto todo lo que tenga que ver con la lectura dinámica tiene que ver directamente con el arte de ver. Precisamente pensando en ello, nada mejor que tomar un ejemplar del libro El arte de ver en su edición de 1978 publicada por Editorial V Siglos, escrito por Aldous Huxley, y abrirlo para tomar de dicho libro algunos cuantos consejos sumamente útiles. Pero antes de reproducir aquí los extractos de dicho libro, pondremos en práctica algo de lo que aprendimos en un capítulo previo sobre cómo llevar a cabo el sondeo de un libro, y llevaremos a cabo un sondeo rápido del libro para formarnos una mejor idea del propósito de dicho libro y de las intenciones de su autor, empezando por la lectura del interior de la portada del libro, que dice lo siguiente:
En el año de 1939, amenazado de cerca por la ceguera, Aldous Huxley comienza a practicar el método de adiestramiento visual diseñado por el eminente Doctor W. H. Bates. Los resultados fueron prodigiosos: Huxley ya había consultado a los oftalmólogos más importante del mundo con muy poco éxito. Con el método del Dr. Bates, exhibido por Huxley en esta obra maravillosa, recuperó la vista abandonando para siempre los anteojos.

Este es un libro para el lego, un desafío para el oftalmólogo ortodoxo, una dávida preciada para la humanidad y una guerra abierta contra el prejuicio hacia un método que ha sido aplicado con resultados prodigiosos.
El anverso del libro (la parte trasera) tiene lo siguiente:
Aldous Huxley nació en 1894 y de la escuela preparatoria (descrita en “Ciego en Gaza”) va a Eton, de donde tuvo que darse de baja a los 17 años debido a problemas graves de la visión. Habiendo recuperado cierto nivel de visión en un ojo, fue a Bulliol en 1913, pero su vista deficiente le impidió seguir la carrera de medicina; por la misma razón se le dispensó de hacer el servicio militar.

Produciendo con esfuerzo sobrehumano parte de su caudal literario, Huxley se vió una vez más al borde de la ceguera y se trasladó a California.

El Arte de Ver es la historia del milagro que en un par de meses logró no sólo vencer el fantasma de la ceguera, sino devolverle la visión lo suficiente como para abandonar los anteojos.

En esta obra, como símbolo de gratitud, Aldous Huxley comparte con nosotros la técnica que le devolvió la vista y describe en términos accesibles el proceso fisiológico de ver, mostrando nuevamente el camino de la luz a quienes lo han perdido casi en la totalidad y a quienes comienzan a perderlo.
El libro tiene al principio un prefacio y una tabla de contenidos, la cual se reproduce a continuación:
SECCION I

I.- Medicina y Visión defectuosa

II.- Un método de reeducación visual

III.- Sensación + Selección + Percepción = Visión

IV.- Variabilidad del funcionamiento somático y mental

V.- Causas del mal funcionamiento visual: enfermedades y emociones

SECCION II

VI.- Relajación

VII.- Parpadeo y respiración

VIII.- El ojo, órgano de la luz

IX.- Fijación central

X.- Métodos para favorecer los movimientos de los ojos y de la mente

XI.- Ojeada

XII.- Desplazamiento

XIII.- La parte mental de la visión

XIV.- Memoria e imaginación

XV.- Miopía

XVI.- Disfunciones en la visión a distancia, astigmatismo y estrabismo
XVII.- Ciertas situaciones en donde se prueba la capacidad visual

XVIII.- Iluminación
Los primeros dos párrafos del libro en el primer capítulo dicen lo siguiente:
Medicus curat, natura sanat (el médico cura, la naturaleza sana). El antiguo aforismo engloba todo el objeto y propósito de la medicina: proporcionar al organismo enfermo las mejores condiciones internas y externas para que ejerza su propia capacidad autorreguladora y reparadora. Si no hubiera vis medicatrix naturae, si no existieran fuerzas naturales para la curación, la medicina sería inútil, y cualquier alteración por pequeña que fuera, conduciría a la muerte o daría lugar a una enfermedad crónica.

Si las condiciones son favorables, el organismo enfermo tiende a sanar por su propia capacidad de curación. Si no se restablece, significa que el caso es desesperado o que las condiciones no son favorables. En otras palabras: que con el tratamiento médico aplicado no se logra lo que se lograría con un tratamiento natural adecuado.
Los últimos dos párrafos del libro puestos en el último capítulo dicen lo siguiente:
Para terminar, nos parece útil decir algunas palabras sobre la iluminación por fluorescencia muy usada ahora en fábricas, tiendas y oficinas debido a sus ventajas económicas. Hay muchas pruebas de que este tipo de iluminación influye negativamente sobre la visión de una serie de individuos que deben hacer sus trabajos en semejantes condiciones. Una razón para ello reside en la estructura de la luz misma, que no se origina en un foco incandescente como la luz solar o una lámpara de filamento. Pero esto no es todo. La iluminación fluorescente casi no forma sombras. Como resultado, el elemento de contraste tan vital para la visión correcta, falta en las habitaciones iluminadas por tubos fluorescentes. Las sombras nos posibilitan calcular las distancias y apreciar las formas. Cuando no hay sombras, nos vemos privados de uno de nuestros auxilios más importantes, y la interpretación correcta de los sensa es mucho más compleja. Es ésta una de las causas por la que los órganos de la visión se cansan mucho más fácilmente en un día nublado que en un día con brillante luz solar. La iluminación por fluorescencia provoca un efecto parecido al provocado por el resplandor difuso, reflejado por las nubes altas y delgadas. Para los ojos que se han adaptado a la luz de un foco incandescente, y para la mente que ya sabe cómo hacer uso de las sombras para la interpretación, para la percepción y para el evalúo final, la iluminación por fluorescencia no puede menos que parecer rara y confusa. Lo extraño es que tan sólo una minoría de individuos reaccione negativamente a tal iluminación.

La persona que pertenezca lamentablemente a ese diez o quince por ciento de la población que no puede trabajar con la iluminación por fluorescencia sin sufrir tumefacción de los párpados, enrojecimiento de los ojos y pérdida de la visión, lo mejor que puede hacer es buscar otro trabajo que le permita trabajar al aire libre o a la luz de lámparas de filamento. Otra posibilidad es palmear los ojos con frecuencia y salir de los locales así iluminados, cuantas veces se pueda, para practicar algunos minutos el asoleado. En la noche, como reemplazo del asoleado, bañar los ojos cerrados y luego abiertos en la luz de una potente lámpara de filamento incandescente. El cine representa otra estupenda medida terapéutica para quienes padecen por estas iluminaciones. Cuando se ha aprendido a mirar correctamente a la pantalla, los ojos que reaccionan mal a la luz fluorescente y la mente que sufre por la ausencia de sombras y contrastes hallarán en esa distracción un reposo refrescante.
Sobre esto último, y aunque la tendencia es a descontinuar por completo el uso de los focos incandescentes reemplazándolos por luz fluorescente, como ventaja compensatoria obra el hecho de que mucho del material escrito que estaremos viendo en la actualidad proviene no de papel impreso que refleja la luz flourescente con la cual posiblemente leamos el material de noche sino de luz que no es reflejada sino originada de la misma fuente de lectura, los foquitos LED de las pantallas planas de los monitores de computadora, la cual es más brillante y ofrece calidad de nitidez y contraste.

Si bien es cierto que el método Bates tiene sus críticos, principalmente entre los oftalmólogos, también es cierto que los oftalmólogos obtienen su diario sustento promoviendo el uso de los anteojos, y cualquier cosa que pueda reducir la dependencia en los anteojos necesariamente será mala para el negocio de la oftalmología, razón por la cual el lector no se debe sorprender si no encuentra muchos oftalmólogos o médicos oculistas que promuevan o que simpaticen con el método del Doctor Bates.

En los últimos dos párrafos del libro, Aldous Huxley habla sobre la importancia de palmear los ojos con frecuencia. El palmeado es descrito en mayor detalle en el interior del libro, aunque en realidad no tiene mucha ciencia, y la siguiente fotografía le dará al lector la idea inmediata de lo que es un palmeado:


Bien, dicho lo anterior, ahora reproduciremos aquí algunos extractos que nos interesan leer:

Si el ojo permanece fijo sobre un determinado objeto determinado, sin que éste se mueva, la percepción, después de un tiempo, disminuye y luego desaparece. Si se ubican los extremos de los dedos sobre una mesa sin hacer presión, bastan pocos instantes para que ya no se sienta el contacto. Pero bastará un movimiento de los ojos o de los dedos, aunque sea ligero, para que vuelva a despertar la percepción. Es que el conocimiento sólo es posible si se produce cambio. El cambio sólo es posible mediante el movimiento. Fácil sería referirse durante muchas páginas a este hecho, pero a pesar de que los hechos son muy manifiestos y vulgares, la psicología no ha tomado en cuenta el papel desempeñado por los movimientos, y por ello ha olvidado, al menos, que son la condición primordial del conocimiento y los instrumentos de la ley fundamental del conocimiento, que es: relatividad y cambio. Por eso con lo que ya se ha dicho la aseveración de que donde no hay movimiento, no existe percepción.

Hace ya más de medio siglo que Ribot enunció esta verdad respecto a la unión entre movimiento y percepción. En teoría, ninguno niega ahora que Ribot tenía razón, pero sin embargo, los oftalmólogos ortodoxos no han realizado el menor esfuerzo para desentrañar cómo puede aplicarse este principio a la práctica diaria con el fin de mejorar el funcionamiento de la vista. Este trabajo fue emprendido por el Dr. Bates, y en su sistema se señala continuamente lo importante que es el movimiento como una ayuda para la visión.

En el trabajo antes mencionado, el doctor E. J. Barmack manifiesta que: “La atención que se desplaza con libertad es un sostén importante de la actividad vital. Si la atención se limita a una actividad insuficientemente motivada, la actividad vital decrece”. Y que la movilidad es importante lo subraya también el profesor Abraham Wolf en su artículo “Atención” publicado en Enciclopedia Británica: “La concentración de la atención sobre alguna cosa o pensamiento es a veces muy compleja, con muchas partes y aspectos, y nuestra atención en verdad pasa permanentemente de una parte a otra, desde atrás hacia adelante. La atención que sólo puede dirigirse a una sola cosa, que no puede desplazarse de una parte a otra, por ejemplo, una pequeña mancha coloreada, no se puede mantener más de un segundo sin que se corra el riesgo de caer en un trance hipnótico o en algún estado patológico similar”. En lo que se refiere a la visión, este movimiento permanente de atención de una parte a otra cosa observada, se acompaña casi siempre del movimiento que corresponde al aparato físico de la sensación. La razón es sencilla. Las imágenes más nítidas se recogen en la zona macular del centro de la retina:



y en especial en la diminuta fovea centralis. La mente al seleccionar cada una de las partes del objeto que ha de ser percibido, ordena los movimientos de los ojos, de tal manera que cada parte del objeto va siendo vista por esa porción de ojo que recoge la imagen más clara. (El oído no posee la región correspondiente a la fovea centralis; por lo tanto, es imprescindible el desplazamiento de la atención dentro del campo auditivo y ello no significa un desplazamiento paralelo del órgano corporal. La diferenciación y elección de los sensa auditivos solamente puede ser hecha por la mente y no se necesitan los movimientos correspondientes del aparato sensorial auditivo.)

Ya dijimos que, para ser apta, la atención debe estar en permanente movimiento, y que debido a la presencia de la fovea centralis, los ojos deben desplazarse continuamente, y de la misma manera la atención mental que los dirige.

Movimientos constantes de los ojos, inmovilidad del resto del cuerpo, tal es la regla en lo que toca a la atención visual. Y mientras se observe esta regla, y no existan enfermedades o problemas psicológicos, el funcionamiento de la visión continuará normal. La anormalidad se produce cuando la inhibición del movimiento, que es usual y adecuada en otras partes del cuerpo humano, tiene lugar en los ojos, donde es completamente irrecomendable.

El mensaje es claro: nuestra visión no fue diseñada por la Naturaleza para estar fija ante un objeto inmóvil, tiene que estar siempre en constante movimiento, quizá porque todo conocimiento que adquiramos en nuestras vidas se producirá con el cambio y no con la rigidez de la inmovilidad. Por eso el hipnotizador trata de evitar que sus sujetos puedan tener su visión en constante movimiento haciéndolos enfocar la vista hacia un punto fijo e inmóvil.

Cuando se han adquirido ya los hábitos para llevar a cabo la lectura dinámica, un pequeño obstáculo con el que solemos encontrarnos en nuestro camino cuando nos preparamos para llevar a cabo nuestra lectura sobre un libro nuevo, posiblemente un libro recién comprado, o posiblemente un libro que nunca antes había sido leído y que estaba acumulando polvo en algún lugar de la casa por no haber tenido tiempo nadie en la casa para leerlo, es el hecho de que las páginas del libro parecen estar pegadas una tras otra, y aunque estemos llevando a cabo una lectura ligera aplicando la lectura veloz a un paso superior a las 150 palabras por minuto, tenemos que batallar un poco para “voltear la página”. La lectura dinámica puede ser apoyada aquí usando ambas manos para llevar a cabo la lectura de un libro, con la mano izquierda sujetando el borde izquierdo de páginas de lo que estamos leyendo, y con la mano derecha (o mejor dicho los dedos de la mano derecha) guiando el paso de la lectura al seguir nuestros ojos el movimiento de nuestros dedos por debajo de la línea de texto, y una vez que nos estamos acercando al final de la página que tenemos a nuestra derecha entonces movemos la mano izquierda para tomar con los dedos de la misma la esquina superior de la página a la cual le vamos a dar la vuelta, dándole la vuelta y usando nuevamente los dedos de la mano izquierda para sujetar la página a la cual le acabamos de dar la vuelta y los dedos de la mano derecha para usarlos como moderador marcando el paso al cual vamos leyendo el texto. Pero en un libro recién comprado o que nunca antes había sido leído, las páginas no se prestan a estar siendo tomadas rápidamente una tras otra por los dedos de la mano izquierda conforme vamos a “darle la vuelta” a la siguiente página. Para corregir ésto, tenemos que hacer al libro amigable para la lectura dinámica, tenemos que prepararlo para que sus páginas no se encuentran tan pegadas las unas a las otras. La manera de hacer esto es, antes de comenzar con la lectura del libro, poner el libro sobre una mesa, y abriéndolo por la mitad presionar cada mitad contra la mesa. Repetimos este procedimiento en la mitad de cada una de las primeras mitades, y así sucesivamente, hasta que el libro se abre naturalmente. Un libro que ha sido preparado para la lectura se nos ofrece espontáneamente de la siguiente manera:




El libro que ha sido preparado para la lectura ha sido convertido en un libro amigable, es un libro que prácticamente nos está invitando a leerlo o al menos hojearlo, es un libro en el cual resulta mucho más fácil ir separando las páginas conforme avanzamos rápidamente en la lectura del mismo. El sondeo preliminar de un libro es la etapa ideal para prepararlo para la lectura del mismo una vez que con la ayuda del sondeo preliminar nos hayamos fijado varios objetivos específicos a obtener con la lectura del mismo:




Preparar un libro para su lectura es algo que no debe llevar más de dos o tres minutos, y será un tiempo bien invertido al facilitarnos el poder movernos rápidamente de un lugar a otro dentro del libro inclusive si estamos buscando una página al azar después de haber consultado el índice del libro.

Al aplicar y desarrollar las técnicas que hemos descrito en los capítulos anteriores, elevando con ello la capacidad del aprendizaje, no se puede continuar usando la misma iluminación a la que estábamos acostumbrados, del mismo modo que un atleta no se puede conformar con la alimentación que se le recomienda a una persona que lleva una vida sedentaria. Una vez que se haya acostumbrado al uso de una buena iluminación, el lector descubrirá que en realidad es tan incómodo leer y estudiar con iluminación insuficiente que se preguntará cómo sus ojos pudieron tolerar tal situación por tanto tiempo.