jueves, 28 de agosto de 2008

8: La lectura veloz




En estos tiempos que corren en los cuales la única constante es el cambio, la necesidad de elevar la velocidad de lectura por cualquier medio posible es crucial para todos los que llevados por su vocación han dedicado sus vidas al estudio, así como también aquellos que por imperativos profesionales se ven en la necesidad de tener que estarse actualizando constantemente, y también aquellos urgidos por mantenerse al día para así poder mantener la calidad y el nivel de las clases que imparten a sus estudiantes universitarios, sin olvidar los motivos personales que nos llevan a aumentar la cobertura de los temas por los que nos interesamos, con todo lo cual comprendemos dramáticamente que, a lo largo de los años, nuestro tiempo es cada vez más limitado, y comprendemos la razón que asistía a quienes nos precedieron y acuñaron el lema Ars longa, vita brevis. Aumentar la velocidad a  la que leemos nos permite el equivalente a dilatar ese tiempo que tenemos disponible. Si logramos  multiplicar, digamos por cuatro, las palabras por minuto que somos capaces de leer, es como si dispusiéramos de cuatro veces más tiempo del que nos queda, sea éste cual fuere. La sensación que trae este triunfo personal sobre las limitaciones biológicas que nos impone  la vida es indescriptible, y merece, sin duda alguna, cualquier esfuerzo que hagamos por pequeño que sea para conseguirlo.

Es posible darse una idea de la velocidad promedio con la que uno lleva a cabo su lectura de una manera muy sencilla inclusive sin tener un reloj a la mano. Primero que nada, es necesario “sincronizarnos” contando de uno en uno (de preferencia con la ayuda de un reloj digital que pueda marcar los segundos) diciendo en nuestros adentros “uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ...” para darnos una idea así sea superficial del avance del tiempo. Una vez sincronizados en nuestro conteo con el avance promedio del tiempo medido en segundos, procedemos a leer algún material de la manera en la que lo leemos usualmente. Muy pronto nos daremos cuenta al ir avanzando en nuestra lectura si estamos leyendo a razón de una palabra por segundo, porque el salto de una palabra a otra nos tomará, en promedio, un segundo. Si podemos leer en promedio dos palabras por segundo, entonces a cada segundo iremos avanzando de dos en dos palabras. Y así sucesivamente. Ahora bien, si estamos leyendo a razón de una palabra cada segundo, eso quiere decir que estamos leyendo a razón de 60 palabras por minuto, una velocidad de lectura que aunque algo baja no es inusual en los países de habla hispana. Por otro lado, si estamos leyendo a razón de dos palabras cada segundo, eso quiere decir que estamos leyendo 120 palabras en cada minuto de tiempo, o sea a razón de 120 palabras por minuto. Esta velocidad se puede considerar ya algo elevada, que debería ser la velocidad de lectura típica para el estudiante universitario promedio cuando está leyendo materiales de lectura ligera.

Fué en la década de los sesentas cuando ante los cada vez mayores volúmenes de información que estaban inundando los anaqueles de periódicos, revistas y librerías el asunto de la lectura veloz empezó a recibir mayor atención; ya no era una mera habilidad deseable para reducir los tiempos de lectura permitiendo con ello poder leer más en menos tiempo, el asunto de la lectura veloz se estaba convirtiendo en una necesidad no solo para muchos estudiantes sino para muchos profesionistas. Errónenamente se creía que la habilidad para poder leer rápidamente era una capacidad innata en cada persona que no podía ser mejorada mediante algún tipo de entrenamiento especializado, algo así el cociente intelectual o el color de los ojos o el desempeño gimnástico, siendo por lo tanto la velocidad de lectura algo propio a cada persona.

Si es posible leer a una velocidad del doble o inclusive del triple de la velocidad de lectura a la cual estamos acostumbrados a leer, ¿en qué mecanismo habrá de basarse tal habilidad? Responder a esta pregunta nos obliga necesariamente repasar la manera en la cual aprendimos a leer desde que estábamos en la escuela primaria. Lo primero que aprendimos fue, desde luego, el alfabeto, esos símbolos indispensables para poder formar palabras. A continuación, nos fuimos acostumbrando a leer cada palabra deletreando la primera letra, después la segunda letra, después la tercera letra, y así sucesivamente hasta llegar a la última letra de la palabra. Y al principio, lo hacíamos lentamente, de una manera como la que se ilustra a continuación:


Con el paso del tiempo, fuimos aumentando nuestra velocidad de lectura aunque haciéndolo esencialmente de la misma manera:


Y sin duda alguna, conforme nos fuimos acostumbrando a la lectura, la velocidad de lectura continuó subiendo gradualmente:


hasta que podíamos leer pausadamente en voz alta a una velocidad como la siguiente:

De este modo, al ir acumulando en nuestras mentes las letras que forman una palabra, el siguiente paso era identificar el conjunto ordenado de letras como algo que representaba cierta cosa u acción. Y así, nuestra forma de lectura, por construcción, quedó basada en la lectura letra-por-letra. Es así cómo con el paso del tiempo nos fuimos acostumbrando a la lectura letra por letra, volviéndonos cada vez más eficientes en el proceso. Si al principio nos podía tomar uno o dos minutos leer una sola palabra, eventualmente podríamos ir aumentando la velocidad de lectura para poder leer diez palabras cada minuto, después veinte palabras cada minuto, y así sucesivamente. Eventualmente podríamos leer alrededor de de cien palabras cada minuto, pero ese tipo de lectura estaba anclado subconscientemente en el mecanismo de lectura letra-por-letra. En pocas palabras, lo que cambió fue la velocidad, más no la técnica. A esto se sumó la subvocalización, algo que consiste en ir pronunciando mentalmente la letra de cada palabra conforme vamos construyendo la palabra. Y a esto muy posiblemente se sumó otro mal hábito, la tendencia de “leer hacia atrás” volviendo a mirar lo ya leído sin que hubiera una razón realmente válida para ello; y en este hábito de “avance-retroceso” nuestra comprensión de lo que leíamos en lugar de aumentar frecuentemente solía disminuír.

La subvocalización y la lectura letra-por-letra a que nos fuimos acostumbrando por años terminaron siendo las limitantes absolutas para poder superar substancialmente la barrera de unas cien palabras por minuto. Algunos, sin embargo (y esto seguramente lo vimos en la escuela, sobre todo en aquellos que solían sacar altas calificaciones o en aquellos a los que no les producía cansancio alguno la lectura y tomaban afición por leer todo aquello en lo que podían echar mano), podían subir su velocidad de lectura por encima de las 150 palabras por minuto. Algo estaban haciendo subconscientemente que los demás no habían descubierto cómo hacer. ¿Pero qué?

Aceptar que la mente sólo puede tomar una letra a la vez e ir sumando en forma cumulativa las letras leídas para formar una palabra supone que hay una barrera natural impuesta por ese mecanismo. Lo cual es falso. Porque la mente no solo es capaz de poder ver una letra a la vez. De hecho es capaz de poder ver y reconocer dos o inclusive tres letras a la vez. Esto abre una posibilidad de lectura como la siguiente:


Es importante entender que aunque parezca lo mismo, se trata ya de un proceso diferente del proceso de lectura letra-por-letra. En esta situación estamos leyendo grupos de letras de dos en dos. Esto es algo que la mente lo puede lograr, en muchos casos de forma natural. Y al igual que como ocurrió con la lectura letra-por-letra, la velocidad de lectura tomando grupos de dos letras a la vez puede ser aumentada:


y aumentada:


Los lectores tradicionalmente lentos son aquellos que se quedaron estancados subconscientemente en el mecanismo de lectura letra-por-letra, muchas veces sin darse cuenta de ello.

Nuestra mente no está limitada a poder tomar grupos de letras de dos en dos. El siguiente paso natural en la modificación subconsciente de nuestro modo de lectura consiste en tomar de un solo golpe de vista las sílabas que constituyen una palabra, leyendo en efecto grupos de sílabas:


También en esto la velocidad de lectura puede ser aumentada:


y aumentada:


¿Está limitada la mente a poder ver y reconocer dos o tres letras a la vez para formar con ello una palabra? Sorprendentemente, no. La mente tiene la capacidad para poder leer palabras completas de un solo golpe de vista. Este mecanismo impresionante no se basa en enfocar las primeras dos o tres letras de una palabra y después enfocar las siguientes dos o tres letras de la palabra y así sucesivamente hasta tenerla completa sumando las letras acumladas mentalmente. Estamos hablando de la lectura palabra-por-palabra, la cual es algo muy diferente de la lectura letra-por-letra. ¿Pero qué de la subvocalización? ¿Acaso no seguimos limitados subconscientemente por la arraigada costumbre de ir pronunciando una palabra conforme la vamos leyendo? La respuesta es sí y no. La subvocalización sigue allí, es algo de lo cual es muy difícil deshacerse. Sin embargo, el sonido que corresponde a una palabra se puede producir no sólo al ir leyendo algo letra-por-letra sino también al ir tomando cada palabra con un solo golpe de vista. Aunque no nos demos cuenta de ello, hay una diferencia substancial.

Podemos empezar a ilustrar la capacidad de la mente para poder tomar palabras completas de un solo golpe de vista de la manera siguiente:


A la velocidad de lectura anterior, posiblemente el efecto no haya sido muy notorio. Vamos a subir un poco más la velocidad mientras el lector se acostumbra a este tipo de efecto:


Ahora vamos a hacerlo más rápido, de modo tal que cada palabra sea tomada completa de un solo golpe de vista sin permitirle a la mente recurrir al mecanismo de lectura letra-por-letra:


Tal vez ahora sí el lector pueda empezar a creerlo cuando se le afirma categóricamente que su mente puede tomar palabras completas con un solo golpe de vista, y al hablar de un solo golpe de vista estamos hablando de que después de haberse enfocado en una palabra completa la visión pasa de inmediato a enfocarse en la siguiente palabra. Se trata de un tipo nuevo de lectura, la lectura palabra-por-palabra. El mecanismo mental consiste en ir “brincando” con la vista de una palabra a otra de la manera siguiente:


Naturalmente, la velocidad de lectura mediante este mecanismo se puede mejorar:


y es aquí cuando realmente por vez primera la posible disminución en nuestros tiempos de lectura reduciéndolos a la mitad o inclusive a la tercera parte de lo que usualmente nos lleva ya no se antoja como una fantasía de ciencia-ficción sino como algo que está dentro del límite de nuestras posibilidades, si estamos dispuestos a invertir el tiempo requerido para desarrollar tales facultades. En algunos casos, y dependiendo del grado de escolaridad de la persona, tal vez requiera un poco de tiempo acostumbrarse a este tipo de lectura. Pero la mente tiene la capacidad de hacerlo, es algo que la Naturaleza nos ha dado gratuitamente.

 Así, cuando en la escuela  aprendimos a leer lo hicimos primero letra-por-letra, después algunos aprendieron por cuenta propia a hacerlo sílaba por silaba tomando grupos de sílabas a la vez, y finalmente otros más lograron avanzar haciéndolo palabra-por-palabra tomando palabras completas de un solo golpe de vista. Los ojos avanzan a saltos por la lectura y  esos saltos reciben el nombre de movimientos sacádicos.  Cuantas más detenciones sacádicas (llamadas simplemente fijaciones) haya en nuestra lectura, tanto menor será nuestra velocidad. Las fijaciones dependen del desarrollo intelectual alcanzado en la lectura antes de adquirirse las técnicas propias de la lectura veloz. Tal vez haya algunos quienes tengan un vago recuerdo infantil de que al estar leyendo en voz alta su vista parecía querer avanzar más rápido sobre el texto escrito que la velocidad a la cual estaban limitados a leer en voz alta; y otros que sentían el empuje interior de leer en voz alta a una velocidad más rápida de lo que la lengua y la garganta permitían pronunciar las palabras. Todas esto era confirmaciones subconscientes de que la mente interna estaba siendo limitada por debajo de su velocidad natural de captación y entendimiento real, aunque eventualmente los hábitos adquiridos en la escuela primara terminaron imponiéndose estableciéndose en firme la subvocalización.

En todo caso, el abarcar con el ojo no solo una letra o unas tres letras sino una palabra completa o inclusive grupos de palabras con verlas de un solo golpe de vista depende de algo fundamental: la capacidad de poder ir ampliando aquello que llamamos la visión periférica del ojo.




Todos los cursos de lectura veloz dependen de un modo u otro en desarrollar la capacidad mental para ampliar la visión periférica para poder tomar una cantidad mayor de letras o palabras a la vez, rompiendo con el esquema de tomar una letra a la vez sumando las letras cumulativamente para formar una palabra. Pero, ¿QUÉ es la visión periférica? Si usted levanta sus manos hacia adelante de modo que queden dentro de su campo visual, y manteniendo la mirada en un punto en la pared frente a usted las va separando lentamente moviendo los dedos, aún así podrá percibir los movimientos que haga con los dedos de sus manos gracias a la visión periférica aunque mantenga su mirada centrada en un punto de referencia delate de sus ojos, podrá apreciar los movimientos de sus manos sin mirarlas directamente. Eso es precisamente lo que llamamos Visión Periférica. Esto es lo que constituye la principal clave de poder "Ver sin mirar directamente". Si se sitúa a dos metros de una pared y coloca su mirada desenfocada y suave en un punto cualquiera delante de sus ojos, y mueve ambas manos dentro de su campo visual, podrá distinguirlas simultáneamente aunque borrosas, sin mirarlas directamente. La mirada quedaría a la altura de ese punto donde ha elegido colocar su mirada, pero la atención está abajo, atendiendo a sus manos sin mirarlas directamente. en eso consiste.

Hay otro modo un poco más dramático de demostrar la existencia de la visión periférica, mediante lo que se conoce como el efecto de desvanecimiento Troxler, para lo cual recurriremos a la siguiente figura:



Mirese fijamente durante unos 20 segundos el punto rojo que está en el centro de esta imagen, y el lector verá que empieza a ocurrir algo muy curioso: desaparece el círculo verde que hay alrededor del punto rojo. La razón por la cual desaparece el círculo verde es porque la visión periférica tiende a desaparecer cuando situamos la vista de forma permanente durante al menos 20 segundos en un punto fijo. Y esto ilustra algo fundamental: si detenemos nuestra lectura en una sola palabra por demasiado tiempo, empezarán a caer fuera de nuestro campo visual las otras palabras que están a su lado. Algunos suponenen erróneamente que la lectura en desplazamiento continuo sin interrupciones es algo cansado y aburrido, pero resulta ser precisamente lo contrario; si nos mantenemos fijos con nuestra visión enfocada sobre un espacio pequeño, el resto empieza a caer fuera de nuestro alcance, como si la mente (o mejor dicho, nuestra visión) se empezara a aburrir.

Volviendo a la lectura palabra-por-palabra, aparentemente todo estaría dicho aquí, aparentemente habríamos llegado al límite de nuestras capacidades naturales para la lectura. Sin embargo, la mente, que no deja de sorprendernos, nos puede mostrar otra habilidad si estamos dispuestos a extraérsela, la capacidad para poder leer tomando grupos de dos o más palabras a la vez. No se trata ya de grupos de letras, sino de grupos de palabras. Pero... ¿será esto posible? ¿Qué cree el lector al respecto? Todo depende de cuánto estemos dispuesto a ampliar nuestra visión periférica y qué tanto estemos dispuestos a confiar en nuestras mentes para lograr tal facultad. Aunque se han diseñado aparatos y programas para extraerle a la mente esta capacidad innata, no siempre contamos por donde vayamos con tales aparatos, por ejemplo cuando estamos esperando el camión y acabamos de comprar una revista.

Una confirmación de que es posible aumentar la capacidad de procesamiento visual de informaciónn en cualquier persona llegó con la invención de un aparato (hoy ya obsoleto) conocido como el taquistoscopio. Desde el punto de vista histórico, el método del taquistoscopio está en los antecedentes de la lectura rápida . Los primeros cursos basados en el taquistoscopio estaban basados en las técnicas que provenían de un lugar insólito: las Fuerzas Aéreas. Los entrenadores y estrategas se dieron cuenta de que, en situación de combate, algunos pilotos no veían a tiempo al avión enemigo, una limitación que era letal en el campo de batalla, y los psicólogos y educadores de las Fuerzas Aéreas trataron de buscarle solución. Un grupo especial fue encargado de desarrollar esa máquina bautizada como taquistoscopio, la cual era capaz de reproducir imágenes de forma rápida en una pantalla, en este caso siluetas de  aviones, durante unos instantes. Se empezó con exposiciones de imágenes de aviones amigos y enemigos durante cinco segundos que gradualmente iban disminuyendo tamaños de imagen y tiempos de exposición. Finalmente, solo se mostraban partes de la silueta. Los resultados fueron sorprendentes, ya que se descubrió que una persona entrenada podia distinguir representaciones diminutas de aviones y sus partes, expuestas en la pantalla durante tan solo quinientas milésimas de segundo. Viendo que la habilidad perceptiva de los ojos había sido subvalorizada, se decididió aplicar esta información a la lectura. Al principio, se usó el mismo proceso, mostrándose una palabra de tamaño grande en pantalla durante cinco segundos y, a continuación, se iban reduciendo gradualmente tamaño y tiempos de exposición hasta quinientas milésimas de segundo. El resultado fue que se podían reconocer hasta cuatro palabras mediante una sola fijación o golpe de vista, y dichas investigaciones llevaron al estudio de las fijaciones en grupos de palabras. En aquel entonces, una buena cantidad de cursos caros se basaron en entrenamientos proporcionados con el taquistoscopio, llegandose a la conclusión de que la mayoría de personas, con un entrenamiento no muy intenso, eran capaces de elevar su velocidad de lectura desde una media de doscientas palabras  por minuto, hasta cuatrocientas.

Desde un punto de vista estricto y formal de la arquitectura contemporánea de las computadoras digitales, el procesamiento de texto haciéndolo letra-por-letra, una letra a la vez, es lo que viene siendo denominado como procesamiento serial. Es la forma en la cual los datos son transmitidos por Internet a través de la línea telefónica, un dato a la vez, rápidamente para conexiones de alta velocidad, pero de cualquier modo sigue siendo el envío y la recepción de un solo dato a la vez, lo que en muchas situaciones representa un cuello de botella. Por otro lado, el procesamiento de texto tomando varios caracteres simultáneamente tiene su contraparte en el mundo de las computadoras bajo el mote de procesamiento paralelo o bien computación paralela. Y exceptuando un aumento en la velocidad de los componentes electrónicos usados para construír una computadora, el paralelismo es la manera más expedita de poder elevar en forma dramática la velocidad en el procesamiento de datos. De hecho, las supercomputadoras de hoy en día están basadas en el procesamiento paralelo y simultáneo de datos. Cuando a través de una serie de ejercicios cuidadosamente graduados nosotros nos proponemos aumentar nuestra velocidad de lectura ampliando el alcance de nuestra visión periférica, en realidad le estamos pidiendo a nuestra mente que tome y procese al mismo tiempo una cantidad mayor de datos.

Con un lector situado a una distancia adecuada a su material de lectura, el campo visual del lector puede abarcar hasta unos 160° (posiblemente más). El lector ineficiente cuando lee lo hace utilizando únicamente de 1° a 3°, que es el segmento del campo visual que ocupa al tomar cada palabra con una fijación o golpe de vista, lo cual en lugar de ayudar a la comprensión aumenta la confusión al momento de leer porque tiene que ir sumando cada palabra cumulativamente al conglomerado cumulativo de las palabras que acaba de ver a la izquierda de la palabra que está leyendo, un proceso mental que toma tiempo. A modo de ejemplo, cuando se lee una palabra a la vez, entonces al leer la frase “Rosa trabaja en el banco de sangre sacando fotocopias” la mirada se detendrá nueve veces:


Sin embargo, si el mismo lector se va acostumbrando a leer dos palabras en cada fijación de la vista en lugar de una sola, lo cual requiere que se vaya acostumbrando a ampliar el alcance angular de su campo visual, y una vez que se siente cómodo leyendo dos palabras a la vez en cada fijación de la vista intenta acostumbrarse a leer tres palabras en vez de dos, y después cuatro palabras en vez de tres, el lector estaría en su camino a algo que para el principiante le podría parecer imposible, la lectura frase-por-frase:


El aumento del alcance del campo visual del ojo teóricamente procede en forma gradual abarcando una cantidad mayor de palabras a la vez lo cual disminuye el número de fijaciones:


Es importante aclarar que aunque un lector se haya acostumbrado a detenerse para una “fijación” no en cada letra de una palabra sino en la palabra completa (detener los ojos en cada letra de una palabra implicaría que para la lectura de una palabra tan sencilla como “ferrocarril” se necesitarían once fijaciones), aunque su vista se haya acostumbrado a saltar de una palabra a otra de cualquier manera subconscientemente su mente posiblemente seguirá leyendo cada palabra letra-por-letra, de modo tal que al pasar de una palabra a la otra y detenerse en la siguiente palabra, aunque la vista permanezca fija en la palabra creyendo tomarla como un todo el proceso de asimilación mental continuará siendo subconscientemente letra-por-letra, excepto que con la práctica (generalmente al pasar de la escuela primaria a la escuela secundaria) el mecanismo se empezará a llevar a cabo con tal rapidez que se obtendrá la ilusión aparente (al igual que como ocurre con las ilusiones ópticas) de que al hacer una fijación en cada palabra se está leyendo palabra-por-palabra cuando esto no es así al tratarse de una lectura letra-por-letra deteniéndose para ello en cada palabra (fijación física del ojo) pero procesando el conjunto de letras que forman a la palabra al arraigado estilo de letra-por-letra (procesamiento mental de las letras para formar la palabra). En rigor de verdad, es sólo cuando se dá el salto a la lectura de grupos de palabras, llevando a cabo una fijación en un grupo formado por dos o más palabras y llevando a cabo cada salto de vista a una tal velocidad que el procesamiento mental no podrá llevarse a cabo más que palabra-por-palabra, cuando el lector empieza a darse cuenta de que está venciendo el hábito de la subvocalización.

Una característica que delata a los lectores ineficientes que se aferran al hábito de la lectura letra-por-letra disimulada como lectura palabra-por-palabra es que al terminar de leer un renglón de texto después de hacer, digamos, unas seis fijaciones en el renglón, la vista termina enfocada sobre la última letra del renglón, y al hacer el movimiento de retorno saltando al siguiente renglón lo hacen enfocando la vista hacia la primera letra de ese renglón, mientas que los que acostumbran leer grupos de palabras nunca enfocan hacia el inicio ni hacia el final de cada renglón, haciendo tal vez unas dos o tres fijaciones en todo el renglón:


Quien pueda ser capaz de realizar 5 fijaciones por segundo abarcando en cada una de ellas 3 palabras podría abarcar 15 palabras por segundo y aspirar entonces a entender a razón de 900 palabras por minuto. Tambien se podría llegar a una velocidad similar realizando poco menos de 4 fijaciones por segundo (o sea, haciendo un número menor de fijaciones) y abarcando en cada una de ellas un promedio de cuatro palabras (o sea, abarcando más palabras a la vez), lo cual daría una velocidad de 16 palabras por segundo que viene dando 960 palabras por minuto. En cualquier caso, lo importante es estar viendo todas las palabras en cada fijación de los ojos, puesto que no es posible aspirar a entender 900 palabras por minuto cuando ni siquiera se es capaz de verlas en ese periodo. De la misma manera, quien pudiera ser capaz de realizar 5 fijaciones por segundo abarcando en cada fijación unas 4 palabras podría aspirar en principio a entender un texto de material escrito a razon de 20 palabras por segundo que equivalen a unas 1200 palabras por minuto. Hablando en simples cálculos aritméticos, esto podría interpretarse como realizar una cantidad menor de fijaciones por segundo pero aumentando el número de palabras tomadas por fijación o golpe de vista, y en este caso con unas 4 fijaciones por segundo abarcando en cada una 5 palabras que daría la espectacular velocidad de lectura de 1200 palabras por minuto. Sin embargo, debe quedar bien claro que todos estos calculos sobre la base de promedios son manipulaciones aritméticas para ubicar al lector en las posibilidades de lo que se pudiera aspirar a lograr dependiendo de la manera en la cual se manejen las dos variables involucradas (el número de fijaciones por segundo, y el número de palabras abarcadas por fijación). De cualquier modo de ninguna manera debemos estar obsesionados en andar batiendo récords o en tratar de mantener promedios matemáticos que puedan ser irreales sobre todo para los principiantes. Debemos tomarlo todo como simplemente una etapa más en la capacitacion emprendida. EI lector dinámico concentrará toda su capacidad intelectual en el significado de los textos, para lo cual deberá superar las limitaciones perceptivas y mecánicas de las que hemos estado hablando aquí. La experiencia indica, además, que en muchas áreas de actividad intelectual los que viven preocupados por el tiempo y el rendimiento terminan siendo torpes e ineficaces. Es importante fijarse objetivos realistas, ya después habrá tiempo para ir mejorando conforme se vayan descubriendo los potenciales de las nuevas habilidades que se están adquiriendo.

La meta ideal de aspirar a la lectura por frases, basada en dar extensos saltos visuales cuando nuestra mirada recorre la línea impresa, sigue basada en el mismo principio de que los ojos leen en una serie de detenciones o “fijaciones”, saltando hacia la derecha después de cada salto para captar la siguiente porción de la línea. Solamente leemos cuando nuestra vista se detiene. Cuantas más palabras nos llevemos en cada vistazo, menos altos serán necesarios en cada línea y más pronto leeremos. Es ampliando lo que podemos llamar nuestro “alcance de reconocimiento” cuando automáticamente se aumenta la velocidad de la lectura. Para poner a prueba nuestro alcance de reconocimiento, tratemos de enfocar las miradas en la sexta palabra de la línea siguiente de texto (podría ser muy bien la palabra situada en la porción central del renglón de texto). Aunque fijemos la vista conscientemente en una sola palabra, nuestra capacidad de reconocimiento nos hará leer la palabra de la izquierda y la de la derecha, y quizá algo más. Al practicar nuestra visión lateral o marginal que no es más que nuestra visión periférica, el alcance de reconocimiento aumentará y a cada fijación absorberemos más palabras.

Si leyéramos una lista de palabras sin ninguna relación entre sí, habríamos de leerlas palabra por palabra. Pero en la lectura normal las palabras están unidas por el significado general, más amplio, de las frases y los períodos. Las frases se componen de unidades de significado. Los ojos y la mente pueden adiestrarse para absorber esas unidades de significado con facilidad mucho mayor leyendo por frases y no al ritmo lento y pesado de una palabra cada vez.

Si pasamos de la lectura palabra por palabra a la lectura frase por frase, no sólo aumentaremos nuestra rapidez de lectura sino también aceleramos nuestra comprensión. El lector de palabra por palabra recibe su información con demasiada lentitud para ocupar su mente a toda su capacidad, ya que el lector lento sabe que puede pensar mucho más aprisa de lo que lee, y su mente no está plenamente ocupada con las ideas de la página porque le llegan muy despacio, con la consecuencia de que su pensamiento se divaga. Las otras ideas le van llegando lentamente, y el lector no se concentrará en el significado de lo que leen sus ojos porque no logra hacer que su cerebro se interese por completo. En cambio, el lector frase-por-frase no tendrá ese problema de la atención rezagada, porque recibirá las ideas de la página impresa con la suficiente rapidez para que su mente se ocupe en la materia que trae. Esto se debe a que lee con igual rapidez que piensa aproximándose mucho más a las ideas completas. En lugar de ir formando gradualmente una forma mental palabra por palabra, capta el conjunto, como fue elaborado en la mente del autor. Al estar en un contacto más inmediato con el autor, inevitablemente la comprensión es mejor y con ella, la retención de los hechos y las ideas leídos. La mente recibe las ideas y las imágenes con mayor claridad y esas ideas e imágenes es lo que se queda grabado. El óptimo idieal es poder leer a la misma velocidad con la cual podemos pensar, y hay razones de sobra para suponer que la gran mayoría de las personas leen a una velocidad menor que la velocidad a la cual pueden pensar las ideas que están recogiendo del texto escrito.

Eventualmente, hay un punto en el cual la velocidad de lectura solo puede ser elevada pero a costa de una disminución en la comprensión del material leído. Aún así, si en algunos tópicos no estamos interesados en sacar de los mismos una comprensión al 100 por ciento, hay mucho más material que podemos leer en un tiempo dado, y en esto las capacidades de la mente no dejan de asombrar a los expertos en el estudio del tema de la lectura rápida. En las competencias del World Championship Speed Reading Competition, los competidores que obtienen las más altas puntuaciones son capaces de leer, verificado con exámenes de post-lectura para la comprensión de los materiales leídos, entre 1,000 y 2,000 palabras por minuto con aproximadamente un 50% de comprensión. El campeón mundial es Anne Jones quien es capaz de leer ¡4,700 palabras por minuto con un 67% de comprensión! Aún no se sabe a ciencia cierta cómo lo ha logrado, aunque se puede sospechar que tal cosa le ha sido posible pasando de la lectura por frases a la lectura completa de párrafos en algo que puede ser considerado como imposible para quien no haya oído hablar de prodigios como Anne Jones, la lectura vertical:




Esto nos lleva a otra posibilidad en la que no entraremos a fondo porque aquí pisamos en un terreno incierto para la ciencia inclusive con sus numerosos recursos contemporáneos: la posibilidad de que podamos pasar de la lectura de frases completas (con un solo golpe de vista) a la lectura de párrafos completos. Si es posible evolucionar de la lectura letra-por-letra a la lectura palabra-por-palabra, y si es posible evolucionar de la lectura palabra-por-palabra a la lectura en grupos de palabras; y si de algún modo ampliando nuestro campo visual nos puede ser posible evolucionar a la lectura por frases, el siguiente paso evolutivo lógico tiene que ser la lectura por párrafos.

Pero suponiendo que esto sea posible, ¿cómo se desplazaría nuestra vista a través de un párrafo completo? Entre las alternativas posibles de desplazamiento, la más accesible y natural parece ser aquella en la cual empezamos en el primer renglón de cada párrafo, o sea en la esquina superior izquierda de un párrafo, y nos desplazamos diagonalmente hacia lo que vendría siendo la esquina inferior derecha del mismo párrafo, seguido de un retorno rápido de derecha a izquierda para tomar el inicio del párrafo que le sigue:




Dinámicamente, estos movimientos de lectura de párrafo en párrafo pueden esquematizarse del modo siguiente:




Personas como Anne Jones y otras como ella nos confirman que nuestras mentes deben tener una capacidad de procesamiento de información mucho mayor de la que usualmente creemos que tiene. Y aunque una comprensión del 50% es considerada de poca utilidad por algunos educadores como Ronald Carver (fundador en 1993 de la Society for the Scientific Study of Reading) que lanza la crítica de que los lectores más rápidos en la escuela de graduados sólo pueden leer al doble de la velocidad de sus contrapartes más lentos, o sea a unas 600 palabras por minuto (¿quién se quejaría si pudiera leer a esta velocidad?), los que promueven la lectura veloz sostienen que esto sigue siendo un gran triunfo personal para cualquiera que lo logre. De cualquier modo, aún sin llegar a velocidades de lectura promediadas en las miles de palabras por minuto, el solo hecho de poder duplicar o incluso poder triplicar la velocidad de lectura puede representar en el desempeño escolar o en el desempeño profesional en el trabajo una enorme ventaja competitiva para quienes poseen esta capacidad sobre quienes no la tienen.

Si suponemos que el procesamiento visual que llevan a cabo nuestros ojos puede recoger muchos datos simultáneamente y a gran velocidad (las películas panorámicas a todo color y con muchos detalles requieren de por lo menos 13 imágenes por segundo para crear la ilusión de un movimiento continuo), y si suponemos también que nuestro cerebro tiene una capacidad para procesar información tan elevada que inherentemente no presenta limitantes en lo que le podamos arrojar, la traba principal que separa a los lectores lentos de los lectores veloces debe ser, indudablemente, la etapa intermedia, la sub-vocalización que va aparejada con la lectura letra-por-letra, representando algo que si puede ser superado de algún modo con entrenamiento especializado entonces se vuelve posible vencer la barrera de las 150 palabras por minuto que separan al lector lento del lector veloz:




Ciertamente la lectura en voz alta y la inevitable subvocalización limitan la velocidad de lectura, pero hay que observar que en el aprendizaje de una lengua  extranjera mientras que en el dominio de la misma no se haya alcanzado un cierto  nivel de proficiencia, será casi inevitable revertir a la subvocalización y volver a caer en los viejos vicios de siempre. Igualmente ocurre en la lectura de poesía y de aquellos textos cuya belleza alcanza su cima en la declamación. Es penoso constatar lo solos que se pueden ir quedando quienes aún están prendados de estas facetas idiomáticas que parecen haber ido desapareciendo con el paso del tiempo. Desde el punto de vista histórico, la lectura en voz alta parece haber persistido durante mucho tiempo, incluso en las figuras señeras de nuestra cultura desde los clásicos hasta el siglo V, como atestigua la sorpresa que le produjo a San Agustín ver leer en silencio a San Ambrosio, arzobispo de Milán, hecho del que dejó testimonio en sus Confesiones. Por los muchos años de haber aplicado este método de aprendizaje, aprendiendo a leer repitiéndolo todo en voz alta, no es tan fácil liberarse por completo de la subvocalización; pero lo cierto es que, además de aumentar la velocidad de lectura, se produce un aumento en la concentración y un placer profundo al experimentar por vez primera esa conexión directa ojo-cerebro; se siente algo parecido a haber roto unas cadenas que limitaban nuestra verdadera capacidad de comprensión. Ese placer cuando se descubre por vez primera la habilidad para la lectura veloz es parecido al que provoca dominar un ejercicio físico y notar que el cuerpo responde, aumentando la fuerza y la resistencia, sólo que el equivalente intelectual es doblemente placentero porque se siente con mucha mayor fuerza la capacidad del cerebro para ir mucho más allá de cuanto podíamos suponer que pudiera ir. ¿Y cómo podemos darnos cuenta del momento en que hemos empezado a superar y romper el hábito de la subvocalización? Hay una forma muy fácil de comprobarlo: esta consiste en que cuando estemos leyendo algo mediante la lectura veloz empezemos a leerlo también en voz alta. Si encontramos que no es posible sostener la velocidad que llevábamos antes de comenzar a leer en voz alta, entonces tenemos la prueba de que el circuito directo ojos-cerebro se ha establecido. Para muchos es una sensación única e indescriptible que tienen que descubrir por ellos mismos para entender lo que realmente significa este proceso.

Así pues, los obstáculos que se tienen que superar para poder adquirir la habilidad para la lectura veloz son, en primer lugar, la subvocalización que consiste en estar pronunciando cada palabra mentalmente como si la estuviéramos leyendo en voz alta y por lo tanto a la misma velocidad que si la estuviéramos leyendo en voz alta, un hábito fruto del método con el que aprendimos a leer en nuestra infancia y que limita la velocidad máxima que logramos cuando estamos hablando y que no supera las 200 palabras por minuto; siendo necesario hacer todo lo posible por suprimir ese hábito abriendo así el camino a la comunicación directa ojo-cerebro. El otro hábito a vencer que disminuye nuestra velocidad de lectura es la regresión que consiste en volver hacia atrás la vista para regresar a leer lo ya leído que, por falta de concentración, no hemos comprendido. Paradójicamente, el aumento de  velocidad logrado al superar el hábito de la subvocalización nos  ayuda a aumentar la concentración, obligándonos a estar mucho más atentos al proceso, lo que posibilita vencer con relativa facilidad el obstáculo de la regresión. La regresión que puede ser producida por el tedio que produce la lectura lenta puede llevar fácilmente a la distracción precisamente por estarse subutilizando la capacidad mental. Cuando ésta se impone el hábito de la lectura veloz, la concentración aumenta y la regresión tiende a desaparecer. Y por último, la tercera limitación está relacionada con la amplitud del campo visual, el cual se va aumentando paulatinamente conforme se van desarrollando los hábitos de la lectura veloz.

Una persona que dió un impulso importante a la diseminación de la lectura veloz lo fue la educadora norteamericana Evelyn Woods, la cual tras la publicación de su libro Reading Skills fundó en 1959 la empresa comercial Evelyn Wood Speed Reading Reading Dynamics. Intrigada por aquellos que parecían leer a una velocidad superior al promedio normal, Wood encontró lectores que parecían ser capaces de leer a un ritmo de 1,500 a 6,000 palabras por minuto, frecuentemente compartiendo entre sí la costumbre de la lectura vertical de arriba hacia abajo en lugar de la lectura “normal” llevada a cabo de izquierda a derecha, leyendo grupos de palabras o ideas completas en lugar de palabras individuales, evitando la relectura del material ya leído. Después de convencerse a sí misma de que los lectores veloces son lectores más efectivos, desarrolló sus programas desarrollando la metodología de usar el dedo o un apuntador para ir trazando líneas de texto e ir reduciendo o eliminando la subvocalización. Quizá esta sea la técnica más útil de todas las que se han concebido hasta la fecha para desarrollar la lectura veloz, la técnica del dedo índice, la cual consiste en usar el dedo índice o un par de dedos (o inclusive la mano, ello ya depende del gusto de cada quien):



como un moderador de la velocidad de la lectura:




Esta técnica no es nueva para el lector. Aunque el lector no se dé cuenta de ello, es la misma que utilizó cuando era pequeño y aprendía a leer por cuenta propia. Desafortunadamente, cuando el lector creyó que había terminado de aprender a leer, la echó al olvido; o peor aún, se le obligó a prescindir de dicha técnica. En la escuela primaria, cuando el niño usa su dedo desplazándolo por la línea que está leyendo, por lo general es corregido para que no lo haga, lo cual es un error ya que está actuando instintivamente de forma correcta. Una gran mayoría de los cursos y seminarios de lectura rápida recomiendan que se use el dedo, o alternativamente, un puntero, para deslizarlo ya sea por encima o por debajo de las líneas, no solo porque aumentando la velocidad de dicho desplazamiento aumenta la de lectura sino porque por la estructura fisiológica del ojo la guía ya sea el dedo o el puntero facilita el desplazamiento de la vista. Por ello, muchos métodos de lectura rápida aconsejan usar una guía que haga el mismo trabajo del dedo cuando se desliza sobre la línea que se está leyendo, porque este instrumento simple, que puede ser un puntero o una guía de cartón, deslizándose con velocidad creciente, arrastra, por así decirlo, al ojo, que lee progresivamente con mayor velocidad. Ahora la vamos a revivir con el propósito de elevar la rapidez de nuestra lectura más allá del límite permisible por la lectura verbal basada en la sub-vocalización, convirtiendo nuestra lectura verbal en una lectura mental silenciosa, rápida y eficiente. La técnica consiste en colocar el extremo de nuestro dedo índice debajo de la primera palabra de algo que vamos a leer. A continuación, movemos nuestro dedo índice de izquierda a derecha debajo del renglón, haciendo que nuestra vista lo vaya siguiendo al mismo tiempo que vamos recogiendo con nuestra vista las palabras del renglón:




Al llegar al final del renglón, movemos rápidamente el dedo índice al inicio del siguiente renglón, continuando de esta manera hasta terminar de leer aquello en lo que estábamos interesados. Practíquese ésta técnica con varios libros (novelas, ensayos, biografías, etc.) por un total de 15 horas por lo menos cada semana, moviendo el dedo índice cada vez con mayor rapidez (forzando de este modo a que nuestro campo de visión ocular lo siga cubriendo con ello una cantidad cada vez mayor de palabras por minuto). Una vez que se haya acostumbrado a esta técnica, úsela cuantas veces sea necesario (hay personas que la usan por el resto de sus vidas).

Como un signo de nuestros tiempos, la lectura está siendo transferida del material impreso al material que aparece en un monitor de computadora, y más recientemente a las pantallas pequeñas de las tablillas electrónicas cuyo uso se está popularizando. ¿Qué hacer en tales casos? En estas situaciones, hay que usar ambas manos, con la mano derecha puesta en el teclado para ir desplazando el texto rápidamente en la pantalla o para mover el texto hacia arriba en caso de que se trate de una pantalla sensible al tacto, y la otra mano sosteniendo quizá algún indicador que ayude a nuestra vista a seguirlo asimilando el texto que se está recorriendo:




Una modificación importante de la técnica del dedo índice consiste en reemplazar al movimiento de deslizamiento suave y continuo mediante saltos del dedo, saltando de un grupo de palabras al siguiente, con el objetivo de irnos acostumbrando a la lectura de grupos completos de palabras con la esperanza siempre en mente de poder empezar a tocar el territorio de la lectura por frases.

Existe otro factor que no hemos mencionado y que puede disminuír la velocidad de lectura del lector ineficiente; este consiste en la presencia de errores ortográficos y tipográficos en el texto escrito que pueden distraer la atención del ritmo de lectura. Pero esto es algo que depende de los que imprimen el material que estamos leyendo y no de nosotros, aunque hay que reconocer que no resulta fácil garantizar que una obra extensa con varias decenas de miles de palabras no contenga un solo error ortográfico ni tipográfico. Sin embargo, esto es algo de lo que la misma mente se  puede encargar sin problema alguno si confiamos en ella y en lo que se le reconoce como su capacidad correctora automática de errores, la cual funciona de modo casi instantáneo, y paradójicamente funciona mejor entre más veloz sea nuestro avance en la lectura. Desde 1834 se conoce el hecho de que, si se altera el orden de las letras en las palabras, siempre que se mantengan en su lugar la primera y la última letra, el escrito resulta  perfectamente legible. Este hecho corrobora que el cerebro reconoce las palabras como un todo aunque contengan errores de ortografía, y esta capacidad correctora automática de errores es lo que nos permite llevar a cabo la lectura veloz incluso si un texto está plagado de una gran cantidad de errores ortográficos. A modo de ejemplo, léase rápidamente el siguiente párrafo sin incurrir en regresiones:
Sgeun etsduios raleziaods por una  Uivenrsdiad Ignlsea,no ipmotra el odrenen el que las ltears etsen ecsritas,la uicna  csoa ipormtnate es que la pmrirea y la utlima ltera esetn ecsritas en la  psiocion cocrreta. El retso peuden etsar ttaolmntee mal y aun pordas lerelo  sin pobrleams, pquore nolemeos cada ltera en si msima snio cdaa paalbra en un  contxetso.
Es pues mucho lo que se puede ganar si estamos dispuestos a invertir el tiempo necesario en la adquisición de estas habilidades de lectura, con la enorme ventaja de que se están desarrollando recursos computacionales que funcionan en la gran mayoría de las computadoras caseras y que pueden servir como una enorme auto-ayuda en caso de no contar con los recursos económicos o el tiempo requerido para atender un buen curso o seminario que nos ponga en ruta hacia el dominio de estas habilidades.


EJERCICIOS


1.- A continuación se presenta un listado de palabras separadas entre sí. Utilizando un pedazo de papel o bien una de las manos para cubrirlas, bájese el papel (o la mano) rápidamente para poder ver cada palabra, volviendo a cubrir dicha palabra con la mayor rapidez posible. Nuestro propósito es ver cada palabra identificándola de un solo golpe de vista sin darnos tiempo de leerla vocalmente. Después de haber identificado cada palabra pasamos a la palabra que le sigue hasta terminar el listado de palabras. En este ejercicio el lector comprobará por sí mismo que no es necesario leer una palabra letra-por-letra para poder identificarla como una unidad única e indivisible.

HOY

ORO

PEZ

LUZ

UVA

GAS

SAL

ISLA

AGUA

OGRO

FLOR

NIÑO

PIEL

CASA

FRIO

PERRO

ARBOL

LIBRO

CARRO

PLATA

DUQUE

VERDE

DINERO

TIEMPO

COLCHA

FUENTE

AZUCAR

CONEJO

POZOLE

LAMPARA

PESCADO

COMEDOR

DIPLOMA

BALANZA

DOMINGO

CABALLO

BIOLOGIA

EJERCITO

ESPECIAL

CAMISETA

HEREDERO

COCINERO

JUSTICIA

DESPRECIO

BICICLETA

ESPEJISMO

TERREMOTO

ESPERANZA

IMPOSIBLE

COMUNISMO

PELUQUERIA

CONDOMINIO

PRESIDENTE

REVOLUCION

PRISIONERO

ESTUDIANTE

GOBERNADOR

FERROCARRIL

MATEMATICAS

PORNOGRAFIA

HELICOPTERO

MICROSCOPIO

ENCICLOPEDIA

DESPRECIABLE

FLUORESCENTE

ORGANIZACION

DESCONCENTRAR

INTERNACIONAL

BUENAS TARDES

SENTIMENTALISMO

BAJA CALIFORNIA

PETROLEOS MEXICANOS

TELEFONOS DE MEXICO

BOSQUE DE CHAPULTEPEC

SECRETARIA DE EDUCACION PUBLICA

2.- En este ejercicio, si el lector nunca antes había sido expuesto a la lectura veloz, descubrirá que lo que se le ha estado afirmando arriba acerca de que la lectura mental es superior y diferente a la lectura vocal es una realidad que se le puede comprobar a cualquiera, y aquí recibirá el lector su “bautizo de fuego”. A continuación, se le irá presentando un secuencia de palabras que serán mostradas rápidamente. Pero en este caso, se tratará de grupos de palabras. En la primera ronda de este ejercicio, conforme los grupos de palabras vayan siendo “flasheados” en secuencia sucesiva en la pantalla del monitor, se le pedirá al lector que no trate de leer cada grupo de palabras sino simplemente que se limite a verlo con sus propios ojos. Una vez que el lector haya recorrido todos los grupos de palabras (se trata de diez grupos de palabras), el lector intentará leer en voz alta (vocalmente) cada grupo de palabras como si le estuviera leyendo los grupos de palabras a los oídos de otra persona. El lector descubrirá que intentar hacer tal cosa es materialmente imposible. No es posible leer ya sea en voz baja o en voz alta tan de prisa. Y sin embargo, no habrá duda alguna de que cada grupo de palabras estará siendo identificado y tomado correctamente por la mente. En este ejercicio lo que se está haciendo, en efecto, es ir cerrando el mecanismo de subvocalización. Terminado este ejercicio, el lector se puede poner a reflexionar que si en su lectura cotidiana, sobre todo tratándose de lectura ligera, le fuera posible brincar de un grupo de palabras a otro como se está haciendo aquí, no le sería extremadamente difícil acostumbrarse a ello. De hecho, el problema para aceptar este nuevo hábito no es de la mente en sí, porque aquí el lector se podrá dar cuenta de que la mente puede tomar grupos completos de palabras del mismo modo en que puede tomar palabras completas en lugar de hacerlo letra-por-letra. El problema es la falta de confianza que pueda tener uno en las capacidades de su propia mente. La mente es un instrumento maravilloso capaz de hacer hazañas que parecerían imposibles, pero tenemos que confiar en ella. Aunque esta forma de leer pudiera parecerle algunos como pedirle demasiado a nuestro cerebro, la mente lo puede tomar, todo es cuestión de que nos habituemos a la práctica de esta capacidad innata que todos traemos dentro de nosotros. Sin embargo, se le dará aquí al lector una advertencia: no se intente llevar a cabo este tipo de lectura sobre un texto avanzado de matemáticas o de ingeniería. Es importante aprender a moderar y ajustar la velocidad al tipo de lectura que tenemos en nuestras manos. Aprendiendo a variar continuamente nuestra velocidad de lectura avanzando rápidamente en los textos en los que sentimos que podemos hacerlo cómodamente es la mejor manera de sacarle el máximo provecho a las habilidades que están siendo desarrolladas aquí.

Asentado lo anterior, póngase cómodo el lector y pasemos a ver cada uno de los grupos de palabras que irán siendo mostrados rápidamente. Y reciba de este modo el lector su bienvenida al mundo de la lectura veloz que le podrá dar la ventaja competitiva para poder salir adelante en la vida.


¿Todavía duda el lector de que su velocidad de lectura pueda ser mejorada si pone un poco de empeño en ello?

3.- Ejercicio Suplementario # 14.

4.- Ejercicio Suplementario # 15.