A principios del siglo XX, el principal problema que afrontaban los expertos en el estudio de la mente humana era la carencia de un modelo que pudiera servir como base para poder interpretar en forma correcta o al menos aproximada los resultados de los estudios que se estaban llevando a cabo relacionados con el funcionamiento del cerebro y los procesos mentales inherentes al mismo. No habiendo fórmulas ni diagramas estructurales que les dijesen cómo trabaja la mente, cada quien proponía la teoría que mejor le acomodaba para poder explicar sus propias observaciones personales, sacando sus propias conclusiones y dando sus propias opiniones en cada caso que se les presentaba. Aunque estos métodos eran puramente subjetivos, personales, contrarios al espíritu universal e imparcial de la Ciencia, la carencia de una mejor alternativa impedía el abandono de los métodos tradicionales usados hasta ese entonces, a no ser que el estudio de la mente se abandonase por completo.
Esta situación se mantuvo en pie hasta que, con el advenimiento de las computadoras digitales modernas, nuestra forma de empezar comenzó a sufrir un cambio radical. Junto con el desarrollo y el perfeccionamiento de la computadora electrónica, se abrieron campos de estudio completamente nuevos, tales como el procesamiento automatizado de datos e información, el desarrollo de lenguajes de programación de alto nivel como BASIC y FORTRAN, la cibernética y la lógica simbólica. No tardamos en reconocer a la computadora como un primer gran paso en el desarrollo de máquinas con inteligencia artificial. Al poco tiempo, hicieron su aparición máquinas portátiles capaces de jugar un buen ajedrez y calculadoras de bolsillo capaces de poder traducir idiomas.
Siendo la computadora un instrumento científico cuyo funcionamiento está basado en conceptos matemáticos precisos e inalterables, era por demás natural que muchos psicólogos se preguntaran a sí mismos cuál era la posibilidad de usar a la computadora como modelo para el estudio objetivo de la mente. El primer paso consistió en ver la posibilidad de describir algunos fenómenos mentales tomando como modelo la arquitectura básica con la cual son diseñadas las computadoras hoy en día. La pregunta fundamental era (y sigue siendo): ¿podemos encontrar alguna similitud entre nosotros y las máquinas que exhiben cierto grado de inteligencia artificial? La respuesta fue que tal cosa no sólo era posible, sino que abría horizontes por completo inexplorados por la psicología tradicional. En muchos aspectos, podemos considerar a nuestra mente como el equivalente neurobiológico de una computadora electrónica de gran poder. Esto no quiere decir que dentro de cada uno de nosotros exista una computadora alambrada y diseñada sobre los mismos principios en los cuales se basa el diseño de las computadoras modernas, y de hecho una investigación más realista y más a fondo nos lleva a temas como la neurobiología y el diseño de las redes neurales no-lineares. Sin embargo, como una primera aproximación, podemos trabajar con la hipótesis de que el funcionamiento de nuestra mente es de algún modo similar en muchos respectos al funcionamiento de las computadoras, creadas como han sido a nuestra imagen y semejanza. La hipótesis será válida mientras pueda dar explicaciones o pueda producir resultados que concuerden con las experiencias de nuestra vida cotidiana.
En su forma más esencial, la computadora convencional está compuesta por los siguientes elementos claramente identificables:
1) Una unidad de entrada de datos, con la cual introducimos dentro de la computadora los datos que van a ser procesados. Puede ser algo que tenga el aspecto de una máquina de escribir, o una cinta magnética o un dispositivo de memoria USB con una serie de datos almacenados.
2) La unidad de procesamiento central (conocida también como el CPU, del Inglés Central Processing Unit). Esta es la unidad que se encarga del procesamiento de datos, llevando a cabo todos los cálculos matemáticos requeridos, tomando decisiones en el transcurso de la ejecución del programa de instrucciones que se le ha proporcionado para el procesamiento de los datos, y almacenando en la memoria la información que ya ha sido procesada.
3) Una unidad de salida de datos, con la cual la computadora nos hace saber las conclusiones a las que ha llegado. Podría ser una pantalla de televisión, un monitor plano conectado a la computadora, una impresora o la carátula de una calculadora programable de bolsillo.
El diagrama estructural de este tipo de máquina se muestra en la siguiente figura:
Esta configuración, que es la que prevalece hoy en día y se utiliza con mayor frecuencia, está basada en una arquitectura conocida como la arquitectura von Neumann, en honor a su creador.
Nótese la similitud que existe entre la máquina mostrada en la figura anterior y nuestra propia estructura mental. La unidad de entrada, en nuestro caso, muy bien podrían ser nuestros ojos (en el caso de un ciego, la unidad de entrada funcionaría mediante el sentido del tacto, utilizando el sistema Braille). La unidad de salida, en nuestro caso, bien puede ser nuestra mano o nuestra propia voz. Ciertamente, todos estamos de acuerdo en que tenemos una memoria; de lo contrario no podríamos recordar (de hecho, tenemos dos tipos de memoria, una memoria de corto plazo y una memoria de largo plazo). También es innegable que poseemos el equivalente a una unidad de procesamiento central, sin la cual no podríamos pensar y comprender (o sea, llevar a cabo por nuestra propia cuenta un procesamiento de datos). Obsérvese también que la rapidez con la cual opera la unidad de procesamiento central sería un factor clave en la posesión de un mayor o menor grado de inteligencia.
Se ha confirmado que nuestras funciones básicas de memoria y comprensión obedecen ciertas reglas generales cuyo conocimiento nos puede ser extremadamente útil para mejorar nuestros hábitos de estudio y de aprendizaje.
La primera regla general nos dice que toda la información que no procesamos y que va a parar directamente a nuestra memoria sin haber sido procesada, sin haber sido entendida, no estará disponible en forma inmediata cuando nosotros la busquemos mediante un esfuerzo consciente. Por ejemplo, cuando nosotros vemos una serie de pinturas en un museo sin poner atención a ninguna de ellas, varios días después (o inclusive varias horas después) no podremos recordar con exactitud qué fué lo que vimos por más que nos esforcemos en ello. Es interesante notar que, de acuerdo con varias escuelas de psicología, tal información en cierta medida no se ha perdido, ya que mucho de lo que hemos visto, oído y sentido desde la fecha de nuestro nacimiento hasta el presente ha quedado registrado con varios detalles. En efecto, cualquier hipnoanalista experimentado nos puede llevar mediante un trance hipnótico a varias épocas de nuestras vidas y hacernos recordar cosas que creíamos haber olvidado por completo. En la psicología que recurre a la hipnoterapia para hacer volver al paciente a épocas pasadas, tales retornos son conocidos como regresiones, y anteriormente se usaban con la finalidad de descubrir mediante terapias de abreacción sucesos desagradables ocurridos en el pasado y sepultados en el subconsciente pero capaces de provocar efectos psicosomáticos en el tiempo presente, con la esperanza de que el recuerdo consciente de tales sucesos desagradables pudiera producir una catarsis trayendo consigo la cura del paciente al permitirle al paciente entender y afrontar los sucesos que estaban siendo reprimidos en su subconsciente por los presuntos mecanismos de defensa del “yo” interior. El hecho de que se tenga que recurrir a un estado anímico cercano a los linderos de la inconsciencia para poder recuperar tales recuerdos nos confirma que la información estaba almacenada en su mayor parte en forma inconsciente dentro de nosotros, sin que hubiese sido procesada en forma activa por nosotros en el momento preciso en el que la estábamos adquiriendo. Un diagrama estructural de lo que ocurriría en una situación así puede ser configurado de la siguiente manera:
Como se puede observar, en éste caso la persona simplemente está viendo pero no está poniendo atención a los datos que está recibiendo del mundo externo, o sea, no está procesando en forma activa la información que está recibiendo del exterior, con lo cual su “unidad de procesamiento central” está desconectada, fuera de servicio. Es como si los ojos estuvieran desconectados del cerebro. Buena parte de tal información de todos modos es almacenada en la parte de la memoria que está encargada de archivar toda la información no procesada, no estando disponible cuando se le busque mediante un esfuerzo consciente. Para poder “recuperar” dicha información y tenerla disponible en el momento en que así lo queramos, tenemos que procesar, analizar y juzgar dicha información, mandándola a la parte de la memoria encargada de archivar toda la información que ya ha sido procesada. En la siguiente figura se muestra cómo se llevaría a cabo tal operación:
Puesto que la persona por sí sola es incapaz de extraer de su propia memoria cualquier información no-procesada, el procedimiento indicado en esta figura requiere forzosamente de la ayuda externa de una persona experimentada (un hipnoterapeuta hábil), lo cual no es aconsejable ni deseable ni práctico en nuestra vida cotidiana.
La segunda regla general es el opuesto de la primera, y nos indica que toda la información que procesamos en forma activa, poniendo atención, queda almacenada en una región de la memoria de la cual la podemos extraer sin mucha dificultad mediante un esfuerzo consciente. Podemos ver en la siguiente figura cómo se lleva a cabo tal proceso:
Es así cómo todas aquellas experiencias “inolvidables” y muchos de los recuerdos de nuestra infancia que conservamos vívidamente en nuestra memoria han sido almacenados en nuestra mente. Por la misma razón, toda aquella información que por su propia naturaleza no puede ser procesada ni puede ser objeto de un análisis crítico (por ejemplo, una lista de números telefónicos) es olvidada en cuestión de unos cuantos minutos.
En virtud de lo que hemos tratado hasta este punto, es por demás obvio que el aprendizaje es el fruto de una experiencia activa, no el de una actitud pasiva. La ignorancia de los principios fundamentales arriba mencionados ha sido la causa que ha llevado a muchos maestros a equivocar sus métodos de enseñanza causándoles en ocasiones un daño irreparable a sus alumnos. Todos aquellos cuyo empeño fundamental consistía en ejercitar la memoria haciendo a un lado la comprensión (un caso típico podría ser el aprenderse de memoria y en orden numérico los Artículos de la Constitución en lugar de preocuparse por entender cuáles son los alcances, las garantías, las responsabilidades y las obligaciones que afectan al ciudadano según la Carta Magna) han perdido el tiempo de una manera lastimosa, dándose cuenta con el paso de los años de que podrían haber utilizado dicho tiempo en actividades más útiles y provechosas. Tanto el profesor de Matemáticas que obligó a sus alumnos a que se aprendieran cientos de fórmulas de memoria (el área de un círculo, la fórmula de Pitágoras, etc.) como el profesor de Historia que forzó la asimilación de cientos de fechas, lugares y nombres sin ponerle importancia a la conexión de eventos, pasaron por alto el precepto inviolable de que todo lo que no se comprende eventualmente se olvida con una rapidez mucho mayor que aquello que logramos comprender. Esto se ha comprobado mediante experimentos controlados en los cuales la curva del olvido (desarrollada por el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus) ha mostrado gráficamente el porcentaje de retención de información en función del tiempo transcurrido, tanto para la información memorizada sin comprensión como para la información que se ha analizado y comprendido, habiéndose obtenido curvas diferentes para ambos casos.
Los sistemas de enseñanza antiguos eran hasta cierto punto justificables si tomamos en cuenta que eran el fruto de la ignorancia en un terreno que, aún en nuestros días, es extraordinariamente difícil de analizar en forma objetiva.
Pero ahora que comprendemos mejor cómo trabaja la mente, carecemos de excusas para no poner al día nuestros métodos de enseñanza y aprendizaje, desechando aquello que alguna vez sirvió o se creyó que servía en la época que le correspondía.
EJERCICIOS
1.- A continuación se muestra una lista de tareas escolares abarcando varias asignaturas. En cada caso, dígase si la tarea involucra una labor de comprensión o una labor de memoria.
a) Aprenderse los nombres de los representantes diplomáticos que firmaron el Tratado de Versalles en 1919.
b) Explicar cómo trabaja un motor de combustión interna de cuatro cilindros.
c) Aprenderse los factores de conversión para convertir unidades del sistema Métrico Decimal al sistema Inglés.
d) Aprender a utilizar la fórmula de Herón para poder determinar el área de un terreno triangular cuyos tres lados nos son conocidos.
e) Aprenderse los motivos que llevaron a Cristóbal Colón al descubrimiento de América.
f) Explicar el fenómeno de la radioactividad.
g) Aprenderse los títulos de las principales obras de Washington Irving.
h) Aprenderse la Tabla Periódica de los Elementos.
i) Aprenderse la teoría del funcionamiento de un televisor casero.
j) Aprenderse el lugar y la fecha en que Hernán Cortés desembarcó en América.
k) Describir cómo se lleva a cabo el metabolismo de los alimentos en nuestro cuerpo.
l) Aprenderse todos los verbos irregulares del idioma Español.
m) Describir el efecto que tuvo la Doctrina Monroe sobre el Imperio que Maximiliano de Habsburgo quería implantar en México.
n) Aprender a sacar la raíz cuadrada de un número.
o) Escribir una poesía haciendo alusión a los niños héroes.
p) Resolver un problema de ingeniería.
2.- Casi todas las computadoras recientes han incorporado dentro de sus mecanismos no sólo la capacidad de detectar errores en la información que les está entrando sino también de corregirlos de una manera automática utilizando varias técnicas diseñadas para tal efecto (el chequeo de redundancia cíclica, la paridad, el Código Hamming, etc.) Una característica del lector ineficiente consiste en prestar demasiada atención a los errores tipográficos que encuentra en su lectura diaria. Al igual que las computadoras, nuestra mente puede hacer una corrección casi instantánea del error tipográfico y continuar con la lectura, siempre y cuando el error no sea tan grave que haga al mensaje ininteligible. Sin sacrificar la comprensión, trátese de leer lo siguiente con la mayor rapidez que sea posible (pero manteniendo la comodidad en la lectura) haciendo caso omiso de los errores tipográficos, esto es, sin detener la lectura en cada error tipográfico que se encuentre (no se preste demasiada atención a la velocidad con la cual se lee en estos momentos, ya trabajaremos en ello después).
“Conocemos la existensia de ___Dios, no porr intuición inmediata,ni por demostrazión a priori sino a posteriori, es desir, por las kriaturas, arguyendo delos efectos a la causa; partiendo de las cosas qe se mueven sin tener en sí mizmas un principio de mobimiento, asta llegar al necesario primer motor inmóvil, subiendo de los efectos cauzados y de las causas subordinadas, a la causa sin causa, o primera; deduciendo de los seres corruptibles, indyferentes para existir o no, la absoluta necesidad de un ser absolutamente neceesario; a vista de lasinnumerables criaturas limitada s _en el ser, vivir y entender, nos persuadimos de que nopueden ser ellas ni nada semejante sin lo primero y esencial, tenemos que yegar al ser esencial e infinito, viviente e inteligente en grado supremo; por fin, el _orden suvlime del Universo no puede concebirse racionalmente sin un supremo Ordenador que enderece todas las cosas a su fin.”
(Tomado de la Suma Teológica, de Santo Tomás de Aquino)