jueves, 28 de agosto de 2008

Lectura de Práctica Cronometrada # 002

En esta Lectura de Práctica Cronometrada tomaremos un artículo tal y como fue publicado en septiembre de 1982 por la revista Contenido # 232, un artículo titulado “Cuando el peso inspiraba confianza hasta en China”.

Al igual que en la Lectura de Práctica Cronometrada anterior, el solo título del artículo que vamos a leer aquí nos sugiere de inmediato un objetivo que podemos fijarle a nuestra lectura, y en esta ocasión el objetivo es obviamente CUANDO, en la forma: ¿Cuándo inspiraba confianza el peso hasta en China? Si vamos principalmente tras este objetivo (además de otra información interesante que queramos recoger en el camino) desechando rápidamente los demás datos irrelevantes, nuestra velocidad de lectura puede aumentar en forma considerable.

Cuando el peso inspiraba confianza hasta en China
Por: Christa Leyza

Empezó siendo una moneda tosca, de forma irregular y grosor variable entre pieza y pieza, frágil, con mal acuñadas imágenes en ambas caras y sin cordoncillo al canto.

Por más de 300 años fue llamada "real de a 8" (8 reales, equivalentes a 100 centavos) y sólo a partir de 1898 empezaron a llamarla peso. Varias veces cambió de diseño y varió el grado de pureza de la plata de que estaba hecha. Pero por más de 3 siglos fue una de las monedas más apreciadas del mundo y la de mayor circulación internacional. A fines del siglo pasado, el ya declinante peso mexicano tuvo aún fuerzas para dar origen al dólar norteamericano, lo más parecido que hoy existe a una divisa internacional.

La clave del poder que tuvieron primero el real de a 8 de la era colonial y después el peso mexicano, estaba, por supuesto, en la abrumadora producción de plata en México, que hasta el segundo tercio del siglo pasado constituyó casi un monopolio. Desde el descubrimiento de América hasta el hallazgo en 1860 de grandes reservas de ese metal en Nevada, Estados Unidos, México produjo más de la tercera parte de la plata que se extraía en el mundo. Un historiador ha calculado que los 2,082 millones de monedas de plata acuñadas en México durante el período colonial alcanzarían para revestir un camino de un metro de ancho entre el D.F. y París.

El real, equivalente a 12.5 centavos, fue instituído como unidad monetaria por los reyes Católicos en 1487.

Desde 1538 llegó a la Nueva España la orden de iniciar la acuñación de piezas de 8 reales, pero los preparativos tomaron décadas, por problemas técnicos para fabricar los cospeles (las laminitas circulares sobre cuyas caras son acuñadas las imágenes) y los troqueles (los sellos con las imágenes que se pretende acuñar; en aquél tiempo, el trabajo de acuñación se hacía a martillazos, moneda por moneda).

Las primeras piezas de 8 reales acuñadas en México salieron en 1572, y no traían grabadas la fecha de emisión: en la colección del Banco de México, la pieza fechada más antigua data de 1600. Eran monedas de extraordinaria pureza (930.5 milésimas de plata por cada 1,000 partes de metal), lo cual las hacía tan codiciables como frágiles, ya que la aleación con otros metales es lo que endurece la plata (posteriormente, a partir de 1772, la ley empezó a estabilizarse en 902.8 milésimas; por comparación, las modernas monedas de plata mexicanas han tenido una ley de 720 milésimas).

Las primeras monedas ostentaban de un lado el escudo español y del otro una cruz griega. A partir de 1732 cambiaron: de un lado mostraban las columnas de Hércules y 2 hemisferios, el viejo y el nuevo mundos; del otro, el escudo de la casa de Borbón. Desde 1772 hasta la Independencia en 1821, las monedas traían de un lado el busto del rey (las hay con las imágenes de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII) y del otro las columnas de Hércules y el escudo de armas de España.

Durante la guerra de Independencia ambos bandos, para sufragar sus gastos, acuñaron monedas dónde y como pudieron. En ocasiones, los insurgentes producían monedas idénticas a las coloniales, porque no disponían de troqueles propios. La Junta de Zitácuaro mandó hacer unas monedas con el nombre de Fernando VII y símbolos autóctonos. José María Morelos hizo acuñar unas que de un lado mostraban el monograma del insurgente, el valor y la fecha, y del otro un arco con una flecha y la palabra "sud"; también mandó hacer monedas de cobre que debían ser aceptadas como de plata ya que, se prometía, serían canjeadas por auténticas tras el triunfo de la insurrección.

Durante los 8 meses del imperio de Iturbide hubo tiempo para acuñar más de 18 millones y medio de piezas que mostraban de un lado el busto del emperador y del otro un águila coronada y con las alas extendidas, sobre un nopal pero sin serpiente.

Al establecerse la República cambió el diseño: en el anverso se puso el escudo de armas de la Nación (el águila vista de perfil, sobre un nopal y en el acto de devorar una serpiente) y arriba, la leyenda "República Mexicana"; al reverso, un  gorro frigio y la palabra "Libertad".

En 1824 se modificó levemente el anverso de la moneda (el águila aparece de frente), y ya no hubo cambios hasta los años de Maximiliano. Tras la caída del emperador se volvió al diseño anterior; en 1869 Benito Juárez quiso reemplazar el gorro frigio por la imagen de una balanza, pero tuvo que desistir, pues el nuevo diseño no agradó en el extremo Oriente.

Que las monedas gustaran o no en el extremo Oriente era de vital importancia, porque las piezas mexicanas eran el principal instrumento de comercio en aquellas regiones y quienes las recibían se fijaban no sólo en la mayor o menor pureza del metal sino también en el dibujo: los diseños más vistosos y complicados eran los preferidos, ya que resultaban más difíciles de falsificar.

En Canadá hasta 1853 y en Estados Unidos hasta 1857, la moneda mexicana -a la que solían llamar MEX-DOLLAR- fue la única de circulación generalizada, aunque subsistía la costumbre de hacer las cuentas en libras, chelines y peniques. En Estados Unidos, el MEX-DOLLAR fue la primera moneda de circulación legal. Cuando, 80 años después de declarada la Independencia de Estados Unidos, aquél país decidió crear su propia moneda, lo que inicialmente se hizo fue recoger los pesos mexicanos que andaban en circulación y reacuñarlos con la palabra DOLLAR.

Los pesos mexicanos llegaron a circular inclusive en Inglaterra, en tiempos de la guerra contra Napoleón. Los traficantes norteamericanos y europeos usaban pesos mexicanos para comprar esclavos en Africa y seda y té en China. Los chinos a veces fundían las monedas y hacían lingotes de plata, pero con frecuencia preferían atesorar las piezas (hacia 1911 se calculó que había en China entre 400 y 500 millones de pesos mexicanos de plata, en circulación o en tesoros ocultos).

En consecuencia, todos los países del mundo que deseaban comerciar con el extremo Oriente se veían obligados a comprar pesos mexicanos, aun pagando una prima sobre el valor intrínseco de la moneda; en diversas oportunidades el gobierno de este país fijó impuestos a la exportación de plata, como si se tratara de mercancías.

Los chinos eran supersticiosos pero no tontos, y con rapidez descubrían cuándo alguna moneda estaba hecha con metal de ley inferior. En México se toleraban aleaciones hasta con un 10 por ciento menos de plata, pero pocas casas de moneda aprovechaban esa franquicia. La excepción fue la de Guadalajara, y sus pesos de ley inferior, marcados con una pequeña "g", fueron pronto bautizados por los chinos como "pesos de anzuelo" y aceptados sólo con descuento.

Las preferencias por una u otra moneda solían variar de región en región y de generación en generación. Para medrar, los propios cambistas estimulaban los cambios de moda; cuando una moneda caía en desgracia, los campesinos chinos se apresuraban a desenterrar sus tesoros y cambiarlos, con descuento, por monedas nuevas.

A mediados del siglo pasado, los ingleses impusieron en China el tráfico de opio procedente de la India, y los chinos empezaron a desenterrar sus pesos para pagar la droga; así, la plata mexicana sirvió a Inglaterra para financiar sus guerras de colonización en el Oriente.

Al cabo, en 1899, China creó su propia moneda de plata, de ley y peso muy similares a los de la mexicana. Aunque estas piezas eran 100 por ciento chinas, por varias décadas el pueblo siguió llamándolas "pesos mexicanos".

La plata bajó de valor a medida que se hallaban más y más yacimientos. En tiempos de Cristo 5 piezas de plata equivalían a una de oro. Cuando William Shakespeare escribió EL MERCADER DE VENECIA, la relación ya era de 10 a una. La gigantesca producción de plata en México contribuyó decisivamente a que la cotización del metal bajara, y el fenómeno se aceleró a partir de los descubrimientos de minas en Nevada.

En todo el mundo, México incluído, se adoptó finalmente el patrón oro, y al fin se imprimieron las divisas de papel, supuestamente representativas de la riqueza total de cada país. Ahora, la gente cambia cosas tangibles por trocitos de papel y se queda con la vaga sensación de haber sido estafada. Los chinos del siglo pasado eran sin duda más sabios.

(Tomado de la revista Contenido de septiembre de 1982)

Total de palabras: 1,417 palabras


La tabla que nos dá las velocidades de lectura para varios tiempos de lectura del artículo es la siguiente:


En la misma revista Contenido, los editores sugieren que el tiempo estimado para la lectura del mismo es de unos seis minutos, lo cual para un total de 1,417 palabras se traduce en una velocidad de lectura aproximada de unas 236 palabras por minuto (se ha destacado en la tabla de arriba con un fondo de color verde claro dado a la celda). ¿Cómo compara el tiempo del lector con el tiempo de lectura que estiman los editores de dicha revista?

De cualquier modo, si el lector se mantuvo enfocado en el objetivo, que es a fin de cuentas lo más importante, incluso más que la velocidad de la lectura, seguramente ya tendrá una buena idea de la época en la cual el peso mexicano inspiraba confianza hasta en China.