jueves, 28 de agosto de 2008

Resumen

¿Vale la pena someterse a la disciplina y al hábito de la lectura dinámica, y muy en especial a la práctica de la lectura veloz? Si realmente algo es tan bueno que a la larga nos puede economizar tanto tiempo y nos puede traer muchos beneficios, ¿por qué la práctica de la lectura veloz no es algo muy generalizado, por qué no se inculcan las herramientas de la lectura dinámica a todos los estudiantes desde el momento en que ponen pie en los institutos de enseñanza media?

Responder las interrogantes anteriores no resulta tan difícil si se nos permite establecer una comparación. Tómese por ejemplo alterno el teclado de las computadoras caseras modernas, el principal instrumento con el cual nos comunicamos con otros a través de correos electrónicos. La distribución de teclas, bajo la convención QWERTY (este es el orden de las letras que aparece en el primero de los tres renglones de los caracteres alfabéticos del teclado), es esencialmente el mismo que el que se usaba en las viejas máquinas de escribir. En aquellos tiempos estaban en gran demanda las secretarias que podían “escribir a máquina” sin necesidad de tener que ver el teclado (a veces conocida como la capacidad de poder escribir “a ciegas”). ¿Por qué? Por la sencilla razón de que una persona que podía “escribir a máquina” viendo directamente hacia la página sobre la cual se estaban imprimiendo las letras sin necesidad de tener que ver las teclas era capaz de escribir naturalmente a una velocidad apreciablemente mayor y cometiendo menos errores que aquellos incapaces de escribir “al tacto” y que al no haber tomado un buen curso de mecanografía necesariamente tenían que ver la tecla que era necesario oprimir antes de imprimir en el papel la letra simbolizada por dicha tecla, lo cual es un proceso mucho más tardado. La empresa International Business Machines (IBM) ayudó un poco con la introducción de máquinas de escribir eléctricas con un corrector que permitía regresar el carruaje de la máquina hacia atrás para corregir cada error que se cometiera, pero el proceso esencial de escritura ineficiente seguía siendo el mismo. Veamos. Una persona que no ha tomado ningún curso de mecanografía, que no sabe “escribir al tacto”, que tiene necesidad de ver el teclado para escribir lo que tenga que “escribir a máquina”, primero tiene que enfocar su vista sobre el teclado para poder ver con sus ojos la tecla que va a golpear. Una vez que golpea la tecla, tiene que quitar su vista del teclado y enfocarla hacia el papel para confirmar que la letra se imprimió correctamente y no cometió error alguno. Tras esto, tiene que voltear nuevamente su vista hacia el teclado y buscar en el teclado la siguiente letra que debe oprimir, oprimiendo dicha tecla en cuanto haya localizado la letra, y voltear nuevamente sus ojos hacia el papel para confirmar la impresión de la tecla que golpeo. Este proceso tiene que ser repetido una y otra y otra vez, hasta el cansancio, moviendo constantemente la vista del teclado hacia el papel y del papel hacia el teclado, lo cual consume una buena cantidad de tiempo. En cambio, la persona que sabe “escribir al tacto”, que después de unas treinta o cuarenta horas de práctica ya adquirió la habilidad para poder identificar a través de los dedos que asigna a cada tecla la letra que se va a imprimir, no tiene necesidad de ver el teclado para nada, puede tener sus ojos puestos en el papel todo el tiempo; si le tapan de su vista con una cartulina el teclado esto no representa obstáculo alguno para poder seguir escribiendo. Y la habilidad para la escritura al tacto es algo que con un poco de práctica se puede desarrollar en todos los niños desde temprana edad:




De este modo, el mecanógrafo se ahorra el tener que estar moviendo su vista del papel hacia el teclado y viceversa una gran cantidad de veces, lo cual se traduce en tiempo ahorrado, que a la larga resulta bastante tiempo ahorrado. Y así, si con unas treinta o cuarenta horas de práctica para adquirir la habilidad de la mecanografía, una persona puede “escribir a máquina” en unas 500 horas algo que le hubiera llevado 800 horas o muy posiblemente más, esas 30 horas de su tiempo invertidas en adquirir la habilidad para poder “escribir a máquina” le han ahorrado ya por lo menos unas 300 horas de su tiempo, y se puede suponer que en el transcurso de los años de su vida le ahorrarán más, mucho más, quizá cientos de miles de horas, tiempo que puede dedicarle a otras actividades. Puede escribir mucho más en menos tiempo que lo que le toma a una persona común que no ha tomado un curso práctico de mecanografía. Lo trascendental del asunto aquí es que el teclado que se usa para escribir documentos en las computadoras modernas es esencialmente el mismo (en la distribución de teclas a letras) que el que usaba en las máquinas de escribir mecánicas del ayer. Es obvio que los cursos de mecanografía que eran muy útiles ayer pueden ser igualmente útiles hoy. Una persona que está escribiendo un documento extenso en algún procesador de palabras como Microsoft Word lo puede hacer sin mirar para nada el teclado -si es que ha tomado un curso de mecanografía- o lo puede escribir de la manera difícil cambiando constantemente sus ojos del monitor al teclado y viceversa, miles y miles de veces, lo cual es cansado y tardado. Con el uso extenso hoy en día de las computadoras caseras, y con las cantidades enormes de tiempo que muchos estudiantes así como muchos profesionistas y gente ordinaria dedican de su tiempo para estar escribiendo todo tipo de documentos, uno supondría que un buen curso de mecanografía debería de ser una materia obligatoria para todos al momento de empezar con sus estudios de enseñanza media, por tratarse de algo práctico y útil que le podrá ahorrar a cualquiera cientos o quizá miles de horas en la elaboración de cartas y documentos, aumentando considerablemente su productividad personal y su eficiencia. ¿Es, pues, un curso de mecanografía una materia obligatoria en estos tiempos para todos los estudiantes de enseñanza media? No, y en muchos países ni siquiera es algo que se ofrezca de modo optativo, si los interesados quieren adquirir tal habilidad entonces tienen que invertir de su propio tiempo y de su propio dinero para aprender la mecanografía en alguna escuela particular dedicada a tales cosas. ¿Pero cómo es posible, dirán algunos, que siendo algo de tan grandes beneficios potenciales, no se enseñe en las escuelas, las cuales supuestamente están allí para mejor preparar a los estudiantes para la vida? Pues, nos guste o no nos guste, tal es la realidad de las cosas, y vemos así como a causa de programas educativos arcaicos y obsoletos en las escuelas públicas e inclusive en muchas escuelas particulares no se les enseña a muchos algo práctico y útil que con solo treinta o cuarenta horas de práctica les podría ayudar a no tener que invertir en un mes más de unas 100 o 200 horas sobre algo que posiblemente les tomará 400 horas o 500 horas o posiblemente más.

Lo mismo ocurre con la lectura dinámica. Las herramientas están allí. Los mecanismos esenciales han sido comprendidos en buen grado, y sólo es cuestión de aplicarse para la adquisición de las habilidades para poder empezar a destacar en el uso de dichas habilidades. Sin embargo, en muchos planes escolares de educación pública la inculcación de tales habilidades está ausente por completo. Tan solo para darse una idea de las ganancias potenciales, un lector veloz que esté manejando material de lectura ligera a una velocidad de 800 palabras por minuto y que conserve ese ritmo en un material narrativo normal abarcarcando unas 48 mil palabras por hora, tendría la posibilidad de poder leer un libro de 100 mil palabras (una novela o una biografía) en una noche. ¡Hay personas que no leen ni siquiera dos libros por año a lo largo de sus vidas! Aún logrando sostener una velocidad de lectura de 400 palabras por minuto, se podría leer el libro en dos noches. ¿Quién puede estar realmente en contra de algo que con solo una modestísima inversión de tiempo de unas veinte, treinta o cuarenta horas, se puede ahorrar unas 200 ó 300 horas en tan sólo dos o tres meses después de que haya desarrollado sus habilidades de lectura al máximo? ¿Y quién puede estar realmente en contra de algo que le permita recordar y memorizar mejor las cosas? ¿Y quién puede estar realmente en contra de algo que le puede ayudar a subir substancialmente sus calificaciones en los exámenes escolares?

En los capítulos anteriores hemos cubierto la tecnología educativa más moderna con que contamos en el campo de la enseñanza práctica. Cada una de las técnicas cubiertas produce resultados comprobados que un maestro o instructor podrá verificar por su propia cuenta inclusive con exámenes psicométricos especializados. Dependerá de cada quien poner su empeño y aplicación en una labor que, en cierto modo, puede cambiar el curso de su vida.

Lo importante no es fijarle una meta de unas 500, 600 ó más palabras por minuto al estudiante o al lector interesado en la adquisición de estas habilidades. El propósito es elevar lo más que se pueda la capacidad de aprendizaje de cada individuo, y mientras este objetivo se logre todo lo demás sale sobrando.

El método de aprendizaje dinámico presentado en esta obra puede aumentar la capacidad de lectura tanto del lector lento como la del lector rápido, pero no garantiza igualar las velocidades de lectura de ambos después de que han tomado un mismo curso de lectura dinámica. Cada persona es diferente, y el desarrollo de sus habilidades dependerá en gran parte de los estímulos que recibe, el interés que ponga y el uso que haga de su intelecto. El que una persona haya aprendido a nadar no la convierte en campeona de natación, lo cual requiere de muchas horas de práctica y dedicación. Sin embargo, el solo hecho de haber aprendido a nadar le puede salvar la vida y evitarle perecer ahogado en el momento más inesperado.

El tiempo mínimo requerido para asimilar y dominar las técnicas que aquí se han descrito es de unas 20 horas de práctica. Esto es lo que permite estructurar un curso de aprendizaje dinámico para que pueda ser impartido en dos semanas a razón de dos horas diarias. Es lo que se ha encontrado en la práctica que puede dar los mejores resultados para un grupo heterogéneo de participantes en el cual se pueden encontrar estudiantes, amas de casa, maestros, profesionistas y personas dedicadas a un sinnúmmero de oficios. Sin embargo, ésto es un mínimo estadístico y no una regla general. En casos aislados, habrá personas que requieran de unas cuarenta o hasta sesenta horas de práctica para lograr todos los objetivos del curso, aunque se trata de casos aislados en los cuales es posible encontrar algún fallo fisiológico. De cualquier modo, y como ya se ha mencionado, hay que respetar la individualidad de cada estudiante, ayudándole en lo que nos sea posible para que su aprovechamiento en las técnicas del aprendizaje dinámico adquiera su máximo nivel.

La pregunta que nos concierne ahora es la siguiente: ¿Qué porcentaje de nuestro tiempo debemos dedicar a cada una de las técnicas desarrolladas en cada capítulo al desarrollar nuestras nuevas habilidades? La respuesta es muy sencilla: aquello con lo cual el estudiante se sienta cómodo y mejor se adapte a sus necesidades. A manera de ejemplo, se podría distribuír de la siguiente manera el 100% del tiempo disponible:

1) 40% --- Técnicas descritas en el capítulo VIII (la lectura veloz).

2) 35% --- Técnicas descritas en el capítulo IV (fijación de objetivos con los 6 elementos básicos para una lectura eficaz).

3) 10% --- Técnicas descritas en el capítulo IX (aclaración intensiva de palabras mediante el uso del diccionario).

4) 5% --- Técnicas descritas en el capítulo VII (la imagen mental).

5) 10% --- Técnicas descritas en los capítulos restantes (potenciación de la memoria, etc.)

Aunque existen otras técnicas y procedimientos para aumentar nuestra capacidad de aprendizaje, no se han mencionado aquí porque su implementación es costosa (esto incluye aparatos mecánicos que se han inventado para cultivar el hábito de la lectura veloz, aunque la mayoría de tales aparatos están ya obsoletos y han sido descontinuados), además de que producen resultados temporales (o sea, una mejoría inmediata en la capacidad de aprendizaje seguida tiempo después por un retroceso que deja a la persona un punto no muy alejado de donde había empezado.) Inclusive se ha estado experimentando desde hace tiempo con fármacos que supuestamente tomados en forma periódica pudieran aumentar la agudeza mental (como la fitina y el ginkgo biloba) de acuerdo a la propaganda comercial que promueve estos productos. Sin embargo, los resultados obtenidos con estos medios artificiales son contradictorios hasta la fecha y no están respaldados por estudios científicos serios, aunque tal vez no esté lejano el día en que podamos contar con verdaderas “vitaminas” para el cerebro que no causen dependencia y que sean algo más que un simple placebo, con eficacia confirmada mediante exámenes psicométricos rigurosos. Por hoy, quizá baste con tomar una taza de café para “despertar” un poco la mente, sobre todo si el lector se encuentra desvelado.

Existen otros factores que están fuera de nuestro control en estos momentos, aunque ello no implica que no podamos corregirlos en el futuro. El mejor ejemplo clásico de estos factores que están fuera de nuestro control es la dislexia, un desorden psicosensorial en el cual las palabras sufren una alteración subjetiva en el momento preciso en que son leídas. Si una persona sufre síntomas severos de dislexia, entonces al leer algo como lo siguiente:
“A los sistemas neurónicos se deben los reflejos tales como la respiración, el tragar, el tenerse de pie, el caminar, así como la mayor parte de los actos de la vida cotidiana. Estos movimientos son automáticos. Pero algunos de ellos están influídos por la conciencia. Por ejemplo, cuando pensamos en nuestro movimiento respiratorio, su ritmo se modifica en el cato. Por el contrario, el corazón, el estómago y los intestinos son bastante independientes de nuestra voluntad. Sin embargo, si nos ocupamos mucho de ellos, puede turbarse su automatismo.”

(Tomado de La Incónita del Hombre de Alexis Carrel, 1967)
 en lugar de registrar el mensaje completo en forma correcta, su cerebro percibirá una información como la siguiente:
 “A los sistemas neurónicos deben los reflejos tales como la respración el tragar, el tenerse en pie, el caminar, así como la mayor parte de los acts de la vida cotidiana. Estos movimientos son automáticos. Pero hay unos de ellos están influídos por la conciecia. Por ejemplo, cuando pasamos en nuestro movimiento respiratorio, su ritmo se modifican en el acto. Por el contrario, el corazón, el estmago, y los intestinos son bastante independientes de nuestra vuluntad. Sin embargo, si nos preocupamos mucho de ellos, puede entubarse su automatismo.”
Por si no fue clara la diferencia entre lo que esta impreso en el texto escrito original y lo que leyó el disléxico, a continuación se resaltarán las diferencias para que se pueda tener una idea más precisa del dilema que enfrenta el disléxico:
“A los sistemas neurónicos     deben los reflejos tales como la respración el tragar, el tenerse en pie, el caminar, así como la mayor parte de los acts de la vida cotidiana. Estos movimientos son automáticos. Pero hay unos de ellos están influídos por la conciecia. Por ejemplo, cuando pasamos en nuestro movimiento respiratorio, su ritmo se modifican en el acto. Por el contrario, el corazón, el estmago, y los intestinos son bastante independientes de nuestra vuluntad. Sin embargo, si nos preocupamos mucho de ellos, puede entubarse su automatismo.”
Como puede verse, el que padece de dislexia ve “desaparecer” letras y palabras de su lectura ordinaria, además de ver unas palabras en lugar de otras. Eventualmente se da cuenta de que está pasando palabras por alto o que leyó mal algo, y vuelve a leer lentamente por segunda vez con mayor detenimiento y el consecuente desgaste de tiempo adicional la frase o el párrafo en donde surgió la duda. Se ha comprobado que el lector disléxico no es un retrasado mental. Inclusive hay lectores disléxico que poseen un cociente intelectual arriba de lo normal y que además han logrado destacar en sus respectivas profesiones.

Se han propuesto varias teorías para explicar la dislexia, pero ninguna de ellas ha logrado demostrar en forma satisfactoria los mecanismos que la originan, menos aún desarrollar una terapia para curarla. Si bien es cierto que en ocasiones aisladas la dislexia responde favorablemente a la terapia psicoanalítica, ello no explica todos los demás casos que manifiestan una resistencia a las terapias correctivas que proporciona la psicología convencional. Sin embargo, es posible que conforme vayamos avanzando en los estudios de esta afección, tengamos respuestas cada vez más precisas sobre los orígenes del desorden.

De cualquier modo, inclusive personas que tengan desórdenes funcionales como el que acabamos de describir pueden beneficiarse cultivando las técnicas que se han resumido en esta obra. Todos podemos mejorar en la medida del tiempo que estemos dispuestos a utilizar en forma provechosa para nuestro desarrollo personal y en la habilidad que tengamos para conocernos a nosotros mismos.